CAPITALISMO FINANCIERO Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN. De la guerra económica en Ecuador o Grecia

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Los planes desestabilizadores de las clases acomodadas en Ecuador dan qué pensar. Más allá de la reedición de la historia como farsa, los acontecimientos en curso apuntan la necesidad de abordar cuestiones sustantivas sobre el decir (información) y el hacer (acción política) en tiempos de libre comercio; primero porque socava las bases de toda posible convivencia democrática, y segundo debido a que el conflicto, la guerra económica y social, anula toda posibilidad de mediación pacífica, ya que instaura la violencia como forma de resolución del antagonismo y salida a la crisis. Esto es, en el escenario que configura el Capitalismo Cognitivo, que toda voluntad de construcción de alternativas democráticas es tipificada como utópica, como inviable, o directamente fuera de la ley, en función de un proceso de inversión semiótica por el cual el capital rentista aparece como única garantía de salida a la propia crisis, dado que el capital financiero apuesta sobre el futuro y funciona como una representación general de nuestras futuras capacidades productivas comunes. “[Aunque] el lucro del capital financiero es probablemente la forma más pura de expropiación de lo común” (Negri & Hardt, 2004, p. 182).

 En las nuevas condiciones del capitalismo extremo, las clases dominantes recurren a una lógica de los silencios que establece marcos normativos y constitucionales de excepción y exclusión de toda mediación democrática. Como advierte David Harvey, el capitalismo del siglo XXI parece estar tejiendo ahora una red de restricciones en las que los rentistas, los comerciantes, los magnates de los medios de comunicación y, sobre todo, los grandes financieros, exprimen despiadadamente el flujo vital del capital industrial productivo, la riqueza social general, en función de sus propios intereses, recurriendo para ello a fórmulas virtuales y físicas de extensión del terror. La pérdida de control de la política monetaria y, en general, el dominio del capital financiero internacional, en su ofensiva de recomposición de la tasa de ganancia, se ha traducido, especialmente, en el propio campo de la comunicación, en la imposición de la lógica especulativa, de subasta y concentración, liquidando todo control público (sea eliminando proyectos institucionales de regulación o interviniendo contra gobiernos de progreso que no garantizan la flexibilidad necesaria para un rápido e intensivo proceso de acumulación, en virtud del programa de legitimación del proceso de expropiación).

En este escenario, al tiempo que se precariza la autonomía del sector de la comunicación y las condiciones de producción de los intermediarios políticos y culturales, los Estados-nación ven cercados sus dispositivos de regulación de las políticas públicas por una cobertura espectacular de la crisis que naturaliza el Estado Nacional de Excepción Permanente, lo que en algunos casos se ha traducido en procesos de privatización de los medios públicos, su reducción drástica (en personal laboral e incidencia social) cuando no su cierre extraordinario, como sucediera en el caso de Grecia.

El proceso de acumulación del capital, ahora no es de otro modo posible. Ciertamente, la revolución digital ha liquidado, en el tiempo y en el espacio, los límites de explotación, intensificando la movilidad del capital por medio de la financiarización de la economía. La recomposición de las condiciones sociales existentes para la recuperación de la tasa de beneficio del capital rentista solo es posible a partir de las contrarreformas por las que políticas públicas de mediación autoritarias, basadas en el principio de gobernanza y excepcionalidad, hacen posible la expropiación de la riqueza y la contención de las demandas sociales.

En esta lógica devastadora y liquidacionista, el papel de los medios de comunicación, como intermediarios simbólicos, adquiere una función nuclear que ha de ser pensada desde la perspectiva crítica de los Derechos Humanos. La regulación y control de la información en el mercado de valores constituye de hecho un problema estratégico para el propio capitalismo; y no tanto por los problemas de corrupción y abuso de información privilegiada, que es la regla que confirma la lógica estructural del sistema, sino más bien por los problemas de confianza y equilibrio global del capitalismo. La subida o brusca caída de la contratación de un valor pueden ocasionar efectos imprevisibles en la estructura económica nacional de un país o amenazar, como estamos constatando, la propia estabilidad del sistema. Ahora bien, ¿cómo hemos llegado a esta situación? Volvamos a la historia.

