El panel que se presenta a continuación es fruto de un conversatorio sostenido como parte de la investigación doctoral de uno de los autores. En una era marcadamente globalizada, desde políticas públicas que tienen aceleradamente que buscar subvertir los efectos tan nocivos y estructurantes del neoliberalismo, las ciencias sociales están conminadas a repensar su contribución, aguzar su esfera de acción social, así como las universidades y los espacios educativos en general. En estas páginas se dan cita un importante grupo de expertos que aunque de disímil procedencia geográfica y formación cognitiva, interpelan los mismos desafíos y reubican a la comunicación como encargo estratégico para las sociedades latinoamericanas. Reflexionar en el caso Ecuador es apenas el pretexto de convocatoria para que importantes comunicólogos y catedráticos vertebren sus valoraciones sobre tópicos tan escasamente abordados desde la literatura gris y la producción científica indexada como la relación entre medios universitarios y educación a nivel social y comunitario en nuestros países; vínculos y deudas con el desarrollo local; agentes y actores a pulsar en una gestión mancomunada y multiactoral, partiendo de las realidades de sus propios países.
Autor: Albert
Fascismo digital
El ruido digital nos obnubila el cerebro, nos distrae de lo esencial. La generación neskuik o colacao debiera, por lo mismo, renunciar a la instantaneidad como cerco o matriz opresiva, por contribuir al cultivo de una cultura de la desidia y la obediencia debida que amenaza la democracia. El procesamiento estresante de la información tiene de hecho efectos inmediatos en el comportamiento y actitudes y, por ende, en la dialéctica política que transforma la democracia en memocracia.
Las violencias vividas en el entorno de Ferraz y el Congreso tienen, como toda forma de disciplinamiento, un precedente simbólico, un cerco informativo que lo hace posible y blanquea o justifica. Ello es posible por las condiciones sociales de recepción de los discursos del odio. Así, el efecto burbuja da cuenta de un ecosistema cultural aislacionista, con pérdida de sentido y morada, y un ethos como refugio del mundanal ruido, amenazado por la disolución del vínculo y lo común. El intrusismo digital es lo que tiene, la imposición de una economía de la distracción (que llaman, para equivocarnos, de la atención) que todo lo ocupa. Los datos son reveladores. Ya en 2016, cada usuario miraba el móvil 80 veces al día, hoy más de 270 veces. A ello cabe añadir el integrismo nacionalcatólico, el conservadurismo cultural y la deriva autoritaria de la oligarquía en las pantallas de los medios mercantilistas, la llamada oportunamente caverna mediática. Como resultado, la cueva digital es hoy una suerte de enclaustramiento vidrioso, el cierre social de un espacio supuestamente libre o neutro que nos retrotrae al feudalismo y la servidumbre de los señores del aire o más bien sería preciso calificar a los Musk de turno como mercaderes de la información.
De la competencia por tomar la palabra y decir a la cultura de la atenta escucha, del monólogo narcisista al diálogo cooperativo, de la unidireccionalidad a la cultura Wikipedia hay una brecha por salvar que afecta sobremanera a la izquierda y a la que históricamente hemos prestado poco o nulo interés. No sabemos si el tecnofeudalismo es un régimen de información de la cultura visual o memética o el imperio de los necios. Lo cierto es que si esto último se verifica se impondrá, al socaire del mal gobierno de los memos, borbónicamente hablando, la hoja de ruta del capital financiero internacional.
La clave está en cómo apropiarnos de estas lógicas de intercambio. Si bien es cierto que la era del collage, la era de la copia, en la cultura de la repetición y el remake característica del revival, una forma antiestética y postvisual del orden que reina en la cultura digital, convengamos en reconocer que la adaptación creativa de las culturas subalternas siempre es posible. Y como bien reza el sentido común “hasta que el pueblo los plagia/los memes, memos son/y cuando los plagia el pueblo/ya nadie sabe el autor”. Pues la era del montaje no la define la lógica de la emulación a lo Sálvame, sino el principio de producción de lo común siempre y cuando se pase de la risastencia a la resistencia. De la cultura del chascarrillo nacional a la carcajada y el humor proyectivo. Lo contrario es el imperio del entretenimiento, lo que Daniel Triviño denomina la memetización de la política. La fantasía de la nada. Un espacio de circulación en la que todo vale y que facilita el orden de la sinrazón, la pura barbarie como violencia simbólica internalizada por youtubers y aficionados a la superchería publicitaria de una suerte de narcisismo primitivo. Ya ven, estamos de nuevo en la antipolítica o la politización del arte del disimulo. La historia como farsa. Toca pues pensar este tiempo neobarroco.
El derecho a tener derechos
Este 2023 se han cumplido 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un hito histórico que ha servido, desde su aprobación, para construir, a partir del sistema de Naciones Unidas, un marco de referencia básico para la vindicación de la vida, para proyectar horizontes de progreso y garantizar la dignidad de los pueblos.
