Marxismo y Comunicación: entrevista a Francisco Sierra Caballero

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Dr. Francisco Sierra Caballero, le extendemos un cordial saludo y felicitaciones por su nuevo trabajo académico, que consideramos no solo es un aporte a la academia, sino a la transformación de este mundo asediado y corrompido por el sistema capitalista. Sobre todo en la comunicación, la que se ha prostituido, dejando clara la postura de grandes medios mercantilistas que siguen sosteniendo, y tapando los crímenes del genocida más respetado del mundo llamado «capitalismo». En esta ocasión quien le envía las preguntas es Roberto Cadena.

¿Desde hace cuánto tiempo tenía pensado escribir un libro donde se unieran estos conceptos, el Marxismo y la Comunicación?

Agradezco este espacio y la entrevista, es un placer. Realmente, es un proyecto de largo recorrido, y en el que sigo trabajando. Este libro es un primer aporte. Hace diez años, al concluir mi mandato como Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, con el duro trabajo que tuvimos que asumir de transformación del sistema universitario al modelo de convergencia europeo, decidimos renunciar a la opción abierta de relección y dedicarme a recuperar la pasión perdida, por las obligaciones del cargo, de leer y escribir. En particular, éramos conscientes de la falta de teoría crítica en comunicación y en particular la ausencia o vacío de teoría marxista sobre los medios. Convencido de la necesidad de asumir ese reto, nos fijamos un plazo largo de tiempo para explorar las fuentes, recuperar de Marx a  Žižek los aportes materialistas al análisis de la ideología y la comunicación contemporánea, y sentar las bases, casi con un voluntad enciclopédica del conocimiento avanzado en esta dirección. La idea es proyectar tres volúmenes en diez o quince años de trabajo. Pero finalmente el editor vio necesario avanzar un primer aporte, considerando la ausencia de literatura especializada en la materia.

¿Cuánto tiempo le llevó y cómo fue la preparación de revisar bibliografía, releer textos y empezar a escribir este trabajo?

Este es un problema que a Postone o a Zemelman le gustaría discutir. Como bien sabe, el tiempo es la base de la teoría del valor, y en el Capitalismo Cognitivo, de ello algo trato en el libro, nos encontramos con serias dificultades de ponderar el tiempo concreto de producción. Por ejemplo, para el caso del libro, han sido solo dos años, pero si remitimos a mi proyecto de tres volúmenes sobre las bases materialistas de la teoría crítica de la comunicación, estaríamos en diez años, y si consideramos que mis anotaciones, estudios y algunos escritos, por ejemplo el dedicado a Brecht, arrancan en los años ochenta, diríamos que es imposible marcar una temporalidad exacta.

¿Qué metodología utilizó y en qué consiste?

Hicimos un trabajo de reconstrucción histórica de los debates desde el marxismo sobre comunicación y cultura, y un análisis filológico de algunos conceptos fuertes, como es el concepto de mediación.

¿Podría explicar detalladamente su metodología?

Como corresponde a una perspectiva materialista, no se trata de un análisis historicista, sino más bien de poner a dialogar los textos, o la producción intelectual, con los contextos históricos y las disputas  de la hegemonía en el campo de la comunicación y la cultura: de Marx a nuestro tiempo, por ello concluimos debatiendo sobre la Comunicología y la función del intelectual en la era del Capitalismo Cognitivo y el asalto neoliberal a las universidades. Es decir, siempre se procura triangular el discurso científico con el proceso real y concreto, con la experiencia histórica, con la lucha de clases que recorre la historia de las ideas y las disputas del sentido sobre la comunicación en cada época.

¿La teoría crítica de la mediación social es el punto de convergencia en su propuesta de Marxismo y Comunicación?

Sin duda. Primero porque el concepto de mediación es de origen hegeliano y conecta la comunicación con los procesos sociales más amplios. Este concepto, cuya densidad está por trabajar a conciencia, es la base para una perspectiva materialista de la comunicación. En otras palabras, no se trata de pensar los medios sino de comprender las articulaciones de la mediación social que afectan al proceso de reproducción social y a la lucha en la estructura de clases.

¿En este trabajo también se encuentran críticas a los medios mercantilistas servirles a este sistema?

