El fin del periodismo

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Los medios median pero, en España, parece que no tienen remedio alguno por falta de reflexividad, que es tanto como decir que han perdido toda vergüenza al renunciar a la necesaria autoobservación y crítica de su mala praxis. La cobertura de la campaña electoral en Andalucía, sesgada en contra de la opción transformadora del frente amplio Por Andalucía, es reveladora de la razón de ser del sistema mediático, orientado, como el Grupo Joly, a defender los intereses creados: del Ibex35 a las cloacas del Estado, de los herederos de Franco a los neonazis cosmopaletos, de la oligarquía económica de Bruselas a la OTAN, en un carrusel sin fin de infamias y acoso, que impone el cerco mediático a toda disidencia, crítica o mero cuestionamiento sobre la deriva del sistema-mundo. Añádase a ello el silencio administrativo del sector y la profesión cuando se procede a la extradición de Julian Assange. La libertad de expresión es, para ellos, un simple señuelo para enarbolar en el mejor de los casos la filosofía Ayuso (la libertad de hacer lo que a uno le dé la real gana, entiéndase lo de real en plan borbónico, sin prestar rendición de cuentas, salvo a los accionistas, como Dios manda). Lo cómico es que estos siervos de la gleba siguen tratando de dar credibilidad al relato ficticio sobre los medios como cancerberos de la democracia. Divertida metáfora perruna, muy doméstica por cierto en estos tiempos de mascotas humanizadas en los que la lógica del mundo invertido tiende a encubrir las fechorías del oficio, simulando no dejar rastro, aunque el crimen contra la democracia queda siempre, además de impune, en evidencia incluso en los panegíricos sobre el rol de la prensa. Así, decía hace unos meses, Alfonso Armada que el periodismo no puede renunciar a la precisión, exactitud y brevedad cuando la realidad diaria es justo la contraria, empezando por Sálvame y la contaminación de los informativos convertidos en versión Hola de la actualidad. Ahora, la deriva mercantil del periodismo no es nueva. Recordemos la sátira de Evelyn Waugh “Scoop” (1938) sobre su experiencia en el Daily Mail. La diferencia de este tiempo a nuestros días es que la comedia del arte de informar ya ni siquiera disimula su verdadera función pues vive exclusivamente del sensacionalismo, las falsas noticias o la manipulación que Billy Wilder retratara magistralmente en “Primera Plana”. Llama por ello la atención que columnistas como Juan Manuel de Prada hablen de la muerte del periodismo como cuarto poder desde un diario como ABC que ha encubierto la corrupción del Rey y del PP sistemáticamente, abriendo a su vez macrocausas contra líderes de la izquierda en forma de lawfare. Hoy sabemos que el objetivo de la connivencia de la jueza Ayala y el diario de Torcuato Luca de Tena no era otro que eliminar a Torrijos y allanar el camino de Zoido a la alcaldía de Sevilla: lo consiguieron. La cuestión ahora es cómo se restituyen los derechos conculcados, cómo podemos exigir responsabilidades a los medios y periodistas que a día de hoy siguen el guión prescrito en los despachos de la oligarquía. Desde luego, pese a la imaginación idealista de algunos conversos, no será en las redes, pues lo que hoy predomina es más bien el imperio del cretinismo digital. Por ello convendría empezar a proyectar políticas democráticas de comunicación contra los abusos de los dueños de los medios. Cada vez es más evidente que la regulación no es un problema de protección del anonimato y la intimidad, sino antes bien el reto de garantizar un ecosistema de confianza y equilibro. La política de la mentira, el cálculo programado de la difamación en la era de las fake news es el caldo de cultivo del autoritarismo de las clases dominantes que, como advirtiera el filófoso Jurgen Habermas, presentan como opinión pública lo que no es sino la producción premeditada de la opinión publicada de sus intereses. Resultado, la crisis de confianza y credibilidad de los medios. Un estudio de GAD3 para el Foro Periodismo 2030 señala por lo mismo que los andaluces, por ejemplo, requieren más información local y de servicio. Aunque el informe tiene por objeto justificar el pago por la información en favor de medios como ABC, su lectura a contrapelo nos confirma una verdad incontrovertible: la cultura de la difamación y las injurias campa en el periodismo mercantilista por doquier, alimentando la bestia de lo que mi colega de la Universidad de Valencia, Antonio Méndez Rubio, denomina fascismo de baja intensidad. En suma, la caverna mediática no nos deja ver la luz y pierde foco. Lo que llaman periodismo no lo es, salvo en revistas serias como El Jueves o Mongolia. Como en otros periodos oscuros de la historia, el humor nos hará libres. Bienvenidos al desierto de lo real del tecnofeudalismo, en el que solo como bufón uno puedo contar la verdad. Así que no pierdan la risa, detrás de las pantallas siempre florece la vida y la esperanza. Es hora de convertir la mueca del dolor y la indignación en carcajada, en alegría de resistir y cambiar el mundo que nos cuentan.