Un documento, en fin, que interpela a gobiernos y poderes económicos, un texto que sigue vivo y que debe ayudarnos a perfilar una nueva agenda común acorde a los nuevos tiempos, a pesar del incumplimiento sistemático en la mayoría de los países de las más de quinientas lenguas a las que ha sido traducido.
Aún hoy, el ideal de la Declaración aviva de hecho los movimientos por las libertades civiles y las luchas por la igualdad y la justicia social en todo el mundo, a modo de guía o marco de actuación de los pueblos que resisten en demanda del buen vivir y la defensa de principios básicos de convivencia.
Cierto es que la celebración del aniversario tiene lugar en un momento de grave crisis global impugnatorio del valor efectivo de la Declaración, con guerras genocidas como la desplegada contra el pueblo palestino por Israel, o la ola neofascista que amenaza derechos fundamentales y extiende el discurso del odio por todos los medios imaginables sin apenas contención.
La falta de firme voluntad política de la mayoría de los gobiernos en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 y el crecimiento de la desigualdad y la pobreza en el mundo mientras se concentra la riqueza en las oligarquías cosmopolitas del gran capital transaccional hacen por ello urgente un compromiso histórico de la ciudadanía para disputar el sentido común dominante en la actual coyuntura histórica y avanzar propuestas y plataformas colectivas en pro de la justicia global y de la vindicación.
Iniciativas enterradas en la agenda informativa de los medios tras el caso Pinochet, como la justicia universal frente a la impunidad de los poderes fácticos y criminales de guerra que, hoy por hoy, ponen en serio peligro incluso la supervivencia de la propia especie y del planeta.
Todos somos conscientes que los retos que ha de afrontar la humanidad en los próximos años son descomunales. Tanto que la percepción generalizada del común de la gente es la imposibilidad de cambiar el curso de la historia, presa de la sensación de impotencia y vulnerabilidad ante los abusos de los poderes económicos hegemónicos.
Si pensamos en Andalucía, la situación no puede resultar más acuciante. A la cabeza de los índices de pobreza infantil de la Unión Europea (UE), concentramos diez de los quince barrios más pobres del país, un déficit de infraestructuras y desequilibrios económicos notorios, más allá de la financiación insuficiente de la autonomía, y una dinámica de vulneración acentuada y continua de derechos fundamentales que se traduce en menor esperanza de vida y la pérdida del principio esperanza con el que afrontar el futuro como comunidad política
Ante el inicio de esta XV Legislatura, hemos asumido, en congruencia, el reto de movilizar a la sociedad civil andaluza y construir porvenir en común con ilusión y decidida voluntad de exigir lo que corresponde a los poderes públicos, empezando con una proposición no de ley dirigida a promover desde el Ministerio de Derechos Sociales un plan de choque contra los barrios y vecinos olvidados de nuestras ciudades.
Fieles al legado del padre Bartolomé de las Casas, nos negamos a aceptar, en pleno siglo XXI, pensando desde el sur y desde abajo, la indignidad del colonialismo interno y el mal endémico de un sistema económico excluyente que niega la igualdad y la justicia social en virtud de las supuestas imperfecciones de la democracia.
Un sistema de representación que no tiene la virtud de luchar denodadamente y corregir tales desmanes no puede apelar al demos ni tiene razón de ser. Del mal gobierno de la mano invisible de los poderes del IBEX 35 a la servidumbre de los profesionales del silencio, sirva pues la conmemoración de este 75.º aniversario para desplegar el principal derecho que animó y da sentido a la Declaración: el derecho a luchar por tener derechos, pues es sabido que todo derecho que no se defiende –así reza la memoria de los pueblos– es derecho que se pierde. Y en Andalucía, las clases populares aprendimos bien la lección.
Francisco Sierra sobre despenalizar las injurias a la Corona: “Confiamos en que el PSOE haya entendido el mensaje”
El diputado de Sumar, primer presidente del Ateneo Republicano de Andalucía, analiza la situación de la monarquía y el futuro de la república.
De nuevo el Congreso vuelve a tramitar una propuesta para suprimir los delitos de injurias a la Corona y del enaltecimiento del terrorismo. En la anterior legislatura, ninguna de las presentadas por Unidas Podemos, ERC y EH Bildu fructificaron. La de ahora, impulsada por Sumar, lo intentará otra vez. Su objetivo es «derogar y modificar aquellos artículos del Código Penal que chocan frontalmente con la libertad de expresión o que tienen un difícil encaje en un sistema democrático”. Charlamos con el diputado de Sumar por Sevilla, Francisco Sierra, primer presidente del Ateneo Republicano de Andalucía.
¿Confía en que esta vez sí se logre despenalizar los delitos de injurias a la Corona
Sí, confío por tres razones. Primero, porque los estándares internacionales de libertad de expresión así lo exigen y en la UE nos han llamado la atención por esta anomalía democrática como sucediera con la figura de desacato. Es un compromiso del presidente Sánchez y confiamos en que esta vez sea realidad. Sumar lo exigirá. En segundo lugar, la amenaza censora de la ultraderecha en Europa exige una apuesta por las libertades públicas, y el gobierno de coalición y los apoyos parlamentarios deben cumplirse. Y por otra parte la nueva generación de jóvenes, el conjunto de la ciudadanía, no aceptaría un incumplimiento.
