Autor: Albert
Política de comunicación y economía creativa
Política Científica y Socialización del Conocimiento. Hacia una Nueva Economía Política Común del Espacio Cultural Latino
Asistimos al “I Foro de Publicaciones e Difusión del Conocimiento Científico en Comunicación”, integrado al “Fórum Integrado Ibero-Americano de Comunicação – Fórum Confibercom 2012”, como continuación del debate iniciado en el marco del “I Congreso Mundial de Comunicación Iberoamericana” en los días 3 y 4 de agosto de 2011, en San Pablo (Brasil). En aquella ocasión, como ponente y coordinador, junto a la profesora Cicilia Peruzzo, de este eje de discusión, afirmamos la necesidad de articular un espacio o grupo de trabajo no sólo de revistas o publicaciones científicas, sino más bien, en un sentido más genérico e integral, defendimos la necesidad de asumir el reto de crear un foro de difusión del conocimiento que abordara algunos de los principales retos del campo comunicacional, considerando las propias conclusiones del “Fórum de Revistas Científicas de Comunicación” y del “Seminário de las Enciclopedias” que tuvieron lugar en la Universidad de São Paulo. En tal ocasión, en el marco de dicho debate, se acordó como resultado constituir una red, la Rede Confibercom de Revistas Científicasde Comunicação (Reviscom)2, con la participación inicial de 40 publicaciones, comenzando así un proceso de articulación de las formas de difusión y socialización del conocimiento comunicológico latino que aún hoy debiera tener continuidad en nuestros debates.
A fin de avanzar en esta línea de trabajo, se presentan a continuación un diagnóstico o estado del arte, definido específicamente desde España, y un decálogo de considerandos y líneas de actuación con propuestas concretas de cooperación e intervención política en este ámbito, centrándonos fundamentalmente en el papel y retos de las revistas científicas, que, como todos saben, constituye un problema estratégico de articulación para el campo académico en la nueva era del capitalismo cognitivo. Tómense las siguientes páginas como un primer borrador y esbozo tentativo de abordaje de las principales cuestiones a tratar en el diseño de una política común de cooperación que, lógicamente, requeriría, en coherencia, una sistematización consistente, analítica y comparada de la realidad del sector a la hora de proceder a definir con mayor criterio las líneas estratégicas de intervención política de la Confederación Iberoamericana de Asociaciones Científicas y Académicas de Comunicación (Confibercom) en pos de una economía política abierta de acceso y producción del conocimiento, en el entendimiento que la comunicología ha de ser concebida como ciencia aplicada de lo común.
Nicaragua y las agresiones híbridas
Qué ha sucedido en Haití, qué se mueve en Cuba, por qué Nicaragua vuelve de nuevo a ser objetivo de polémica en la prensa internacional. La respuesta está en los documentos del Pentágono. Julian Assange nos lo ha contado todo en detalle y hoy es víctima del terrorismo imperialista. Mientras en Fort Benning, en el Instituto del Hemisferio Occidental, antigua Escuela de las Américas, siguen formando a los militares golpistas en la doctrina Reagan de la guerra irregular.
La misma que pone a Haití como estudio de caso y modelo ejemplar de exitoso golpe blando por el que Estados Unidos se presentó a la Opinión Pública mundial como mediador ante Raoul Cedras cuando en verdad fue el promotor del derrocamiento de Aristide. Y en esas seguimos, lamentablemente para Nicaragua, laboratorio de la doctrina de contrainsurgencia desde los años ochenta y hoy campo de despliegue de la llamada guerra híbrida. Como en el caso de Cuba su posición geopolítica es estratégica y considerada dentro del perímetro de alta seguridad por su natural conexión, como con el canal de Panamá, entre el Atlántico y el Pacífico, sin contar, como en el caso de Brasil, las reservas acuíferas.
Si el siglo XX Estados Unidos promovió las guerras imperialistas por el petróleo, los asesores del Departamento de Estado estadounidense definen en este milenio los conflictos en virtud de la posesión del bien preciado del agua. Como siempre es una cuestión no solo ideológica, en la lucha contra el sandinismo, sino material. Por ello, en este contexto, desde 2018, y aún antes, como ya sucediera en la guerra sucia de la contra en los años ochenta, el gobierno de Daniel Ortega ha padecido innumerables dificultades por la acción permanente de las fuerzas colaboracionistas internas que apoya el imperialismo.