Regular la Comunicación: El camino que garantiza derechos ciudadanos. La Oreja Libertaria, Radio Pichincha

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Nombre del programa: LA OREJA LIBERTARIA
Productor: Colectivo Espejo Libertario
Medio de difusión: Radio Pichincha
Tema: Regular la Comunicación: El camino que garantiza derechos ciudadanos
Invitados: Francisco Sierra, ex Director de CIESPAL
Hernán Reyes, catedrático
Conductores: Luis Onofa, periodista. Leonardo Parrini, periodista.

 

Lanzan libro «Comunicología del Sur» de Carlos del Valle y Francisco Sierra

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El Dr. en Comunicación Carlos del Valle Rojas, destacado Investigador de la Universidad de la Frontera y el Dr. Francisco Sierra, Catedrático en Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, son los editores de un nuevo libro que reúne a investigadores de primera relevancia, y de diversas nacionalidades, cuya primera versión será publicada en Ingles durante el mes de agosto.

Este libro aborda nuevas bases conceptuales para pensar críticamente sobre la comunicación como una forma necesaria de enfrentar el poder, la propiedad y el mercado como parte de la resistencia cotidiana de las culturas subalternas latinoamericanas. Los capítulos investigan un campo urgente de conocimiento situado y provocan un diálogo muy necesario. Los editores ven las experiencias de comunicación emancipatoria como actos disruptivos de resistencia, impulsados principalmente por los movimientos sociales. Estas experiencias han abierto modos políticos de comunicación al establecer un eje descolonizador en el campo de la comunicación y reconstruir la historia y la memoria de América Latina. Este libro es una valiosa referencia para investigadores, académicos y estudiantes interesados en el papel de la comunicación y la cultura en los procesos de transformación social.

En la contraportada hay un importante comentario del destacado investigador Toby Miller:

La disciplina anglosajona de las comunicaciones es amplia y en gran parte poco distinguida. Durante muchas décadas, el trabajo más interesante e influyente a nivel internacional en el campo proviene de América Latina. Este volumen, tanto recapitulativo como original, está brillantemente curado por dos editores de renombre mundial. Será un hito”. (Toby Miller, Profesor Stuart Hall de Estudios Culturales, Universidad Autónoma de México y Profesor Investigador en la División de Graduados, Universidad de California, Riverside).

“‘Comunicología del Sur’ es una lectura obligada para cualquiera que esté dispuesto a expandir el horizonte de su pensamiento sobre la interacción entre comunicación, cultura y transformación social. El proyecto epistémico promovido por el libro emerge con fuerza de un diálogo animado a lo largo de dimensiones típicamente dejado de lado por la academia dominante. Centrándose en el “subalterno”, el “bastardo”, el “imaginativo” y el “intercultural”, el libro desafía y complementa los enfoques occidentales de la comunicación y la cultura”. (Stefania Milan, Profesora de Estudios de Datos Críticos, Departamento de Estudios de Medios, Universidad de Ámsterdam, Países Bajos.)

Universidad de la Frontera. Observatorio en Comunicación, Crítica y Sociedad (OBCS)

Canal Sur, en cuarentena

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Mientras el candidato Risitas, que ni gracia hace, engaña hasta ayer al personal afirmando que «Andalucía Avanza» mientras no deja de recortar personal sanitario y docente, con franco deterioro de los servicios públicos, el Comité de Empresa de la Radio y Televisión de Andalucía (RTVA) celebró una nueva huelga, coincidiendo con el último día de cierre de campaña, con un porcentaje de seguimiento superior al 80 por ciento.