De forma tangencial. El proyecto de crítica de los medios los he abordado en otros trabajos como La guerra de la información (CIESPAL, Quito, 2016) o en Introducción a la Comunicología (ACCI, Madrid, 2019). Tenemos pendiente además un proyecto en la Fundación de Investigaciones Marxistas sobre Medios de Comunicación y Lucha de Clases en España, pero en este libro abordamos más bien las cuestiones epistemológicas y de Teoría de la Comunicación que han jalonado el debate comunicológico desde el punto de vista académico, por más que se aborden cuestiones centrales sobre el poder y control de la información.

¿En el texto también se puede encontrar una crítica al capitalismo comunicacional o en la comunicación desde el marxismo?

En efecto. Quisimos retrotraer las ideas germinales del marxismo, los escasos aportes materialistas en comunicación y cultura, a la situación actual. Por ello, hay en el libro dos partes bien diferenciadas. Una primera sobre las fuentes y aportes fundamentales, aunque no han podido ser abordados todos (esta tarea, como decimos, será objeto de un volumen en proceso de elaboración) y una segunda parte centrada en la crítica del Capitalismo Cognitivo o de Plataformas Digitales. En este ámbito se retoman abordes del neomarxismo italiano, críticas de la mediación social de la ciencia, y cuestiones sustanciales sobre antagonismo y lucha de clases en la era digital. De hecho, dirijo ahora un proyecto de I+D sobre CIBERACTIVISMO (www.cibermov.net) que nos han permitido pensar algunos de los problemas presentes en el libro y en la llamada cuarta revolución industrial.

¿Este trabajo también apela a la idea de incentivar y seguir construyendo una comunicación popular?

En especial, cuando abordamos la vigencia de Gramsci. Me alegra saber que Siglo XXI (Akal) traduzcan obras fundamentales, además de los Escritos de la Cárcel, del filósofo italiano porque se ha leído poco y mal y para el campo de disputa de la hegemonía comunicacional, el pensador sardo nos deja muchas lecciones. En los capítulos dedicados a su figura y aportes a la comunicación popular creo que el lector puede sacar varias conclusiones necesarias para articular procesos de contrahegemonía en la disputa por el sentido social.

¿Por qué la necesidad de repensar una teoría crítica de la mediación social?

Al menos por tres razones, creo yo. Primero, antes que nada, siguiendo a Adorno, la teoría o es crítica o no es teoría. Alguien tan poco sospechoso de ser marxista como McQuail reconocía hace décadas la ausencia de teoría normativa en el campo de la Comunicología. Por tanto precisamos pensar mejor esta dimensión central en la reproducción social, y no solo hoy que la comunicación nos invade, sino desde la era de la propaganda de masas. En segundo lugar, porque hay que reconocer que el marxismo tiene un histórico agujero negro no cultivado, pese a la multitud de experiencias ricas y productivas de transformación que ha tenido, por ejemplo, en América Latina, la comunicación popular. Es necesario, en fin, teoría que dialogue con estas prácticas emancipadoras. Por otro lado, además, en tercer lugar, el centro de las transformaciones de nuestro tiempo con la revolución digital exige, perentoriamente, una fundamentación teórica más amplia. En un entorno complejo, diverso, de transformaciones aceleradas, de integración de procesos y lógicas históricamente compartimentadas y hoy convergentes, no podemos comprender y avanzar los cambios y líneas de fuerza del desarrollo histórico sin pensar relacionalmente, esto es, sin pensar críticamente, conectando aspectos, formas, procesos y contenidos que atraviesan las mediaciones cognitivas de nuestro tiempo.

¿En qué aporta este trabajo a la formación de las y los futuros comunicadores y periodistas?

Al menos en dos sentidos, uno: rastrear el hilo rojo del pensamiento materialista en comunicación, con sus debates y límites históricos de desarrollo, así como las ausencias y lagunas por cubrir, al tiempo que, en segundo lugar, el libro ofrece lecturas contemporáneas, algunas de fuste, como la lectura de Bolívar Echeverría sobre nuestro campo, que sirven de guía para interpretar nuestro presente. Al menos, modestamente, es lo que hemos intentado, pero eso los lectores y, sobre todo, los movimientos sociales y contrahegemónicos han de valorar. Mi labor es trabajar para dar herramientas. Y desde hoy, escuchar, cultivar la escucha activa para seguir aprendiendo desde el sur y desde abajo.

¿Qué otros proyectos académicos tiene pensado a futuro?