Vemos a diario las consecuencias de un Código Penal más propio del siglo XIX que del XXI. No podemos permitírnoslo. En tiempos de amenaza a la democracia, fortalecer nuestro sistema exige reforma y apertura, y confiamos en que el PSOE haya entendido el mensaje.
¿Cómo está viviendo la ‘operación Leonor’?
Nuestro grupo, Sumar, no asistió al juramento de Leonor. Como partido republicano, defendemos los valores democráticos en su radicalidad cívica, lo que excluye la forma monárquica de Estado. Dicho esto, la operación Leonor no sólo resulta inconsistente sino una farsa por el bajo apoyo popular, especialmente entre las nuevas generaciones. La historia, por otra parte, de esta dinastía anida en el imaginario y memoria popular. Hablamos del peor lastre de la historia de España: una monarquía corrupta, indolente, autoritaria y peripatética.
¿Cree que la operación pasa por relanzar la monarquía tras el declive causado por el rey emérito? Es decir, ¿está el propio rey Felipe VI depositando en la nueva figura de Leonor la ‘salvación’ de la monarquía?
La monarquía es insalvable desde su origen franquista y el claro posicionamiento con la derecha y la extrema derecha. Y los recientes acontecimientos del referéndum en Cataluña y la investidura del segundo gobierno de coalición. Es insalvable por la corrupción y por la apropiación como antaño de los sectores ultramontanos. En otras palabras, es más propia de una monarquía absoluta en valores que de una vocación democrática. En los usos y abusos de posición y en los intereses que representa.
¿Qué valores o nuevos valores cree que está intentando proyectar la monarquía a través de la figura de Leonor? Se habla de feminismo, compromiso climático… Incluso hubo quien dijo que se estaba rompiendo un techo de cristal al ser mujer…
La operación Leonor no aporta valor alguno. Ni en su educación, militar y en la estela de su padre y el sucesor de Franco, ni en la ejemplaridad, educada en colegio privado. Ni en igualdad porque el cambio constitucional y el techo de cristal presupone que nadie asume la jefatura del Estado por ser quien es sino por elección.
¿Cree que, en algún momento, se reformará la Constitución para incluir la perspectiva de género y modificar, por ejemplo, el artículo machista de sucesión al trono?
Queremos reformar la Constitución, por ejemplo, para incluir el lenguaje inclusivo. La sucesión al trono de una mujer refuerza el modelo patriarcal que representa la Corona. No es compatible una política feminista con la asunción de privilegios de clase.
¿Cómo ve hoy el futuro de la III República?
Que el CIS no sondee sobre el parecer de la ciudadanía española en torno a la forma de Estado es revelador de un estado de la opinión pública poco proclive a la monarquía. Las consultas populares en el ámbito universitario son indicativas de esta tendencia. Otra cosa es la fortaleza del proyecto republicano. Hace unos años fundamos el Ateneo Republicano de Andalucía, que tuve el honor de presidir, justamente para impulsar los valores cívicos de libertad, de igualdad y de fraternidad impregnando nuestra cultura de la virtud y ejemplaridad del trabajo en común. Del cuidado de lo público. Y en este empeño queda mucho por avanzar tras décadas de neoliberalismo que han socavado las bases de las convivencia y principios como el de responsabilidad, phronesis y solidaridad.
¿Cómo se logra?
Las fuerzas republicanas tienen que estar mejor organizadas. Con una propuesta clara y compartida de modelo de Estado para la ciudadanía. Sin ello, va a ser imposible avanzar. Y esta es la tarea de las fuerzas de progreso: una nueva Constitución, un nuevo pacto de Estado instituyendo la forma republicana como vector de fuerza de las reformas y regeneración que precisa este país. Y, contrariamente a los que piensan que ello será posible a partir de Cataluña y el País Vasco, creo que se equivocan. Como pensara Gramsci, la cuestión meridional es estratégica para que España deje definitivamente el bucle recursivo del siglo XIX. Creo que la solución ha de venir desde el sur, desde Andalucia, y desde abajo, a partir de la pulsión plebeya y subalterna de las clases populares.
Francisco Sierra, el negociador a la izquierda del PSOE: «No podemos permitirnos otra legislatura de Moreno Bonilla»
El diputado de Sumar teje una candidatura única que sea capaz de cogobernar con el PSOE y terminar con la mayoría absoluta de Moreno Bonill.
La ruptura de Podemos con Sumar en el Congreso de los Diputados levantó muchas cejas en la izquierda patria. Pero no en Andalucía, donde la calma fue generalizada. La comunidad más poblada de España es definida como un oasis de “estabilidad y diálogo” por Francisco Sierra Caballero, que espera que la vía de la izquierda andaluza pueda influir a nivel nacional.
Francisco Sierra, diputado de Sumar por Sevilla en el Congreso, es Catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla. Es además un conversador que conecta temas e ideas con referencias latinoamericanistas sobre el control de los medios de comunicación, la calidad democrática y cita a nóveles como Thomas Picketty o figuras como Marx.