Pese a todo el gobierno sandinista ha logrado notables éxitos en materia de economía social, en la gestión del propio covid, notablemente superior en países progresistas como Cuba, respecto a los casos de gobiernos neoliberales como Ecuador o Colombia. La apuesta por la soberanía, la colaboración sur-sur y el apoyo a pequeños y medianos productores con políticas activas de inclusión y participación ciudadana explican el amplio respaldo de la población al proyecto de Sandino en el país, así como el fracaso de la intervención golpista que ha promovido con violencia la oposición derechista y un saldo de más de 200 muertos. Pese a ello la guerra irregular, la llamada guerra híbrida no cesa, pues, como en su origen la guerra de baja intensidad, el objetivo no es tanto militar como cultural, derrotar, en el frente ideológico, la voluntad de independencia y de transformación de los amplios sectores populares que apoyan como antaño el sandinismo.
El planteamiento de este tipo de ataques es generar desconfianza en el sistema democrático, político y administrativo del país e intentar socavar su cohesión social para legitimar la restauración conservadora como ya se hiciera con la victoria de Violeta Chamorro tras el asedio y guerra abierta y permanente de la ultraderecha estadounidense y sus aliados en lo que constituyera una condena internacional del gobierno Reagan por el Irangate.
Hoy los modos de intervención no son abiertamente militares pero el objetivo y modus operandi es en esencia el mismo. Brian Fleming define la guerra híbrida como la síntesis de varios tipos de guerra: guerra convencional, guerra asimétrica, guerra irregular, guerra no lineal, ciberguerra, guerra compuesta, entre otras. En definitiva, un tipo de guerra irrestricta en la que no hay límites porque todo vale. De ahí a la impresentable calificación de El País de Nicaragua como el gulag centroamericano (proclama de propaganda ya usada en tiempos de la Contra en la prensa internacional al amparo de la Casa Blanca con la colaboración de Felipe González que ha seguido los mismos pasos en Venezuela) hay un paso.
En este sentido, cabe situar la campaña de desinformación sobre el país en el contexto, como advierte Maurice Lemoine, de la hoja de ruta de la oposición «Nica» que ha comenzado a denunciar una «farsa electoral» por adelantado. El mismo guión que en Bolivia, antes Brasil o Ecuador a pesar de que todas las encuestas dan como ganador al actual jefe de Estado, incluida la nada sospechosa agencia de investigación Gallup. Desde este punto de vista, el objetivo del golpe blando de derrocar a Ortega no es otro que liquidar el sandinismo, como antaño con Hugo Chávez o como sabemos desde hace décadas en la guerra sostenida contra Castro.
Es una ley conocida de la propaganda, personalizar, demonizar al enemigo, para abstraer la inobjetable razón moral que es la inmoralidad imperialista de revertir los cambios y avances que hasta The Economist reconoce y por el que Ortega ganó, y ganará, ampliamente las elecciones revalidando el apoyo popular al proyecto de cambio que representa, de ahí la campaña mediática cuestionando con anticipación lo que la democracia refrendará.
Es previsible por ello que, en el manejo del tiempo de respuesta variable, un aprendizaje de la experiencia aplicada con motivo del tratado de Esquipulas y la guerra de baja intensidad, se intensifiquen los ataques y la campaña de aislamiento del gobierno de Nicaragua auspiciado desde la Casa Blanca usando para ello métodos y operativos encubiertos que justifiquen ante la opinión pública internacional la remoción de un gobierno molesto para los intereses del imperio. En esta guerra, el rol de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), y la Unión Nacional Azul y Blanca (UNAB), así como la supuesta izquierda que no tuvo rubor en apoyar a la derecha electoralmente y hasta la intervención en el país, no es más que la de colaboracionistas y peones del imperialismo.
Estos “guardianes de la libertad2, “los adalides de la democracia”, terminarán sin embargo fragmentándose, como en Venezuela, porque los Chamorro y sus arietes de la OEA como Almagro no tienen un proyecto de país, sino negocios varios que más pronto que tarde terminan por entrar en crisis y en el divisionismo propio de quienes proyectan para el istmo lo ya vivido en otros territorios como Libia u Honduras. El guión es ya más que conocido y documentado y comprende desde sanciones, amenazas, acusaciones infundadas, perjuicio interno y externo, ciberataques, guerra psicológica sustentada en la manipulación y tergiversación mediática y redes sociales, el uso de la criminalidad común o la operación conjugada con determinados países, encabezados por Estados Unidos y una amplia batería de recursos propios de la retórica imperial bien detallados por Carlos Midence en su último ensayo sobre las relaciones de Estados Unidos con Nuestramérica. Como desde el siglo XIX, Estados Unidos utiliza tanto la presión bilateral a los países o instituciones que se han prestado históricamente a sus designios como formas de intervención y agresión militar en la continua ocupación de lo que considera su patio trasero, empezando a tal fin por el estrangulamiento de fondos internacionales de cooperación y continuando con el sabotaje y la financiación de la contra de ONGs.