Sigo con un volumen sobre la genealogía del pensamiento marxista de Marx a la Escuela de Frankfurt y este año terminamos nuestro informe de investigación sobre ciberactivismo con trabajo de campo en España, Chile, México, Brasil, Portugal e Italia. Un proyecto importante que llevamos realizando hace cuatro años y que ha dado lugar a varias publicaciones. Además de ello,  esperamos lanzar el proyecto colectivo que antes cité de Medios de Comunicación y Lucha de Clases en España. Confiamos que sea un hito. En fin, trabajo para cambiar el mundo en tiempos de pandemia y conservadurismo. Y desde la Comunicología tenemos mucho por hacer, multiplicando el pensamiento de la autonomía, construyendo alternativas y esperanza de vida, como hacen con este blog. Mis felicitaciones. Y a vuestra disposición siempre.

NOTA DE PRENSA COMPLEMENTARIA

FRANCISCO SIERRA PUBLICA MARXISMO Y COMUNICACIÓN

El Catedrático de la Facultad de Comunicación, Francisco Sierra, acaba de publicar MARXISMO Y COMUNICACIÓN. Teoría Crítica de la Mediación Social en la colección Pensamiento de la editorial Siglo XXI. El libro, prologado por el prestigioso intelectual Armand Mattelart, ofrece al público las líneas maestras de fuerza que sistematizan algunos de los principales aportes de la visión materialista para ir sentando las bases de desarrollo del pensamiento emancipador en comunicación desde la tradición marxista.

El ensayo, además de rendir tributo al sabio de Tréveris, ha sido escrito con la intención de aportar al lector elementos básicos para una necesaria crítica materialista de la mediación social y alumbrar una evidencia inexcusable en tiempos de libre comercio: la dimensión política de toda mediación cognitiva.

La conexión entre los aspectos culturales y comunicativos, los tecnológicos y económicos, y los político-informativos y tecno-estéticos que están en la base del modelo de análisis marxista puede en este sentido, cuando menos, definir un marco lógico de comprensión global. Fruto de la interrelación existente entre los diferentes niveles de acción, este marco resulta revelador tanto de los problemas de orden práctico, como la lógica desinformativa de la posverdad, como de aspectos sustantivos de los modelos de representación ideológica presentes en la práctica teórica contemporánea. Más allá y más acá de Marx, la revisión de los aportes seleccionados a lo largo del libro pueden contribuir a despejar cierto desdibujamiento que sobre la teoría marxista han querido proyectar culturalistas o funcionalistas reciclados al identificar la teoría crítica con el modelo economicista de la vulgata al uso sobre las teorías del control social frente a la compleja lectura propia de un pensamiento relacional que tiende a pensar la realización de la lógica del valor y el fetichismo de la mercancía desde una definición materialista consustancial a toda mediación social.

Francisco Sierra (www.franciscosierracaballero.net) es Catedrático de Teoría de la Comunicación e Investigador del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura (INACOM) en la Universidad de Sevilla. Director del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (www.compoliticas.org), Director del Departamento de Periodismo I  y Editor de la Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación (REDES.COM) (www.revista-redes.com), ha trabajado como experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana en la Comisión Europea y otros organismos internacionales como la UNESCO y UNASUR. Presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (www.ulepicc.org), en la actualidad es Director de la Sección de Comunicación y Cultura de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM).

Pospolítica y neotelevisión

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La era de la postpolítica no es la del reality show ni la producción del espectáculo en vivo, sino más bien la era de la postproducción y la ley de hierro del orden narrativo del nuevo espíritu del capitalismo. Esto es, lo verdaderamente real, lo determinante, lo que sobredetermina la escena en pantalla está más allá, y no es visible al público, con independencia de lo que la natural improvisación de los actores declama.

En otras palabras, siempre hay un guion que define los roles de cada figurante en La Isla de las Tentaciones, pero la tentación no está en la casa de Gran Hermano sino, como el capital, en la captura a posteriori, en la edición, en el making off del carrusel permanente con el que nos vienen entreteniendo en la parrilla programática de la vida en común.
Solo así es posible entender qué se representa en la invasión del Capitolio y no quedar petrificado con el espectáculo obsceno que vimos en vivo y en directo. Pues, sí o sí, la coyuntura es solo el objeto contingente de actuación de la práctica política.
El problema es que nos hemos acostumbrado a todo lo contrario por el efecto de los medios y la reducción de la política a mera actualidad de un presente perpetuo, desconectando hechos, como esta parodia, de la gestión de la crisis de 2008, cuando más resulta necesario vindicar el principio o hipótesis de trabajo relacional y cuestionar cómo hemos llegado a este estado de excepción.