Sierra es defensor de lo que define como “constitucionalismo colaborativo”, que implica que la escucha en calles, barrios y pueblos cristalice en un cuerpo legal más justo e integrador. Se confiesa alertado por la degradación de los servicios públicos en Andalucía, por la deriva del tejido universitario, y por la voracidad de las grandes digitales y la IA en los medios de comunicación, lo que “nos degrada como sociedad cada vez más polarizada”.
Su rostro ganó popularidad en las últimas elecciones andaluzas. En el debate televisado por Canal Sur, en el que ignoró a la candidata de Vox, Rocío de Meer. Aquella estrategia, confiesa ahora, “no la repetiría, no se entendió mi silencio como una resistencia pacífica. Era una manera de no contribuir a la bola de nieve de intoxicación” que para el de Sumar representan los planteamientos de la ultraderecha. En cualquier caso, su discurso ahora aboga por dialogar y, sobre todo, escuchar.
Su nombre siempre aparece como una de las avanzadillas de “cascos azules” que tejen el diálogo y erigen infraestructuras de entendimiento. En las anteriores elecciones andaluzas trabajó mucho porque hubiera una candidatura única en la izquierda. Ahora, afirma que el grupo parlamentario Por Andalucía donde Podemos, IU, Más País y Sumar conviven, no corre peligro.
“Nuestro objetivo es que toda la izquierda esté incorporada a Sumar Andalucía, tenemos aún que definir la forma”, detalla. El próximo 19 de febrero, adelanta a ElPlural.com, se perfilará el funcionamiento orgánico de un nuevo bloque que esperar contar con Podemos o Adelante Andalucía, “un eje rojo, verde, violeta y andalucista”.
La “unidad dialogada” emerge como prioridad ante la actual mayoría absoluta del PP “que no llegó por mérito de la derecha, sino por demérito de la izquierda”, asume. Afirma estar convencido de que Andalucía cuenta con una “mayoría social que quiere progreso y no lo que estamos viviendo: un supuesto gobierno moderado que es en realidad una derecha ultramontana que recorta, destruye servicios y gestiona mal”.
Diálogo a izquierda y derecha
El diagnóstico desde Sumar es claro, Andalucía gestiona mal los fondos europeos, no desarrolla medidas estatales como por el ejemplo el bono joven de alquiler, por lo que es necesario que haya voces andaluzas y andalucistas en el Congreso. “El diálogo con Podemos es ahora muy importante, la unidad en la izquierda están en el ADN de Podemos, así que no vamos a optar por una situación de repliegue de la identidad política por culpa de formaciones partidarias. Necesitamos un frente amplio y andaluz”.
Asume que Podemos tiene derecho a contar con portavocías a nivel estatal, pero lamenta los desplantes públicos hechos hacía Yolanda Díaz. Aún así, aspira a crear un espacio en el que Podemos en Andalucía esté cómodo para que el frente andaluz “sea una alternativa de gobierno”.
Sobre la relación del bloque de la izquierda andaluza con el PSOE, de nuevo, debe ser “un gobierno de diálogo, como a nivel estatal”. “Espero que Juan Espadas entienda que no podemos permitirnos otra legislatura de la derecha por el grado de deterioro de los sistemas públicos en educación o sanidad”.
También se diferencia del PSOE en temas derechos sociales y políticas económicas, en materia de vivienda pública o políticas ambientales. En estos cambios agradece que el PSOE haya “abandonado su posición tradicionalmente liberal” para acercarse a algunos de sus postulados, “pero, por ejemplo, en lo económico, nosotros tenemos posicionamientos mucho más avanzados. No podemos seguir siendo una economía de turismo y ladrillo”.
Respecto a las relaciones con la derecha, Sierra lamenta el posicionamiento de bloques de los de Feijóo y su estrategia de “acosar desde las varonías y las autonomías al gobierno central”. Es “sorprendente” que ahora que “por primera se cumplen las reivindicaciones andaluzas de una mejor financiación autonómica, el PP ni siquiera se siente a negociar”.
IA y medios de comunicación
Francisco Sierra forma parte de las comisiones parlamentarias que debaten sobre la RTVE, sobre ciencia, innovación y universidad y sobre calidad democrática, entre otros asuntos. En el contexto actual, con la revolución tecnológica de la IA proyectando dudas e incertidumbres, aboga por la reducción de la jornada laboral ante la robotización y automatización de procesos productivos para “repartir trabajo y ganar calidad de vida. El trabajo no debe asumir la carga de la revolución científico-técnica, tiene que hacerlo el capital por ser el principal beneficiario”.
También aborda la realidad mediática e informativa con la generación automática de contenidos en las redacciones periodísticas, “no podemos permitir que se sustituya a periodistas por robots”, alerta.