Sobre ellas ya advirtió el politólogo James Petras en la medida que constituyen el frente cultural de la guerra ideológica, como venimos observando desde las operaciones de paz de la administración Clinton. La intervención por razones humanitarias sea en Kosovo o como ahora se propone en Cuba es un clásico del discurso de la injerencia imperialista. Así, hoy de nuevo, como en Venezuela, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); la Fundación para la Nueva Democracia (NED), creada en 1983 por Reagan para sustituir a la CIA en la organización de acciones «no armadas» en los tiempos de la Contra; Freedom House o la Open Society de George Soros financian, forman, coordinan y dan sostenimiento a la supuesta «sociedad civil» que quieren democratizar, imaginamos que como en Colombia, el país.
En la última década, se han destinado más de 80 millones de dólares a esta labor beneficiando a actores políticos como la Fundación Chamorro con las que se han ramificado las bases mediáticas internas del imperialismo : la Fundación ha estado alimentando los canales de televisión 10, 11 y 12, Vos TV, Radio Corporación, Radio Show Café con Voz, así como las plataformas digitales 100% Noticias, Artículo 66, Nicaragua Investiga, Nicaragua Actual, BacanalNica y Despacho 505, entre otros. Mientras proliferan en la prensa internacional acusaciones falsas valiéndose de la estructura concentrada de poder informativo en una suerte de golpismo mediático que hemos documentado ampliamente en nuestro estudio “Golpes mediáticos. Teoría y análisis de casos en América Latina” (CIESPAL, Quito, 2016).
La más reciente es la campaña sobre los arrestos ordenados por el ministerio público nicaragüense a sujetos que han intentado desestabilizar, promover sanciones e implorar, a los mismos Estados Unidos, que perpetre una invasión militar al país ignorando que, como en la invasión al Capitolio, hay una Ley de Seguridad Nacional que aplicar y que en algunos casos, pese a lo dicho por la prensa no eran ni candidatos como se ha querido vender en los medios.
Nada dicen los medios sin embargo sobre el financiamiento que Estados Unidos les ha entregado a actores locales para desestabilizar el país. No sé si los profesionales de la información y los guardianes de la libertad han asumido que quien revele tales realidades ocultas a la opinión pública correrán la misma suerte que Assange. El caso es que es obvio y comprobable para cualquier atento analista que no trabaje subvencionado por las generosas fundaciones privadas al servicio del imperio que la tónica de la guerra híbrida utilizada pretende desviar el cauce de las investigaciones y la aplicación del marco jurídico reproduciendo sin límites la falsedad mediante fake news, postverdades, relatos ilusorios, el adecuado framing y las no-noticias, las verdaderas bases mediáticas de las fuerzas especiales de desestabilización del sandinismo.En el mundo al revés, la detención de golpistas es un ataque a la democracia, y el derrocamiento de presidentes electos como Evo Morales la norma deseable para la restauración incuestionable del sistema. Un simple análisis del discurso comparado sobre la cobertura de la prensa internacional de la Santa Alianza en torno a las masacres y responsables del golpe en Bolivia y las recientes detenciones en Nicaragua, dejaría en evidencia las contradicciones de los medios mercantilistas en el empeño por instalar una realidad con la que legitimar lo que en verdad siempre ha procurado el imperialismo.
El talón de Aquiles que revela este proyecto de agresión es como siempre el hilo rojo de la historia y la circulación del dinero, en este caso la financiación de las fundaciones, ONGs y agencias que han sido Caballos de Troya, Cipayos, que han actuado a la sombra de los designios del imperio para revertir las conquistas históricas de soberanía y dignidad del pueblo, que, sabemos, tiene más inteligencia que lo que piensan los estrategas del Pentágono.
Nicaragua, en medio de tanto asedio surgido de los centros de poder colonial/imperial que, por diversas razones no soportan que países como éste defiendan su soberanía, resiste para avanzar y retomar el hilo histórico que, en su caso, marcó Sandino. Toda la maquinaria de propaganda es insuficiente para revertir la voluntad insumisa de un pueblo libre, por más que arrecie la campaña de desprestigio y manipulación en medios internacionales. Como describe Luis Buñuel en La edad de oro, los medios son como un escorpión que esconde en sus terminales el veneno del combate y la información, y en este terreno nos encontramos para el caso de Nicaragua. Toca ahora, desde la libertad e independencia, contar la verdad de las crónicas vertidas por la guerra híbrida imperial. Es una cuestión de dignidad y de Derechos Humanos.