Lo contamos aquí porque, casualmente, apenas ha tenido eco en los medios del régimen y porque ya quisieran los responsables del ente público radiotelevisivo una cuarta parte de esta cifra de seguimiento en los índices de audiencias. Pero con esta dirección no es que parezca improbable, sino más bien imposible.

El recorte del 10 por ciento del presupuesto, junto a la descarada y abierta manipulación informativa, han deteriorado la empresa a tal grado que “La Nuestra” es hoy solo un baluarte de la guerra cultural de la extrema derecha al servicio de los de siempre, los mismos que nunca creyeron en la autonomía andaluza. Resultado: se ha devaluado un medio público que era referencia en la región y uno de los mejores canales autonómicos del Estado.

De la misma manera que en la Guerra Civil, pasando a degüello a los parias de la tierra y a sus clases más avanzadas e ilustres, los Zancajo de turno –ahora Carmen Torres– se han dedicado a censurar y a eliminar toda voz no plegada a esta función vicaria de Telebendodo.

Ello ha agravado los conflictos en las redacciones con una plantilla insuficiente, desmoralizada por la falta de proyecto y liderazgo y la continua injerencia de los comisarios del Risitas. Al tiempo, la recaudación publicitaria ha descendido, el déficit ha aumentado, la audiencia sigue en descenso paulatino, la credibilidad se mantiene gravemente afectada y algunos, mientras, haciendo el negocio de las productoras o en la espiral del disimulo como Más Análisis, de Teodoro León Gross, que empezamos a dudar si alguna vez fue profesor de Periodismo o simple lector de Dovifat convertido –o, quizás, convencido de ser mero speaker de Bendodo–.

Todo ello sin comentar la proliferación de tertulianos de extrema derecha en este y otros espacios. Vamos, que lo del pluralismo no lo han entendido ni lo entenderán. Más aún si hay campaña de por medio. El tratamiento de Vox y el PP ha sido bochornoso y el ocultamiento de opciones políticas transformadoras, una vergüenza.

Canal Sur ha actuado con premeditación y alevosía, incluso haciendo invisible en las encuestas la opción Por Andalucía. Pero ¿qué podemos esperar de una mesa de análisis de derechistas travestidos de demócratas y otros lindos portavoces del orden instituido, otrora pregoneros del PSOE o, incluso, del PA? Nada nuevo bajo el sol.

Por ello, Canal Sur está en huelga y nos tememos que en cuarentena, si no en la UCI. Es previsible, además, en la actual coyuntura, que ni la promoción turística contribuya a una mejoría ante la ausencia de una prospectiva integral de comunicación para el desarrollo que haga sostenible la propuesta.

En otras palabras, proyectos de contenidos como Canal Sur Más (OTT) van a ser pan para hoy y hambre para mañana, una huida hacia adelante que ni el propio director general cree. La pérdida de media de un 10 por ciento probablemente termine siendo mayor con el paso del tiempo, por demografía y mala gestión.

Sin recursos, la plataforma será un contenedor vacío carente de proyección real, mientras se apropian de La Nuestra para garantizar que los andaluces no se levanten. Para eso están al frente de la RTVA. Son, como decía el maestro Antonio López Hidalgo, «de la hermandad del cazo»: pusieron la mano cuando el PSOE era quien mandaba; lo hicieron cuando el PA tenía algo de poder en la Junta; lo han hecho ahora con PP y Ciudadanos; y estamos convencidos de que, incluso, lo harán con VOX.

Viven para ello y carecen de todo compromiso público. Tampoco es esperable que los órganos parlamentarios que fueron creados para vigilar el buen funcionamiento del sector –léase el Consejo Audiovisual de Andalucía– pongan coto a tales desmanes. Ya vimos el papel de su presidente, Antonio Checa, con la contrarreforma de la Ley Audiovisual andaluza. De pena.

Mientras siga cobrando elevados emolumentos en lugar de la paga como jubilado, todo bien, gracias. Lo suyo no es precisamente cumplir el mandato de representación, ni cambiar nada. Ya lo harán otros, que es mejor echarse la siesta en el despacho y pasar de puntillas que asumir el mandato ciudadano, no vaya a ser que quien manda se moleste.