Destaca el papel de las grandes corporaciones como Google y sus motores de búsqueda y agregadores de noticias que “están destruyendo nuestra industria informativa, pero también son redes que crean un ambiente tóxico que deteriora las relaciones sociales. Esto es muy patente en la política y los dirigentes que gobiernan a golpe de tuits… como sociedad nos debilita, no solo por el número de palabras y caracteres, sino también por el tono”.
Privatización en quirófanos y aulas
Expone que su trabajo en la próxima legislatura estará muy ligado al trabajo para desarrollar competencias digitales, no solo en jóvenes, también en adultos. Es la “mejor manera” de preservar la soberanía tecnológica, cultural e informativa del país», asegura.
En este aspecto, señala la importancia de que las universidades públicas cuenten con autonomía y fondos para seguir investigando y formando. Todo lo contrario al panorama actual. Sierra, que fue decano de la Facultad de Comunicación hasta 2010, conoce bien el tejido universitario andaluz.
La Junta de Andalucía acaba de autorizar la implantación de nuevas universidades privadas merced a su mayoría absoluta en el Parlamento. Sin embargo, advierte Sierra, “son universidades que están en fraude de Ley, porque la propia comunidad universitaria dice claramente que estas nuevas entidades no cumplen los requisitos legales”.
Señala que el modelo universitario de Moreno Bonilla nos lleva hacia un sistema sin prestigio y de precariedad laboral, “el problema es que estas universidades privadas tienen clientela porque se debilita por sistema a la pública mediante la falta de financiación, la precarización de condiciones y la falta de apoyo a la investigación”. La Junta de Andalucía, señala, “nunca ha cumplido” los marcos de financiación de la universidad pública.
El resultado del deterioro del sistema universitario “es el mismo que vive la sanidad. De hecho, se pueden conectar: crece la medicina privada a la par que crecen las universidades de medicina privadas”, apunta. Desde la Junta de Andalucía señalan que la crisis sanitaria de las listas de espera tiene que ver con la falta de sanitarios. Sin embargo, Sierra punta a los contratos temporales de unos sanitarios precarizados. «No es que falten médicos -y sí admito que tenemos una ratio muy baja en comparación a Europa- pero lo que realmente falta es una política que brinde estabilidad y oportunidades de desarrollo profesional adecuadas».
Como conocedor de otros contextos socioeconómicos, detalla que este modelo de “mercantilización de la educación o la sanidad es un modelo ya colapsado en EEUU; Chile o Ecuador”, porque son modelos que no cohesionan y solo se desarrollan “en base a desigualdades territoriales”.
Por último, afirma sentirse retado por el mandato de que su trabajo parlamentario traiga cambios sustanciales y de servicios y oportunidades para alguno de los barrios más pobres de España. Precisamente, 6 de los 15 barrios con menor renta per cápita de España están en Sevilla.
Pero su trabajo también se traslada a pueblos y zonas rurales donde cree que «Sumar y la izquierda no tiene que cambiar de políticas, pero sí tenemos mucho que aprender sobre cómo darnos a conocer», reflexiona. Admite que los grupos de la izquierda posterior al 15M tienen un carácter «urbanita, hispter y elitista» que les aleja del votante rural y a una desafección con el votante más tradicional.
Apuesta por la escucha con esos votantes tradicionales para evitar el efecto Chile, en el que las propuestas renovadoras han sido rechazadas por las propias cases medias y populares por ser demasiado progresistas en la penúltima consulta constitucional. «Eso es un error, porque precisamente, los campesinos pequeños y medianos son los más beneficiados con nuestras políticas», reflexiona. Asume que le queda mucho trabajo, mucho diálogo y educación con gran parte de la sociedad no urbanita; pero también con la izquierda más acantonada para crear menos división electoral.
Entrevista a Francisco Sierra en Acento Andaluz | 7TV Andalucía
Portavoz de Sumar en comisión de RTVE reivindica el «concurso público» para «avanzar en la autonomía» del ente
El diputado nacional de Sumar por Sevilla, Francisco Sierra, que va a ejercer como portavoz de su grupo en la comisión mixta del Congreso con el Senado para el control parlamentario de RTVE, ha reivindicado el «concurso público» para la elección del consejo de administración de la radio televisión pública para «avanzar en la autonomía» del ente.
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El caso Rayo McQueer: ¿puede un vídeo viral de TikTok poner en jaque a una cafetería franquicia?
“Me da igual que no hayas consumido para entrar al baño. No me debes un café ni una botella de agua: me da igual. ¿Quieres un descuento? Descuento aplicado. No quiero ver el cupón: me da igual. ¿Que te quedas en la cafetería sin consumir? Me da igual, yo voy a seguir cobrando 5 euros la hora”. Gracias a esta declaración de solidaridad pringada –dependientes y usuarios de las macrocadenas cafeteras son, a menudo, parte de una misma clase social avasallada–, Carmen Merina, alias @rayomcqueer_ en las redes sociales, se convirtió en un fenómeno viral. Empleada de una franquicia de esas de bollería glaseada, cafés en vaso de plástico, bandejas, colas y cartones sellables, esta cordobesa de 24 años afincada en Granada consiguió con un vídeo de TikTok publicado el pasado octubre enseñar la patita como influencer de la precariedad laboral y algo todavía más serio: convertirse en meme. También otra cosa no menos importante: que la despidieran.