La era Netflix
La era Netflix es la postelevisión a la carta, un tiempo marcado por la voluntad de autonomía del espectador. Los datos de demanda apuntan a que el 30 por ciento de los hogares de todo el mundo tendrán Netflix en pocos años. De nada servirá el boicot de Hollywood a este gigante del audiovisual. Ni la exigencia de las cadenas de televisión en España de que dediquen el 5 por ciento de sus ingresos a producir cine en español.
Los nuevos procesos de integración y concentración de operadores como HBO o las estrategias de Apple y Facebook dan cuenta de una realidad, la de las plataformas digitales, que ha venido para quedarse y que requiere soluciones imaginativas de los poderes públicos para regular y evitar la uniformidad del negocio que ya se está observando como con los autos UBER en la ciudad de San Francisco.
En los últimos meses, el debate sobre la tributación en España de plataformas como HBO y la citada Netflix dan que pensar en este sentido. La propuesta de una tasa Google o financiar el servicio público de la RTVE a través de impuestos directos a estas plataformas es posible y necesario.
Debido a un sistema impositivo precisamente nada o poco progresista, estas grandes compañías, merced al sistema público aplicado a las sociedades, aportan a la Hacienda Pública menos de 50.000 euros, en proporción cien veces menos de lo que tributa un trabajador precario.
Mientras plataformas nacionales como Filmin declararon más de dos millones y medio de facturación, las empresas de origen estadounidense eluden sus obligaciones por la existencia de paraísos en la propia Unión Europea (UE), como Irlanda o Luxemburgo.
De Apple y el vendedor de chatarra, Steve Jobs, al imperio Amazon, el acoso y derribo a la Hacienda Pública corre pareja a la imposición de monopolios y a la explotación de mano de obra barata sin que la Comisión Europea tome seriamente cartas en el asunto. Llevan de hecho anunciando medidas contundentes una década mientras los gigantes globales de la comunicación amenazaban de muerte la diversidad audiovisual.
Si hasta 2022 no habrá armonización en el IVA en el espacio euro, imaginen una regulación sobre la tributación de sociedades y los paraísos fiscales en el espacio de la UE. Es probable que, ya para esa fecha, Netflix domine el mercado de consumo y producción audiovisual y que España, su industria fílmica, sea una mera maquila del gran emporio que se está fraguando.
Eso sí, podemos seguir pensando en la trama de Juego de Tronos cuando la verdadera compleja narrativa que nos afecta y se cobra víctimas es la de los nuevos oligopolios culturales.
Mientras el cine está siendo revolucionado, la cultura streaming se impone como norma en el consumo de ficción audiovisual; se mezclan formatos, la televisión es serie de ficción, las series cine de folletín, los actores no sabemos si hacen cine, series televisivas o son como Keanu Reeves: personajes de videojuegos como Cyberpunk 2077.
Todo es confuso e hibridado. La cuestión es qué política cultural hemos de diseñar a nivel del Estado, las regiones y la propia UE cuando nos hemos convertido de satélites en un espacio colonizado por el americanismo, que impregna incluso los criterios de asignación de ayudas del antiguo Plan Media.
En definitiva, en la era del capitalismo de plataformas hay que centrar la mirada, más allá de la tributación, en la estructura de la información, siendo conscientes de que el problema de la propiedad intelectual no puede ser restringido al derecho, al medio contractual de legislaciones, tratados y monopolios cognitivos, que favorecen la jurisprudencia angloamericana y su biopiratería.
En otras palabras, tenemos el reto de pasar del derecho positivo a la política. En juego están los bienes públicos comunes (cultura, información, saber, educación). El bien patrimonial a este nivel es un bien de lo procomún que se caracteriza por la indivisibilidad de su oferta por la que cada miembro de la colectividad consume en su totalidad este bien o este servicio, o se beneficia de la existencia de determinado stock de este tipo de bien.
En la era Netflix, tal lógica se amplía geométricamente y hace necesaria una política de comunicación activa que nunca puede estar disociada de una política de enseñanza y de investigación científica, recíprocamente. En palabras de Mattelart, no habrá sociedad de saberes sin interrogarnos sobre los procesos de concentración capitalista de las industrias culturales que, si nosotros no las resguardamos, corren el riesgo de prefigurar las lógicas estructurales en los modos de implantación de los dispositivos del saber.