Bien lo sabemos en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, cuando fue decano. Ser y estar, pero solo aparentando. No mudar, no hacer, no moverse, no trabajar: solo la espiral del disimulo, por verónicas, a lo Rajoy, que es el estilo que imprime sello en esta tierra.

Colaborador en su momento de El Mundo, debe estar feliz de que Rosell pudiera ser director general de la RTVA –ya están algunos correligionarios como Carmen Torres como avanzadilla, con los resultados conocidos–. Pero tenemos una mala noticia para los miembros de la hermandad del cazo: con Vox se quedarán sin voz y sin chiringuito (como lo califican los Toni Cantamañanas de turno).

Toca ahora, por lo mismo, por urgente necesidad, informar a la ciudadanía de que nos quieren robar lo nuestro, lo común, y hasta la esperanza. Sabemos que no podrán. Y, lo más divertido, ni siquiera lo saben. Es lo que tiene la miopía intelectual: no alcanzan a ver más allá de sus propias narices.

Parásitos

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No sé por qué, pero el relato apocalíptico de las pandemias o las guerras me evoca siempre las figuras clásicas de Drácula, los zombis y monstruos de nuestra modernidad, temerosa de la cultura del miedo, y he aquí que mis alumnos me insisten en ver Parásitos. Uno que, por educación, es obediente y disciplinado, cumple con la misión y queda perplejo con tanta alharaca y alabanza hacia una cinta que evoca más que lo que promete provocar. Debe ser que uno es más de Buñuel y Ripstein que del universo coreano. Vaya por delante que es indiscutible que el film de Bong Joon-ho pone en evidencia no solo la desigualdad, sino también las endebles bases del milagro económico del tigre asiático, tan venerado por neoliberales a lo Samsung para justificar la inadecuación de la teoría de la dependencia en la nueva etapa de desarrollo del capitalismo. Ahora, sorprende que la crítica cinematográfica se asombre por el éxito del film tanto como del impacto de El Juego del Calamar. Cualquier analista atento de la realidad, o un profesor simplemente observador de las tendencias estéticas y de consumo cultural de los estudiantes universitarios, sabe que Corea del Sur es hoy una potencia, desde hace más de dos décadas, diríamos, no solo en la animación sino en videojuegos, el cine, el audiovisual y el rock o la industria musical, además de la tecnología. Observar atentamente lo que proyecta en el imaginario este país y sus creadores es comprender a la nueva generación que se abre paso en España, pero también explorar nuevos recursos narrativos para contar noticias como la de los comisionistas de Madrid, trasuntos de la peor calaña de una oligarquía lampante cuya única religión siempre fue el estraperlo. Estos parásitos, como los del film, nos enseñan el funcionamiento de un mundo al revés que impone las lógicas del arribismo y el desclasamiento tanto como la porosidad de las fronteras, y los espacios invisibles y contradictorios de los cinturones metropolitanos de las grandes ciudades que se replican a lo largo y ancho del planeta con formas y modalidades diversas. La inteligencia y adaptación creativa, los marcadores ideológicos, los cuerpos y atmósferas, la mierda que siempre emerge (recuerdo aquí una novela del bueno de Armando Silva que he de leer), la corriente de la vida que no cesa, insubordinada, ante la catástrofe y la pura contingencia son, en la película, realidades conocidas que apenas se muestran y que, en modo alguno, siguiendo a Brecht, educan. Pero sí que dan cuenta de una realidad que El buen patrón, para nuestro caso, nos enseña, retomando la tradición de La escopeta nacional o Todos a la cárcel. Solo al menos por eso, conviene reconocer que, sin ser potencia como Corea del Sur, nuestra industria cuenta con referentes como Fernando León de Aranoa, conscientes que es tiempo de vindicar la escuela popular de la sabiduría y de la figura del intelectual como profesional de la esperanza, no serializada, que intenta pensar y hacer pensar, siguiendo la estela de Juan de Mairena. He ahí donde se juega la República y el porvenir de España. Esta es la guillotina que temen los parásitos que se alimentan de las ubres del sistema. Y la principal vacuna contra la pandemia del miserabilismo y los colaboracionistas. No es poca cosa, créanme.