¿De dónde vienen, por ejemplo, redes como Club for Growth, Family Research Council y otras sectas ultras que amenazan nuestro futuro y reeditan experiencias anticipadas por Heritage Foundation o Moral Majority? Colectivos que Fox News y Breitbart News realimentan en la producción de ideología supremacista como parte de una escaleta bien calculada para cumplir con la narrativa de los intereses creados.

Lamentamos decepcionar al lector. No fue Trump el principal productor de esta distopía. Como hemos dejado evidenciado en diversas obras sobre la propaganda, fueron Reagan y luego Obama quienes convirtieron la Casa Blanca en un plató de televisión, en un espectáculo total –un signo indudable del neobarroco–, con una puesta en escena de emociones, humor, tensión dramática, de acuerdo al guion efectivo preparado en cada momento para consumo y deleite de la audiencia.

La única novedad o radical diferencia de Trump, más allá de su cretinismo –similar por otra parte al de  Reagan– es que su programa The Apprentice, en la NBC, era un reality show y no un espacio divulgativo. Si Isabel Pantoja o Cristina Cifuentes hoy traspasan las fronteras de lo pensable vía un programa de talentos o Supervivientes es que, en la era de la neotelevisión, domina la cultura bastarda, la contaminación y la confusión de actores, gentes, géneros y estéticas.
Así, el dominio y el gusto por sociópatas como Tony Soprano o el protagonista de la serie YOU, o de nuevo Drácula en Netflix es nuestro Baal de Brecht y el Pato Donald, versión soft, de Mattelart. Donald (como el Pato) Trump, explica James Poniewozik, crítico de The New York Times, creció con Disney, que demonizaba a los nativos americanos, mientras en los ochenta del glorioso neoliberalismo de la era Reagan el imbécil cowboy de medio pelo se imaginaba como protagonista de Dallas o Dinastía.
Nada que ver con las pendejadas de la Academia de la Historia que, como la Academia de la Lengua, se ha vuelto lenguaraz, y no lo digo por el escritor insulso bocachanclas que todos tienen en mente. El – dícese– escritor Juan Van-Halen confunde en sus diatribas de ABC «descentralización de las redes» con «desinformación» y «falsedad», como si los medios fueran garantía de transparencia y siguieran el debido protocolo deontológico.
«Posverdad», según la RAE, es la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y actitudes sociales. Justo lo que hacen cada día los muchachos de OKDiario y los hijos de Berlusconi de Mediaset, por no hablar de la Sexta y el universo Planeta.
En suma, aunque les pese a los macarras de la moral, los principales artífices de las falsas noticias, oído al parche, no se pertrechan en Twitter, ni parten del rumor anónimo del WhatsApp, propio de situaciones de crisis como la del Capitolio, sino fundamentalmente en los medios periodísticos y las fuentes oficiales, sean las del hijo de Nerón, pato Donald Trump, o las del pulcro y cosmopolita ejecutor contra las libertades llamado Macron. Por cierto, ahora que pienso, ahí siguen los chalecos amarillos, dando una lección de escuela de ciudadanía, de pedagogía democrática, señalando que no cesarán en su voluntad y saber más allá del pogromo neoliberal y de lo que digan en el parte de guerra del noticiero diario.
Saben, ciertamente, que la autonomía y el antagonismo son la base específica de mediación social de la política para una vida digna. Las clases, explicaba Poulantzas, son siempre portadores de estructura. Los sujetos son porque están siendo, advertía E.P. Thompson. Pero ¿cómo están siendo en la era de la postelevisión?
Sabemos que el arte de la desinformación consiste en desilustrar, a nivel de conciencia, con una narrativa de la confusión, siempre seductoramente espectacularizante. Pero toda lucha tiene memoria y los idiotas no son tanto los esclavos como los señores de la nada, con cuernos o no, que de todo hay.
En suma, la amoralidad de la pospolítica algo tiene que ver con la paleotelevisión. Aunque empiezo a pensar que lo que ilustra mejor la decadencia del imperio, más allá de vergonzosos episodios como el que se ha vivido en Washington estos días, que se encuentra siempre en las pantallas del patio trasero, a través de series de culto como La Casa de las Flores. Qué curioso: hemos de ir, paradójicamente, a la ficción para comprender la actualidad noticiosa. Cosas del mundo al revés.