Las grandes instituciones internacionales se resisten a esa visión integradora y me temo que, además de Bruselas, nuestro Gobierno y hasta nuestras universidades, entregadas a Microsoft y al Imperio Google, han renunciado a sus responsabilidades institucionales. Es hora, pues, de organizar la resistencia.
Nicaragua y las agresiones híbridas
Qué ha sucedido en Haití, qué se mueve en Cuba, por qué Nicaragua vuelve de nuevo a ser objetivo de polémica en la prensa internacional. La respuesta está en los documentos del Pentágono. Julian Assange nos lo ha contado todo en detalle y hoy es víctima del terrorismo imperialista. Mientras en Fort Benning, en el Instituto del Hemisferio Occidental, antigua Escuela de las Américas, siguen formando a los militares golpistas en la doctrina Reagan de la guerra irregular.
La misma que pone a Haití como estudio de caso y modelo ejemplar de exitoso golpe blando por el que Estados Unidos se presentó a la Opinión Pública mundial como mediador ante Raoul Cedras cuando en verdad fue el promotor del derrocamiento de Aristide. Y en esas seguimos, lamentablemente para Nicaragua, laboratorio de la doctrina de contrainsurgencia desde los años ochenta y hoy campo de despliegue de la llamada guerra híbrida. Como en el caso de Cuba su posición geopolítica es estratégica y considerada dentro del perímetro de alta seguridad por su natural conexión, como con el canal de Panamá, entre el Atlántico y el Pacífico, sin contar, como en el caso de Brasil, las reservas acuíferas.
Si el siglo XX Estados Unidos promovió las guerras imperialistas por el petróleo, los asesores del Departamento de Estado estadounidense definen en este milenio los conflictos en virtud de la posesión del bien preciado del agua. Como siempre es una cuestión no solo ideológica, en la lucha contra el sandinismo, sino material. Por ello, en este contexto, desde 2018, y aún antes, como ya sucediera en la guerra sucia de la contra en los años ochenta, el gobierno de Daniel Ortega ha padecido innumerables dificultades por la acción permanente de las fuerzas colaboracionistas internas que apoya el imperialismo.
Pese a todo el gobierno sandinista ha logrado notables éxitos en materia de economía social, en la gestión del propio covid, notablemente superior en países progresistas como Cuba, respecto a los casos de gobiernos neoliberales como Ecuador o Colombia. La apuesta por la soberanía, la colaboración sur-sur y el apoyo a pequeños y medianos productores con políticas activas de inclusión y participación ciudadana explican el amplio respaldo de la población al proyecto de Sandino en el país, así como el fracaso de la intervención golpista que ha promovido con violencia la oposición derechista y un saldo de más de 200 muertos. Pese a ello la guerra irregular, la llamada guerra híbrida no cesa, pues, como en su origen la guerra de baja intensidad, el objetivo no es tanto militar como cultural, derrotar, en el frente ideológico, la voluntad de independencia y de transformación de los amplios sectores populares que apoyan como antaño el sandinismo.
El planteamiento de este tipo de ataques es generar desconfianza en el sistema democrático, político y administrativo del país e intentar socavar su cohesión social para legitimar la restauración conservadora como ya se hiciera con la victoria de Violeta Chamorro tras el asedio y guerra abierta y permanente de la ultraderecha estadounidense y sus aliados en lo que constituyera una condena internacional del gobierno Reagan por el Irangate.
Hoy los modos de intervención no son abiertamente militares pero el objetivo y modus operandi es en esencia el mismo. Brian Fleming define la guerra híbrida como la síntesis de varios tipos de guerra: guerra convencional, guerra asimétrica, guerra irregular, guerra no lineal, ciberguerra, guerra compuesta, entre otras. En definitiva, un tipo de guerra irrestricta en la que no hay límites porque todo vale. De ahí a la impresentable calificación de El País de Nicaragua como el gulag centroamericano (proclama de propaganda ya usada en tiempos de la Contra en la prensa internacional al amparo de la Casa Blanca con la colaboración de Felipe González que ha seguido los mismos pasos en Venezuela) hay un paso.