De la era Reagan a las proclamas parafascistas de la Fox, pasando por la doctrina del shock de los Chicago Boys en Chile y la instrumentación activa de los medios de comunicación para ampliar las tasas de beneficio del capital especulativo y rentista, es posible rastrear una historia oculta, un hilo rojo y lógica de dominio, eludida y apenas representada por la academia y la opinión pública. Este proceso nos permite comprender el papel estratégico de la mediación espectacular en la actual cobertura de la crisis financiera internacional, que tiene su génesis en la progresiva mercantilización de la industria periodística y en la paulatina dependencia del capital financiero internacional. De esta manera, hoy se restringe y anula toda posibilidad de pluralismo ideológico y diversidad editorial en el tratamiento de las alternativas de salida del círculo vicioso implementado por los amos del mundo y de la información, en lo que, conforme a las tesis de Navarro y Torres (2012), podemos considerar, sin duda alguna, un proceso ideológico de imposición del terror y de propaganda ideado con el único objetivo de exigir la sumisión de la población al entramado de intereses de Wall Street y, en general, del capital rentista.

 En esta operación, el discurso informativo espectacular es un enunciado terrorista.

 La sociedad del espectáculo manda utilizando una antigua arma. Hobbes reconoció tiempo atrás que a los efectos de una dominación adecuada la pasión más efectiva es el miedo. Para Hobbes, es el miedo el que conduce y asegura el orden social, y aún hoy el miedo es el mecanismo primario de control que inunda la sociedad del espectáculo. Aunque el espectáculo parece funcionar mediante el deseo y el placer (deseo de mercancías y placer de consumo), lo hace en verdad mediante la comunicación del miedo; es decir, el espectáculo crea formas de deseos y placer que están íntimamente asociadas al miedo (Negri & Hardt, 2000, p. 157).

La construcción noticiosa del pánico moral de las multitudes impulsada por la prensa, valida la hipótesis de Klein (2007) sobre la doctrina del shock como pérdida de sensibilidad y conciencia de la situación real vivida. Del Chile de Pinochet a la guerra de Irak, atravesando por los conflictos de los profesionales del silencio, las ideas de Milton Friedman cobran hoy actualidad en una situación de Estado de emergencia en el que, como critica Agamben, la excepción es la norma y la mediación informativa una comunicación del pavor orientada a reproducir la narrativa estática del neoliberalismo. Esto se traduce en el aislamiento físico, psicológico y, claro está, político contra las medidas de expropiación de los bienes comunes por las clases opulentas.

Ello es posible porque existe un estricto control de las fuentes de información y los paisajes mediáticos. Apenas tres grandes medios y agencias de referencia (Reuters, Wall Street Journal y Financial Times) controlan el 80% del flujo de la información especializada. Así, cuando observamos la cobertura de la crisis económica, los procesos de volatilidad extrema con descensos de un 9,1% y rebotes al alza, hay que preguntarse quién está controlando los mercados, qué sentido tiene el proceso de especulación y cuál es la conexión e intereses compartidos de los grandes medios que marcan la agenda de la información económica internacional. Más allá de la visión complaciente de la llamada nueva economía, los tiempos en que la informatización y el gobierno telemático del flujo acelerado de capitales se ha impuesto en el desarrollo del capitalismo, nos sitúan ante la necesidad de confrontar, más pronto que tarde, en la gestión del riesgo y las inversiones especulativas –el problema de la democracia–. Especialmente, en el momento, por ejemplo, que se visibiliza con violencia el proceso de desmontaje y apropiación de las reglas del juego por un selecto grupo de conspiradores contra el Estado y los bienes comunes. La historia oculta de la revolución conservadora y de la privatización paralegal de los sistemas de información pública, de Reagan a nuestros días, da cuenta de esta tensión y debe ser el punto de partida cuando se cuestiona el papel de los medios y del Estado en el debate público y la salida a la crisis en situaciones como la de Grecia o Ecuador.