Monarquía y régimen informativo

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Cuando, en los términos que hizo célebres Gramsci, lo viejo no acaba de morir, la narrativa se puebla de vampiros, dráculas y otros personajes parásitos que evocan o proyectan nuestros miedos e incertidumbres. Del Frankenstein de Mary Shelley y la escritura de El Capital y de The Walking Dead al cambio social que se avecina, la era de los muertos vivientes es el tiempo de emergencia de lo nuevo en el que aún malviven, a costa de la vida y la juventud, figuras retóricas de lo informe.

Ello explica la moda por el turismo gore (dark tourism) en ciudades como Sarajevo, la proliferación de series como Chernobil o el consumo de cómics al uso que seducen a la nueva generación millennial o como queramos definirla. En estas y otras manifestaciones culturales, no olvide el lector que estamos ante un epifenómeno de la ficción que, en las propias noticias, es una constante del periodismo snuff. El gusto por los muertos vivientes es una característica del régimen informativo del 78.

No de otro modo se explica que Ana Rosa Quintana, esa gran periodista del (sin) corazón, nos advierta que a la monarquía, aún putrefacta, ni se la toca, no se la puede tocar, porque es intocable, como en la India cierta casta. Lleva razón esa gran líder e intelectual orgánica del IBEX 35, Díaz Ayuso: no todos somos iguales, Juan Carlos I es diferente, no tanto respecto a la oligarquía a lo Florentino Pérez.

La distinción en fin es clasificación, pero la farsa informativa que, a fuerza de repetir quiere hacernos convencer que Felipe VI está muy preparado y es diferente, ya no nos deja claro de qué diferencia hablamos: de la diferencia de la diferencia o de la diferencia de los iguales o sin nada. Porque algunos vemos lo mismo de siempre.

Advertía Gabriel Tortella de los Borbones franceses, tras años de exilio y el retorno en 1815, que ni habían olvidado nada, ni habían aprendido nada. Algo parecido se podría decir de la monarquía en España, incapaces de entender la patria ni sentir el palpitar de la potencia plebeya.

Por ello, en modo alguno sorprende que Felipe VI siga acomodado en la espiral del disimulo del facherío ultramontano y golpista. Otra cosa es lo de los medios que, cuando menos, nos suliveyan. Si la monarquía constitucional en España es un oxímoron imposible e indeseable, lo de los medios no tiene remedio.

De la falta del decoro y el insulto zafio y ridículo del converso ex Bandera Roja a los vendepatrias y anunciantes de seguros por doquier, pasando por los bustos parlantes que solo entienden de economía neoliberal, nuestras pantallas y ágora informativa están infectadas por la pandemia de la infoxicación vociferante.

En palabras de Víctor Sampedro, los periodistas y columnistas españoles actúan, por lo general, según una suerte de obediencia debida, más propia de cuerpos uniformados, que en crisis como los atentados de Atocha o con la crisis de la monarquía por los papeles de Suiza actúan de forma monolítica, uniformados en el orden reinante de la vulneración de los derechos de todos, quizás por ello, digo yo, la profesión periodística y los medios españoles son los peor valorados de la UE. Alguna razón debe tener la plebe para tanta desafección.

A ver si muertos ya los que hace tiempo debieran estar enterrados, Queipo de Llano inclusive, logramos revivir otras formas, otras voces y otros modos de decir y hacer el más lindo oficio del mundo: la democracia lo agradecería más hoy cuando el coronavirus, como antes el 15M, ha deconstruido la cultura zombi de un sistema que ni vive ni deja vivir.

El movimiento instituyente debe, por ello, desplegar redes de solidaridad y confianza y medios alternativos. Empezaremos por decir lo que hay que hacer en el oficio y esperamos que la pedagogía democrática haga su trabajo: otra comunicación para construir lo común.