En este sentido, cabe situar la campaña de desinformación sobre el país en el contexto, como advierte Maurice Lemoine, de la hoja de ruta de la oposición «Nica» que ha comenzado a denunciar una «farsa electoral» por adelantado. El mismo guión que en Bolivia, antes Brasil o Ecuador a pesar de que todas las encuestas dan como ganador al actual jefe de Estado, incluida la nada sospechosa agencia de investigación Gallup. Desde este punto de vista, el objetivo del golpe blando de derrocar a Ortega no es otro que liquidar el sandinismo, como antaño con Hugo Chávez o como sabemos desde hace décadas en la guerra sostenida contra Castro.
Es una ley conocida de la propaganda, personalizar, demonizar al enemigo, para abstraer la inobjetable razón moral que es la inmoralidad imperialista de revertir los cambios y avances que hasta The Economist reconoce y por el que Ortega ganó, y ganará, ampliamente las elecciones revalidando el apoyo popular al proyecto de cambio que representa, de ahí la campaña mediática cuestionando con anticipación lo que la democracia refrendará.
Es previsible por ello que, en el manejo del tiempo de respuesta variable, un aprendizaje de la experiencia aplicada con motivo del tratado de Esquipulas y la guerra de baja intensidad, se intensifiquen los ataques y la campaña de aislamiento del gobierno de Nicaragua auspiciado desde la Casa Blanca usando para ello métodos y operativos encubiertos que justifiquen ante la opinión pública internacional la remoción de un gobierno molesto para los intereses del imperio. En esta guerra, el rol de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), y la Unión Nacional Azul y Blanca (UNAB), así como la supuesta izquierda que no tuvo rubor en apoyar a la derecha electoralmente y hasta la intervención en el país, no es más que la de colaboracionistas y peones del imperialismo.
Estos “guardianes de la libertad2, “los adalides de la democracia”, terminarán sin embargo fragmentándose, como en Venezuela, porque los Chamorro y sus arietes de la OEA como Almagro no tienen un proyecto de país, sino negocios varios que más pronto que tarde terminan por entrar en crisis y en el divisionismo propio de quienes proyectan para el istmo lo ya vivido en otros territorios como Libia u Honduras. El guión es ya más que conocido y documentado y comprende desde sanciones, amenazas, acusaciones infundadas, perjuicio interno y externo, ciberataques, guerra psicológica sustentada en la manipulación y tergiversación mediática y redes sociales, el uso de la criminalidad común o la operación conjugada con determinados países, encabezados por Estados Unidos y una amplia batería de recursos propios de la retórica imperial bien detallados por Carlos Midence en su último ensayo sobre las relaciones de Estados Unidos con Nuestramérica. Como desde el siglo XIX, Estados Unidos utiliza tanto la presión bilateral a los países o instituciones que se han prestado históricamente a sus designios como formas de intervención y agresión militar en la continua ocupación de lo que considera su patio trasero, empezando a tal fin por el estrangulamiento de fondos internacionales de cooperación y continuando con el sabotaje y la financiación de la contra de ONGs.
Sobre ellas ya advirtió el politólogo James Petras en la medida que constituyen el frente cultural de la guerra ideológica, como venimos observando desde las operaciones de paz de la administración Clinton. La intervención por razones humanitarias sea en Kosovo o como ahora se propone en Cuba es un clásico del discurso de la injerencia imperialista. Así, hoy de nuevo, como en Venezuela, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); la Fundación para la Nueva Democracia (NED), creada en 1983 por Reagan para sustituir a la CIA en la organización de acciones «no armadas» en los tiempos de la Contra; Freedom House o la Open Society de George Soros financian, forman, coordinan y dan sostenimiento a la supuesta «sociedad civil» que quieren democratizar, imaginamos que como en Colombia, el país.
En la última década, se han destinado más de 80 millones de dólares a esta labor beneficiando a actores políticos como la Fundación Chamorro con las que se han ramificado las bases mediáticas internas del imperialismo : la Fundación ha estado alimentando los canales de televisión 10, 11 y 12, Vos TV, Radio Corporación, Radio Show Café con Voz, así como las plataformas digitales 100% Noticias, Artículo 66, Nicaragua Investiga, Nicaragua Actual, BacanalNica y Despacho 505, entre otros. Mientras proliferan en la prensa internacional acusaciones falsas valiéndose de la estructura concentrada de poder informativo en una suerte de golpismo mediático que hemos documentado ampliamente en nuestro estudio “Golpes mediáticos. Teoría y análisis de casos en América Latina” (CIESPAL, Quito, 2016).