“Efectivamente, me han echado”, anunciaba Merina en un nuevo vídeo el 19 de noviembre. De acuerdo con su testimonio, los responsables de recursos humanos de la empresa, alertados por su espumeante celebridad –además de multiplicar seguidores en las redes, ha acudido como invitada al programa de debate político La Sexta Xplica–, decidieron prescindir de sus servicios alegando que no parecía “contenta con su puesto”, y acompañando su arenga con “un dossier enorme” lleno de pruebas que, supuestamente, justificaban la decisión (a saber, imágenes de las cámaras de seguridad en las que se ve a Merina sellando de más una tarjeta de fidelización) para evitar que impugnase el despido como improcedente. La propia interesada no parecía demasiado afectada ni sorprendida por el movimiento. “Me da igual”, advertía incidiendo en la coletilla que la ha hecho famosa, “me voy a otro sitio a que me exploten exactamente de la misma manera”. Pero sus fans decidieron tomar represalias contra la cafetería que la había despedido.
Pese a que Merina nunca mencionó de forma explícita cuál era su empresa, en Twitter se acabó filtrando que se trataba de una sede granadina de la franquicia Bombón Boss. En pocas horas, el perfil de Google de la cafetería en cuestión se llenó de calificaciones negativas. “Despiden a sus empleados por tratar a los clientes como seres humanos y no mercancía”, decía un usuario en una reseña. “La verdad es que ha bajado mucho su nivel desde que cambiaron el personal”, aseguraba otro. La afectada respondía en redes así al apoyo de sus seguidores: “Estáis tan loquites os amo tanto!!!!!!!!!”. En apenas un mes, Rayo McQueer ha pasado de precarizada a vengadora. Ahora bien, ¿podría esta reacción llegar a tener consecuencias para Bombón Boss?
Gabinete de crisis (reputacional)
Cynthia Galán, directora de la agencia de marketing Gastrosapiens, especializada en hostelería, cree que la crisis reputacional abierta por Rayo McQueer exige medidas drásticas. “En casos así, hay que ser muy honestos. Gran parte de los problemas de reputación negativa de un negocio de restauración vienen de exempleados descontentos. Ante un tema de este calibre, la empresa debería analizar qué ha pasado y valorar si esa elección fue o no la correcta y ser transparente para limpiar su imagen, porque el daño es bastante grande”, analiza la experta. (Preguntados por la polémica de Rayo McQueer, desde Bombón Boss se comprometieron a dar su versión de los hechos en una entrevista telefónica; al cierre del artículo, esa llamada no se ha producido).
Galán, que tiene más de quince años de experiencia en el sector, defiende que una gestión negligente de un problema de imagen pública puede acabar gangrenando la viabilidad comercial de un negocio. “He visto cerrar muchas empresas por una crisis de reputación, casi siempre por no dejarse aconsejar cuando estalla”, admite. Las reseñas de usuarios –y sus inevitables y temibles puntuaciones en forma de estrellita– son el gran mendigo de Mulholland Drive que, a la vuelta de la esquina del inconsciente, protagoniza las pesadillas hosteleras. “Por la estadística que conocemos, el 94% de las personas consultan reseñas antes de tomar una decisión sobre a qué restaurante ir. La decisión final se toma entrando en la ficha de Google; antes Tripadvisor y El Tenedor tenían mucho peso, ahora Google los está eclipsando. Lo primero que ven es una puntuación, y lo mínimo imprescindible que debería tener un restaurante es un 4,2, siendo recomendable llegar al 4,5. Si hay menos, tenemos un problema”, manifiesta la responsable de Gastrosapiens.
Ante la avalancha de comentarios negativos, Galán propone “reuniones internas con el equipo y el cliente” para “escuchar al usuario” y aprender de su experiencia. Y en casos de campañas dirigidas de críticas destructivas –lo que se conoce como review bombing–, da la siguiente receta: “Primero, debemos responder a esas reseñas de forma individualizada, aportando argumentos. Y segundo, hay que hablar con Google. En nuestra experiencia, la primera y la segunda reseña es relativamente fácil que la retiren, pero si es algo repetitivo, a Google le saltan las alarmas y piensa que estás tratando de retirar todas las reseñas negativas. Por último, toca hacer una campaña más agresiva para conseguir reseñas positivas y que las malas se diluyan”.
Tras años de trabajo lidiando con el algoritmo del principal motor de búsqueda del mundo, Galán ha aprendido que los elogios no tienen el mismo peso que las invectivas. “Tú puedes recibir al día diez reseñas de cinco estrellas y no pasa nada, eso sí, como llegue una reseña de una estrella, tu puntuación va a bajar, por lo que los negocios necesitan generar constantemente un volumen de reseñas positivas y constantes”, revela. Por eso las campañas organizadas como la surgida a raíz del despido de Carmen Merina son efectivas. Así lo confirma también Marcos Minondo, cofundador de la compañía de marketing corporativo Imfluenciar. “Cualquier empresa se puede ir a la quiebra por una crisis reputacional, yo lo he visto”, asegura en conversación telefónica con elDiario.es. Y no sólo en el mundo de la restauración. “Muchas empresas de construcción han tenido que cambiarse de nombre o de sociedad para aspirar a promociones futuras debido a las críticas recibidas por promociones anteriores”, insiste.