La Encrucijada de Canal Sur

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La convocatoria de huelga de los trabajadores de la RTVA de hoy y mañana y la tramitación de los nuevos presupuestos del Gobierno de la Junta, con un recorte radical de la partida destinada a la principal empresa cultural de la región, marcan un antes y un después en la historia de la autonomía y el futuro de Andalucía. El panorama institucional que se dibuja en la actual coyuntura política no sólo amenaza la viabilidad y desarrollo sostenible de Canal Sur sino, más allá aún, la propia pervivencia de un tejido o industria audiovisual históricamente dependiente del ente autonómico por la falta de políticas activas del Ejecutivo andaluz. Llama en este sentido la atención el errático razonamiento de algunos portavoces de la derecha mediática sobre lo que está en juego a este respecto. Una vez más, como con el concurso público de RTVE, se sigue sin entender la naturaleza de servicios públicos esenciales, el sentido, en fin, del dilema en liza con la radiotelevisión pública y que, en modo alguno, es una cuestión fundamentalmente de empleo, ya de por sí importante por su volumen, sino antes que nada nos enfrentamos a la pervivencia de un sector y polo de desarrollo necesario para la vertebración territorial. La intervención disonante de algunas firmas en pro del austericidio contra la RTVA sólo se explica por la supina ignorancia o la voluntad de expropiación de lo común, una lógica que reincide en la histórica anomalía de un servicio radiotelevisivo siempre cercado al amparo de un modelo de gestión y organización institucional que no es razonable ni puede ser normalizado, a poco que se compare con otros países de nuestro entorno. Sea como fuere, este tipo de discursos nos sitúa ante una encrucijada y una disputa sociocultural que, en forma de crisis, puede resultar una oportunidad para la transformación y modernización de la empresa. Ésta es, de hecho, la firme voluntad de la sociedad civil que se ha agrupado en la Plataforma para su defensa como servicio público.

Ante el dilema de reforma o liquidación, la derecha en Andalucía ha optado por la vía fácil, como antes hizo en Valencia y Madrid, con el conocido fracaso económico a resultas de una deriva política, revertida en tribunales, más propia de formaciones premodernas que de una concepción liberal equiparable en el espacio de integración de la UE. Puede el lector revisar los estudios de ULEPICC que hemos venido presentando en sucesivos congresos sobre la baja financiación que tienen nuestros medios públicos en comparación con la media comunitaria o la ausencia de órganos fiscalizadores como el Consejo Superior del Audiovisual en Francia. Este déficit democrático explica por qué se impone el espíritu Urdaci y se traspasan todos los límites deontológicos en los modos y usos de un canal público para mayor gloria de quienes siempre se opusieron a la propia autonomía andaluza, negando por activa y por pasiva una Andalucía soberana e independiente, cultural e informativamente. En este escenario, no parece factible, si es coherente con los valores de la profesión y el desarrollo de la autonomía que marca el Estatuto, la continuidad de Juan de Dios Mellado como director general del ente público.

La apuesta por la alianza con Vox del PP y Ciudadanos supone una ruptura en toda regla del marco estatutario como espacio de convivencia democrática, lo que se manifiesta no solo en este capítulo, sino en temas sensibles como la educación, la desigualdad de género o la propia institucionalidad de nuestra autonomía. Del cierre solicitado de la RTVA, inviable estatutariamente, a la herida de muerte presupuestaria hay solamente un paso. De resultar exitosa esta apuesta política acabará no sólo con la principal empresa autóctona de comunicación, sino con las formas germinales del audiovisual andaluz, sea cine, producción serial o animación.

Por ello es el momento de vindicar un Canal Sur de todas y para todos, un canal público desgubernamentalizado, atento a la identidad andaluza, ejecutora de los planes de educación, cultura y desarrollo regional, dando voz a los actores locales en los ámbitos de proximidad, sosteniendo un polo industrial, un cine propio con proyección y voluntad de futuro, una radiotelevisión pública motor de la convergencia tecnológica, la innovación social y cultural, a partir de la renovación e incremento de su plantilla con la vista puesta en ampliar el marco de actuación hacia sectores estratégicos como la industria del videojuego y la televisión a la carta donde la RTVA puede y debe explorar sus potencialidades. De ello depende, sin duda, no sólo el futuro de la profesión, sino la calidad de la democracia y la propia autonomía. Pues sabemos que el primer derecho es el derecho a luchar por tener derechos y esto no es posible sin el Derecho a la Comunicación. Sin voz, ni medios públicos, que es la condición indispensable para ello, no hay democracia ni habrá autonomía. La ciudadanía andaluza agrupada en la Plataforma en Defensa de la RTVA es consciente de este hecho histórico y se ha constituido para, justamente, hacerlo efectivo: por España y por la Humanidad.