La más reciente es la campaña sobre los arrestos ordenados por el ministerio público nicaragüense a sujetos que han intentado desestabilizar, promover sanciones e implorar, a los mismos Estados Unidos, que perpetre una invasión militar al país ignorando que, como en la invasión al Capitolio, hay una Ley de Seguridad Nacional que aplicar y que en algunos casos, pese a lo dicho por la prensa no eran ni candidatos como se ha querido vender en los medios.
Nada dicen los medios sin embargo sobre el financiamiento que Estados Unidos les ha entregado a actores locales para desestabilizar el país. No sé si los profesionales de la información y los guardianes de la libertad han asumido que quien revele tales realidades ocultas a la opinión pública correrán la misma suerte que Assange. El caso es que es obvio y comprobable para cualquier atento analista que no trabaje subvencionado por las generosas fundaciones privadas al servicio del imperio que la tónica de la guerra híbrida utilizada pretende desviar el cauce de las investigaciones y la aplicación del marco jurídico reproduciendo sin límites la falsedad mediante fake news, postverdades, relatos ilusorios, el adecuado framing y las no-noticias, las verdaderas bases mediáticas de las fuerzas especiales de desestabilización del sandinismo.En el mundo al revés, la detención de golpistas es un ataque a la democracia, y el derrocamiento de presidentes electos como Evo Morales la norma deseable para la restauración incuestionable del sistema. Un simple análisis del discurso comparado sobre la cobertura de la prensa internacional de la Santa Alianza en torno a las masacres y responsables del golpe en Bolivia y las recientes detenciones en Nicaragua, dejaría en evidencia las contradicciones de los medios mercantilistas en el empeño por instalar una realidad con la que legitimar lo que en verdad siempre ha procurado el imperialismo.
El talón de Aquiles que revela este proyecto de agresión es como siempre el hilo rojo de la historia y la circulación del dinero, en este caso la financiación de las fundaciones, ONGs y agencias que han sido Caballos de Troya, Cipayos, que han actuado a la sombra de los designios del imperio para revertir las conquistas históricas de soberanía y dignidad del pueblo, que, sabemos, tiene más inteligencia que lo que piensan los estrategas del Pentágono.
Nicaragua, en medio de tanto asedio surgido de los centros de poder colonial/imperial que, por diversas razones no soportan que países como éste defiendan su soberanía, resiste para avanzar y retomar el hilo histórico que, en su caso, marcó Sandino. Toda la maquinaria de propaganda es insuficiente para revertir la voluntad insumisa de un pueblo libre, por más que arrecie la campaña de desprestigio y manipulación en medios internacionales. Como describe Luis Buñuel en La edad de oro, los medios son como un escorpión que esconde en sus terminales el veneno del combate y la información, y en este terreno nos encontramos para el caso de Nicaragua. Toca ahora, desde la libertad e independencia, contar la verdad de las crónicas vertidas por la guerra híbrida imperial. Es una cuestión de dignidad y de Derechos Humanos.
Ana Rosa Quintana
Un estudio sobre liderazgo y opinión pública realizado no hace tanto en nuestro país concluía que una mayoría amplia de mujeres por encima de los cuarenta años tiene como arquetipo ideal, en un sentido proyectivo, a Ana Rosa Quintana. El dato, aunque irrelevante, considerando sobre todo los datos de audiencia, no deja de resultar llamativo. Más que nada porque ilustra el estado cultural en el que nos encontramos.
Tomar como referente y admitir en el espacio público una antiperiodista con un discurso normalizador de extrema derecha no sería tolerado en otros países de nuestro entorno europeo. Y aquí es pauta común, entre otras razones porque cumple una función estratégica para los herederos de la cultura del estraperlo y la acumulación feudal de la oligarquía que domina el país.
No viene al caso detallar aquí las razones que me asisten en tal sentencia. Da pereza intelectual ocuparse en nuestra columna de Notas Rojas de un caso semejante. Pero sí conviene advertir que los datos de audiencia van acompañados de la credibilidad y confianza del público, como en el caso del vendedor de seguros, pese a su comprobada tendencia a la falsificación y el sesgo ultraderechista en sus opiniones de andar por casa, todo para gloria de los Florentino Pérez y compañía. Por lo que, dado el espíritu y cultura política del país, puede colegirse que España no alcanzará la madurez democrática, más allá de todo formalismo institucional, hasta que los Matías Prats, los Carlos Herrera y otro tipo de gacetilleros del franquismo sociológico dejen de ser un referente de la ciudadanía. Todo proceso constituyente pasa, en otras palabras, por situar en su debido lugar a actores políticos como Ana Rosa Quintana, viva expresión de la sinrazón como negocio. Y que en los últimos tiempos abona el terreno sobre lo peor del atrabiliario modo de vida en Hispania: de la justificación de la violación y normalización de la manada a la defensa de la propiedad privada con la supuesta oleada de ocupaciones de vivienda que asolan el país, a juzgar por sus espacios reiterativos sobre el tema, pasando por la amenaza quinqui en Barcelona o la defensa de los valores ultramontanos de familia, tradición y propiedad. Una crónica reiterativa de tópicos comunes del mundo al revés que cumple un claro objetivo propagandístico, mantener el orden social disciplinando con la filosofía del cuñadismo a las multitudes que exigen pan, trabajo y libertad. No otra función vicaria tiene la crónica de sucesos.