Del sindicato a las redes
Visto lo visto, el caso Rayo McQueer insinúa una lectura alentadora para la clase trabajadora: tenemos a todos los malos bajo nuestra bota o, mejor todavía, bajo el pulgar que pulsa, inquisitivo, las estrellitas que acabarán por volar, uno a uno, nuestros grilletes. Y sin embargo, bueno: la realidad no es tan azucarada. Una empresa de restauración, pequeña, grande o mediana, dispone de otras empresas, en este caso de marketing, capaces de guiarla en el tejido y el destejido de los algoritmos de la economía digital. Y los trabajadores, ¿qué tienen? Ah: suena una música ensoñadora de arpas y una voz penetrante dice desde el fondo de nuestras conciencias: “antaño tenían sindicatos”. Pero (siempre hay un pero) esa tradición (analógica) de la lucha sindical parece haber sido reemplazada por la moda (digital) del influencerismo y el ciberculto a la personalidad. De la bomba Orsini del Liceo al estallido viral del like; del tic-tac al TikTok.
Lucía Aliagas, coordinadora nacional de Acció Jove de CCOO en Catalunya, explica este trasvase por un desprestigio de la lucha sindical en beneficio del discurso neoliberal, que prima la respuesta individual sobre la colectiva. “¿Quiero un aumento salarial? Hablo con mi jefe. ¿No estoy contento con mi jornada laboral porque hago más horas de las que me tocan? Intento negociarlo yo solo con recursos humanos. El ciberactivismo es sólo un síntoma de esta dinámica: como yo mismo soy el protagonista y no me planteo la organización colectiva, cuando tengo un problema o quiero defender una causa lo hago desde mi cuenta de Twitter, Instagram o TikTok con el objetivo de viralizar”, razona Aliagas.
Pese a todo, esta sindicalista es más integrada que apocalíptica y cree que las sinergias entre la calle y las redes sociales son no sólo posibles, sino necesarias. “El sindicalismo no se puede quedar anticuado ni desactualizado de los avances tecnológicos y digitales que estamos viviendo”, sentencia. Aliagas reconoce que ha seguido la denuncia de Rayo McQueer por las redes y le ha parecido de cierto valor pedagógico. “Para las empresas, la imagen de la marca es crucial, y en el caso de Rayo McQueer esta ha quedado extremadamente perjudicada debido a que se filtró el nombre poco después de su despido. Sinceramente, creo que la cafetería ahora sólo puede seguir el camino de mejorar las condiciones laborales de sus compañeras para no empeorar su imagen de marca, que al final es lo que más les interesa”, resume.
Menos optimista se muestra el catedrático de Comunicación por la Universidad de Sevilla Francisco Sierra. Consultado para este artículo de cara a desencriptar las tinieblas matrix del trending topic como cóctel molotov contemporáneo, este académico, especializado en la dimensión política de las nuevas tecnologías, recela de la marea de reseñas falsas como ofrenda fanática de solidaridad hacia Rayo McQueer. “Muchas de estas acciones se plantean individualmente como salida a situaciones opresivas, y da lugar a prácticas erráticas que generan desconfianza, y el gran problema de la infocracia y las fake news es justamente la confianza”, expone. Para el catedrático, el ciberactivismo como evolución contemporánea del agitprop “es compatible y puede ser útil en el concepto de violencia simbólica, y más aún en las iniciativas de sabotaje, boicot y formas soterradas de resistencia sindical”, ahora bien, “si se desliga acción en redes de organización social, el poder informativo de lo digital es nulo”.
Del país de los camareros al país de los influencers
Quizás lo peor que podemos hacer los agentes mediáticos encargados de analizar el impacto de una denuncia viral de este calibre, y sus polémicas y requiebros posteriores, es concederle demasiada importancia al ruido que nosotros mismos contribuimos a generar, a golpe de titular. “De servir cafés, ¡a estrella de las redes!” (emoji de una bomba nuclear sombrereando una cabeza). “De estrella de las redes, ¡a ser despedida por su empresa!” (emoji de grito de Munch). Por más que los periodistas soñemos con un antes y un después en las relaciones laborales tras el éxito de un TikTok, a veces detrás de una joven elocuente y videogénica no hay un nuevo Ravachol –ni tiene por qué haberlo–, sino simplemente eso: una joven elocuente y videogénica con ganas de generar contenido.