Información y dominio público

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Los medios masivos de comunicación, advertía Wright Mills, dicen al hombre quién es, le prestan una identidad, le dicen qué quieren ser proyectando sus aspiraciones vitales, para ello le muestran cómo lograrlo, por qué medios o recursos, y, finalmente, le dicen cómo han de sentirse, contribuyendo en el plano de la fantasía a resolver las contradicciones propias del modo de vida americano o, si prefiere el lector, del capitalismo puro y duro.

Esta dinámica que incide en la expropiación del dominio público es el principal obstáculo para la construcción de cultura republicana en países como España y no es nuevo. La deriva del periodismo en la producción del consentimiento y la lógica del autoritarismo premoderno se viene dando invariablemente desde el siglo XIX.

Se afirma, con frecuencia, que el efecto burbuja de incomunicación es un producto de las redes sociales propio de la era Internet, pero esta lógica de la repetición y la indiferencia es consustancial a la cultura de masas, a la pulsión de muerte que, como denunciara el situacionismo, define la lógica escópica del espectáculo en nuestro tiempo. Como advierte Daniel Blanchard, nada tan mórbido como un telediario. El mejor medio de impedir a la gente pensar y expresarse de modo autónomo es ahogarles en el flujo prefabricado de la emisión en línea, de acuerdo al modelo de edición de las industrias culturales por el que otros definen las palabras con las que imaginar y representarnos lo real. El lazo social directo – escribe Blanchard – el tejido social que se teje hilo a hilo, entre cercanías, es reemplazado por un lazo tele-social, por decirlo así (a distancia), que mediatiza la relación, sondea nuestros sueños y calcula nuestras opiniones en un continuo proceso de expropiación y extrañamiento.

El resultado de duopolios como el que sufrimos en España ya saben cuál es. En palabras del afinado Gore Vidal, tenemos un régimen socialista para los ricos y de libre empresa para los pobres que es presentado como un gran teatro de las ilusiones, y a veces un circo acrobático a lo Sálvame o el programa de Ana Rosa, que para el caso no hay diferencia sustancial. No olvidemos que la industria del espectáculo proviene, como Cantinflas, de la barraca de feria y en ese escenario seguimos.

Ejemplo sintomático de ello es la cobertura del conflicto en Cataluña o los sucesivos montajes recientes del imperio de los sentidos que domina en el orden reinante de los medios como arietes contra Unidos Podemos y el gobierno de coalición. La experiencia acumulada de ataques a las posiciones progresistas es amplia. Recuérdese la campaña de acoso y derribo sufrida por Julio Anguita, que ejecutara el periodista Rodolfo Serrano y su jefe, Ciudadano Cebrián, ejemplos de mala práctica profesional pensada para evitar el gobierno del demos. Llama por ello la atención que, en esta perversa dialéctica del periodismo contra lo público, el medio de referencia dominante, El País, haga una hagiografía de su fundador, con motivo de su retirada de la primera línea de actuación del grupo PRISA, poniendo en valor su contribución a un oficio que siempre menospreció en su empeño por incluso evitar la creación de las Facultades de Comunicación para la acreditación profesional que él, como Mariló Montero, no estaba dispuesto a certificar. Permita el lector unos breves apuntes a este respecto porque la nota, por antológica escritura del disparate, es un ejemplo contrafáctico de lo que debería ser, en verdad, el periodismo. Según el diario de los fondos buitre, el fundador de El País es un punto de referencia, una fuente de inspiración, de brillante trayectoria, “un éxito de referencia ejemplar”, según Antonio Caño, que dudo lo compartan la mayoría de redactores, columnistas y público en general que han asistido perplejos a la decadencia e historia de un fracaso anunciado liderado por el factótum del Colegio del Pilar, en este caso, no sabemos si por falta de criterio, probablemente, o por nula formación como periodista. Convendría saber, por cierto, si el autor de la nota estudió Ética y Deontología Informativa, dado que, vistos los antecedentes, es razonable dudar que en su currículo figure la licenciatura en Ciencias de la Información. Si fue a clase ese día, a diferencia de Pablo Casado, no le cundió para nada. Pues lo que ha sufrido El País es un desprendimiento de RETINA en toda regla que le ha dejado ciego, no mudo, pero sí sordo ante las tropelías que ha vivido, en términos de derechos y libertades civiles, la ciudadanía en España. Lo más divertido, no obstante, de este despropósito de despedida a toda página del fundador del grupo PRISA resultó ser que la nota fue publicada tras el titular que rezaba “Una docena de lobbies acapara el poder en España”. Pues eso. Larga vida al César. Mientras tanto, como reza un principio de la Internacional Situacionista, otros somos conscientes que la comprensión de este mundo no puede fundarse más que en la contestación y esa contestación no posee verdad ni realismo sino en cuanto contestación de la totalidad. Una práctica en las antípodas del modo de concebir y ejercer el periodismo en este reino de España.

