Francisco Sierra y la pasión por lo común

Medio: elDiario.es
Autor: Antonio Maíllo
Fecha publicación: 11/07/2023
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Cuando supe de la elección de Francisco Sierra como candidato para encabezar la lista de SUMAR por Sevilla, reconozco que tuve una sensación reconfortante, de contenida alegría ante los no siempre agradables procesos de elaboración de listas electorales. Se había acertado y eso siempre ayuda a votar con más esperanza, y alegría si cabe, el próximo 23J.

Francisco Sierra es un reconocido Catedrático de Teoría de la Comunicación. Bien. Pero, como él mismo dijo en el acto de SUMAR en Sevilla con Yolanda Díaz, “uno viene de donde viene, hijo de un obrero de Standard Eléctrica que, aunque es catedrático, no ha perdido la identidad de clase”. En esa frase de gran belleza se resume su historia vital. Hijo de la migración andaluza de los 60, de familia granadina trasladada a Madrid, su propia trayectoria vital refleja el emocionante compromiso por el estudio que las familias trabajadoras transmitían a sus vástagos. Estudiante de la escuela pública “con beca”, su recorrido académico es el arquetipo de quienes sabíamos que o había esfuerzo para superar cada curso o la beca que perdíamos nos devolvería a casa antes de tiempo.

Antes de tiempo fue Catedrático, pero el Decreto Montoro retrasó su acceso cuatro años, avalado por numerosas representaciones y publicaciones académicas nacionales e internacionales. Pero sin duda nos sorprendió cuando en 2005, con apenas 35 años, fue nombrado Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, el más joven de España en ese momento. Su compromiso con la educación pública -y la conciencia de devolver a la sociedad lo que esta le ha dado- le impulsó a asumir esta responsabilidad a una edad tan temprana.

Estos vínculos le animaron a fundar asociaciones científicas como la Asociación Española de Investigación en Comunicación (AE-IC) o la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (ULEICC). Su trabajo de ida y vuelta con países como México o Ecuador ha definido un perfil de amplias miras y altura profesional.

Su intensa dedicación al trabajo tiene que ver con su pertenencia a una generación que, procedente de familias trabajadoras, accede por primera vez a la Universidad. Algo que hoy se da por hecho, pero en los años 80 no era así.

Esa vocación de servicio público también procede de su itinerario biográfico y profesional. Frente al saber instrumental concebido como una práctica profesional en la que el pensamiento crítico no tiene por qué hacer acto de presencia, Sierra concibe la Universidad como un espacio para construir comunidad en un proceso estrechamente ligado con el cambio social. Sin que él lo pretenda, forma parte de una excelente tradición de la educación universitaria sevillana que ha forjado, desde espacios críticos y rigurosos, líneas de investigación y pensamientos –en el campo del derecho, el filológico, histórico, científico o artístico- que han nutrido una concepción comunitaria, de vanguardia y abiertamente progresista. Parte de la mejor Sevilla, digna de ser resaltada.

Es precisamente este anhelo de cambio social el que explica su optimismo de la voluntad, incluso en las situaciones más difíciles. Desde su participación juvenil en las organizaciones estudiantiles y culturales en la entonces reciente democracia, hasta su compromiso con la unidad de la izquierda de los últimos años, Francisco Sierra, con la generosidad del que sabe que lo común está por encima de lo individual, no ha dejado de ponerse al servicio de los procesos colectivos que buscaban una profundización democrática de la sociedad. Por eso, este paso dado no nos ha sorprendido a quienes lo conocemos desde que compartíamos luchas en el movimiento estudiantil.

Toda esta trayectoria se pone ahora al servicio de SUMAR: desde la conciencia de una Andalucía determinante para el futuro de la mejor España, en Sierra tenemos a un defensor de los servicios públicos irrenunciable, firme y de los que no duda. Para que nos entendamos: de los que no se ofrecen a un debate para aumentar la edad de jubilación porque niegan la mayor, que es retroceder en derechos. Será, por tanto, una garantía en la defensa de las familias trabajadoras, esas que nos piden que sobre todo seamos buenas personas, como el mejor patrimonio o legado que nos dejan.

Y Francisco Sierra es una bellísima persona, y aunque este tipo de reflexiones provocan muecas de sonrisas cínicas en quienes consideran la política ajena a marcos de comportamiento éticos, aún hay quienes defendemos estas categorías necesarias para la defensa del bien común y del mejor vivir: que un buen político, que una buena política debe ser ante todo una persona decente. Y Francisco Sierra Caballero lo es.