En ‘La monarquía del miedo’, Marta Naussbaum demuestra cómo este dispositivo de poder, el miedo, es un poderoso recurso de control social. Determina por ejemplo el proceso de deliberación pública, promoviendo el individualismo posesivo y el aislamiento, necesarios para la doctrina del shock. La cultura primaria de las emociones viscerales convierte así el discurso ultramontano voxiferante en animal de compañía sin política ni mediación posible contra toda lógica o principio esperanza, alimentando en todo momento la envidia, pecado capital en España y nuestra cultura latina que encubre impotencia e inseguridad, en la forma del ingenio y el engaño que históricamente han marcado nuestra modernidad barroca. En nuestra cultura, la envidia es fuente destructiva de animadversión que reproduce la mediocridad en la política e incluso en la Universidad, por no hablar del mundo de la empresa. Es la política vengativa de lo peor, de los tristes que alimenta el escaparate de lo público. La envidia, como programa del neoliberalismo, no es el secreto de la competencia sino su negación y conecta el programa de Ama Rosa (digo bien) con Supervivientes y los reality de competencia por un mendrugo de pan.
Dejó escrito Kant que la voluntad de hacer daño solo se puede contrarrestar con cultura y educación. Así que más lectura y menos comentarios improvisados en las redes. Que para eso este país es el primero en enterrar bien, o mal. Recordemos casos como el de Blanco White que tan bien analizara Juan Goytisolo a propósito de El Español y su crítica al orden reinante en esta tierra: clasismo, anquilosamiento administrativo, despotismo cultural, fragmentación territorial y persecución al hereje. Seguimos en lo mismo, en pleno siglo XXI, aunque ahora quien preside el tribunal de la inquisición no se llame Torquemada, sino Ama Rosa Quintana, rima asonante que en la práctica es consonancia con un proyecto de país iletrado. No da ni para escribir un libro por sus propios medios, o una columna, que de todo hay en la viña de los recolectores de la acumulación por desposesión.
Ciberactivismo y nuevos movimientos urbanos. La producción de la nueva ciudadanía digital
CIBERACTIVISMO. Disrupciones, emergencias y procesos de remediación
Mediactivismo, tecnopolítica, activismo digital, movimientos en red, ciberactivismo son algunos de los términos recurrentes para designar las formas de socialización y acción colectiva que tienen lugar en procesos como Occupy Wall Street, Nuit Debout, y antes el 15M, Yo Soy 132 o la Revolución de los Pinguinos. La emergencia de nuevas formas de ciudadanía acompaña hoy la cocreación digital como base definitoria de los procesos contemporáneos de ruptura protagonizados por los nuevos movimientos urbanos. En el actual ciclo de protestas iniciado en 2011 se observan procesos magmáticos de negatividad, imaginación rebelde y resistencia instituyentes que, en lógica coherencia, demandan de la investigación en comunicación un nuevo marco conceptual para comprender la naturaleza de las transformaciones en curso. Una lectura crítica del
ciberactivismo pasa, en este sentido, por identificar los imaginarios y formas de representación del sujeto social reconociendo la radical historicidad y los puntos de fuga posibles que apunta el activismo digital. El presente trabajo avanza una propuesta conceptual que, desde la escuela crítica trata de redefinir los repertorios simbólicos y las lógicas de organización de los nuevos movimientos sociales desde un análisis
estructural y económico-político de la teoría social de la mediación. Tal y como se demuestra en el libro, los actuales procesos de movilización y acción colectiva en red no solo tienen su origen en factores materiales y de justicia social, en términos de lucha de clases, sino también plantea un reto de hegemonía en la dialéctica del Estado y la sociedad civil. En las siguientes páginas, el lector puede encontrar una crítica materialista del ciberactivismo a partir de algunos aportes fundamentales para una interpretación sociocrítica de los procesos de movilización y acción colectiva en Internet.