Se presentó el libro de Francisco Sierra “Marxismo y Comunicación”

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La Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, la editorial Siglo XXI de España, la Universidad de La Frontera (Chile) y la Red de Carreras de Comunicación Social y Periodismo (RedCom) presentaron vía Zoom el libro “Marxismo y Comunicación. Teoría crítica de la mediación cultural”, escrito por el catedrático español Francisco Sierra Caballero. La actividad contó con la participación de la decana de nuestra Facultad Andrea Varela, del referente del Centro de investigación de la Frontera (UFRO) Carlos Del Valle y del presidente de RedCom Diego de Charras. La moderación estuvo a cargo de la profesora e investigadora Patricia Vialey.

Al abrir la presentación del libro, Francisco Sierra explicó: “Tratamos de hacer pensar a la academia desde otra perspectiva. Cuestionamos la práctica teórica. Eso hace que rompamos algunas reglas tradicionales”. El autor de la obra agregó que “En las últimas décadas estamos viviendo un proceso de privatización en las academias y esto se agudiza con la pandemia. Están creciendo las universidades privadas y especialmente las corporativistas, esto por ahí se ve más claro en Europa”.

Sierra también habló de las fakes news y dijo que “se piensan como una invención de las redes sociales y no es así, los responsables son los medios de comunicación desde hace muchos años”. Además añadió que “la izquierda ha pensado poco y mal desde el campo de la comunicación. Pero en los últimos años ha empezado a pensar y a tener más creatividad. En América Latina la izquierda ha estado a la vanguardia y ojalá que en Europa pase lo mismo”.

Durante el encuentro Varela indicó que “es una obra imprescindible e ineludible para quienes trabajamos el campo de la comunicación académica. Es una obra excelente para trabajar en nuestras aulas”. La decana agregó que el autor propone que toda intervención debe analizarse desde una perspectiva política y cultural y, en ese sentido, expresó: “Hay que retomar las memorias colectivas de las que estamos hechos y la obra de Sierra nos ayuda para hacerlo”.

Por su parte, Diego de Charras señaló que “Sierra es un referente en el campo de la comunicación y teorías. También tiene un rol muy activo como productor de textos. Es un ejemplo como académico de la comunicación y como militante en Europa y América Latina”.

En tanto, Carlos Del Valle Rojas manifestó: “Del libro quisiera destacar tres ideas, una es la que plantea Francisco como una recuperación de principio, pensar de otro modo. Una especie de cosmovisión material”. El investigador agregó que otra de las idea es la del sujeto que debe ser liberado de las cadenas opresivas que lo mantienen alienado. Por último, abordó la idea de que” la textualidad permite pensar de otro modo”.

Durante el encuentro participaron también los/as/es comentaristas Claudia Rojas (RedCom), Emiliano Sánchez Narvante (Instituto Aníbal Ford FPyCS) y Gabriel  Negri (Ciceop).

El libro aborda la teoría crítica, que explicó el fundamento materialista de la sociedad y sus estrategias para transformarla como un nuevo desafío. El autor propone comprender la sociedad del siglo XXI repensando cuestiones esenciales de la teoría del valor, la semiótica y la reproducción del sistema social situando la comunicación como una cuestión central.

Francisco Sierra propone una lectura marxista de la mediación social a partir de un análisis sintomático que hace emerger lo real, proyectando nuevas prácticas instituyentes, un nuevo pensamiento y praxis social para pasar de la cultura de la resistencia a la comunicación transformadora.