Por todo ello, en CIESPAL nos parece pertinente repensar los núcleos de fantasía correlativos a la dinámica financiera y el papel de la información como vector de acumulación especulativa y desposesión del capital. Frente a la lógica devastadora del capital rentista, es prioritaria la lucha democrática por la información y las mediaciones simbólicas, comenzando por las redes digitales. De acuerdo con Pierre Lévy, la transparencia financiera ciberdemocrática exige: 1. Luchar contra la corrupción impulsando medidas y soluciones de control presupuestario por la función pública. 2. Inspirar la confianza de los ciudadanos. 3. Implicar a la ciudadanía en la administración de la prosperidad (Lévy, 2002, p. 154), para definir otra comunicación posible y necesaria en lo que debería ser una política que pase de lo reactivo a lo proactivo, que piense en los agentes implicados en la mediación, a saber: poderes públicos, periodistas, agencias reguladoras y sociedad civil. Y es que ahora

 […] enfrentamos un desafío jurídico y político. Un desafío legal porque los gobiernos estadounidenses y europeos permitieron que la actividad económica cruzara la línea del sistema de derechos de propiedad gobernada por reglas, dentro del cual se puede establecer las informaciones económicas como hechos verificables, a un espacio de anarquía jurídica, donde los intereses arbitrarios pueden imponerse a los hechos y el papel se mueve en remolinos caóticos. El Estado de derecho es mucho más que un aburrido cuerpo de normas: se trata de un sistema de información y gestión enorme y próspero, que filtra y procesa los datos locales hasta que se transforman en información económica organizada de tal manera que nos permite inferir si encajan y tienen sentido. Sin embargo, principalmente es un desafío político. Los políticos deben elevar el tema de la crisis financiera a los altos puestos de mando, donde los arraigados problemas institucionales de un orden que se desmorona puedan ser abordados. Los mercados nunca estuvieron destinados a ser anárquicos: el Estado siempre tuvo el rol de supervisar las normas, los pesos y medidas, y los registros, y de no tolerar prestidigitación legalizada en las sombras de la economía informal. Para comprender y resolver la crisis de uno de los mayores logros de la humanidad –la creación de información económica que se puede verificar a través de la memoria pública–, se requiere el concurso de los constructores de naciones (Soto & Weise, 2012).

La gobernanza de la información económica y el respeto a los derechos sociales de la comunicación exigen, en fin, otra Ecología Mediática, basada en el control de fuentes y flujos de información, de regulación de los tiempos y actividades bursátiles, de regulación del periodismo económico ante la ineficacia y criminal abuso de la praxis de las élites periodísticas y sus interesados benefactores. Pero dada la complejidad del sistema global de comunicación, esta regulación solo es posible en el ámbito de organismos internacionales como la  UNESCO y del sistema de Naciones Unidas, que en las últimas décadas ha puesto de manifiesto la nula voluntad de intervención ante peligrosas situaciones de concentración y falta de pluralismo. Si queremos, de verdad, hacer efectivo un Periodismo Real Ya, deberá ser la ciudadanía organizada, las multitudes y movimientos sociales, quienes rescaten el sistema mediático del modelo imperial de terror que nos amenaza. Entonces, la democracia es la respuesta.

Referencias

 – Aganbem, G. (1998). Homo Sacer. Valencia: Pre-Textos.

– Almirón, Nuria. (2005). “Banca y medios de comunicación en la sociedad de la información. El caso de los paraísos fiscales en ‘El País’”. En  Revista ZER, 10 (18), p. 123-145.

– Caccia Bava, Silvio. (2012). “Clases mèdias?”. En Le Monde Diplomatique, p. 3. Brasil.

– García López, Daniel. (2013). “El silencio de las sirenas en el corazón de las tinieblas. Sobre la lógica de las reformas”. En Revista Pensar desde Abajo, No. 2, p. 77-91. Fundación Andaluza Memoria y Cultura.

– Klein, Naomi. (2007).  La doctrina del shock. Barcelona: Paidós.

– Lévy, Pierre. (2002). Ciberdemocracia. Ensayo de filosofía política. Barcelona: Editorial UOC.

– Navarro, Vicenç & Torres, Juan. (2012). Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Madrid: Espasa.

– Negri, Antonio & Hardt, Michael. (2000). Imperio. Barcelona: Debate.

——. (2004). Multitud. Guerra y comunicación en la era del Imperio. Barcelona: Debate.

– Soto, Hernando & Wise, Karen. (2012). “La destrucción de la información económica verificable”. En Bloomberg business week.

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