Desde el estallido del incidente McQueer, han hablado sus fans (los que le dicen “yas queen”), han hablado sus detractores (los que le dicen: “¿qué esperabas subiendo ese vídeo a TikTok?”?); y en este artículo han hablado, también, ingenieros del marketing, sindicalistas y profesores. Todo en orden. Pero faltaba por hablar ella. La protagonista fue contactada vía correo electrónico de cara a concertar una entrevista para este reportaje. No respondió la propia interesada, sino un hombre muy amable llamado Eric que se presentó como “talent manager de Carmen” y que pidió conocer “el tono del artículo y las preguntas” antes de trasladar la propuesta a su cliente. “Tenemos la agenda un poco apretada estos días”, añadió. Finalmente, no se acabó de apalabrar una entrevista.
Es natural: Carmen barra Rayo no tiene la obligación de ser un referente del movimiento antitrabajo. Y nadie puede reprocharle estar contenta (como seguramente estará) al cambiar el despacho de cafés por ese futuro brillante que tan fácil nos resulta a todos imaginar: de charla con Samantha Hudson en una tertulia de Playz sobre el lenguaje inclusivo, compartiendo anécdotas de los peores clientes que tuvo de camarera con Inés Hernand y Nerea Pérez de las Heras en Saldremos mejores, alguna alfombra roja, alguna promo con Prime Video, quizás un podcast en Podimo (o elDiario.es, por qué no). Una proyección meteórica que, eso sí, se siente más como un ascenso en la cadena alimentaria turbocapitalista que como una ruptura de cadenas. De un trabajo malo a otro menos malo (aunque esplendente); de ser explotada a ser autoexplotada.
En el libro Al menos tienes trabajo (Antipersona), Naiara Puertas autopsia algunos de los vicios más pegajosos de la sociedad contemporánea con la cultura laboral. Tras ver el vídeo en el que Rayo McQueer anunciaba su despido, la escritora publicó en Twitter: “La visibilización de la precariedad nos va a llevar por delante. Hay que darle una vuelta a cuándo ser contenido y cuándo no. Le ofrecerán trabajo en algún sitio y en breve (porque es viral y atrae gente) y entonces aparte de trabajar estará obligada a generar contenido constante. Y cuando deje de ser rentable, a la calle. En fin, que a lo mejor podía haber luchado el improcedente o nulo pero era más importante la rendición de cuentas a los fans del TikTok”.
En conversación con elDiario.es, Naiara Puertas ahonda en esta reflexión. “La pregunta del millón es, ¿para qué quieres que se te vea? ¿Verte, o contar, es un medio para algo superior o es un fin en sí mismo? El problema que veo [a las denuncias virales] es que, si bien empiezan usándose como complemento, la misma inercia de la red social la convierte en fin: la gente dice: ‘reina’ o que está ‘sirviendo coño‘ y la interpelada dice: ‘a ver por qué no voy a vivir yo de esto”.
Puertas pone como ejemplo una entrevista reciente de Merina en El País donde anuncia que ya tiene ofertas para hacer colaboraciones a cambio de 600 euros. Y sobre su nueva carrera como influencer en manos de talent managers, se pregunta: “¿Tendremos vídeos de denuncia de las condiciones laborales de la agencia? Pasaremos del país de camareros al país de influencers. En la era del empoderamiento se ha puesto en un altar el ‘aquí estoy yo’ y eso tiene bastantes lagunas. Que algo sea muy público no lo convierte automáticamente en una denuncia ni quiere decir que vaya a aportar nada a luchas colectivas, sólo que a ti se te va a ver mucho. Y hay muchísimos colectivos que se presentan como tales que no son más que agregados de individualidades, especialmente los que operan en redes bajo ciertos eslóganes y no sabemos muy bien a qué más se dedican en el mundo de ahí afuera. Compartir muchos contenidos no es actuar, más bien al contrario”, concluye.
Tenemos pocas certezas sobre las condiciones laborales de nuestros influencers en el futuro. Tampoco alcanzamos a imaginar en qué términos evolucionará el ciberactivismo, o si las nuevas generaciones redescubrirán las virtudes de las alianzas sindicales. Pero sí sabemos algunas cosas de nuestro aquí y ahora, porque ciertas mecánicas del sistema exigen que todo sea predecible.
Al día siguiente de la publicación de este reportaje, una dependienta cansada de Bombón Boss servirá un café moca chocolate a otra persona igual de cansada a cambio de 3,85 euros; los jefes de la dependienta conseguirán remontar la media de su franquicia en Google Business gracias a la agresiva campaña de una agencia experta en reputación online; y los fans de Carmen Merina que pusieron reseñas negativas en ese café dedicarán su ira a otro asunto igualmente justo e igualmente popular despachado a voces en la lonja de X, antes Twitter. Todo mientras los directivos de las franquicias cafeteras del mundo ingenian nuevos nombres irracionales para sus imitaciones de los Manolitos; mientras Elon Musk agita otra vez el algoritmo de su red social, convertida en una tragaperras de la crispación; mientras los arquitectos del marketing influencer buscan nuevos talentos a los que pasear por los podcast de España; y mientras los periodistas husmean en los residuos de los fenómenos antes mencionados, a ver si hay algo que dé para tema. El único rayo que ni cesa ni se agota es del clin-clin.