Todo comienzo es una apuesta por la política de la esperanza. En este caso, modestamente, la voluntad de construir un espacio reflexivo sobre las mediaciones en la era, paradójicamente, de la hipermediatización. Una apuesta compleja en un tiempo, como escribiera Milan KUNDERA, en el que nadie quiere escuchar a nadie. Por ello, permita el lector remitirme a una anécdota como categoría reveladora de ciertas lógicas y dispositivos de la ausencia de voluntad de escucha activa. Como parte del proceso de refundación de CIESPAL, asumimos el reto de crear una librería de Comunicación y Ciencias Sociales. La inauguración fue todo un éxito y congregó al mundo académico, político, además de todo el universo variopinto del campo de la cultura, para compartir la buena nueva de la apertura de un espacio de difusión y encuentro de autores, estudiantes y público en general.
Lo sorprendente es que, en la rueda de prensa, atendiendo a los medios un joven, y supongo que inexperto en el oficio de reportero, se encaró preguntándome si la Librería Rayuela de CIESPAL era una librería marxista, dado que había libros de MARX, LENIN, GRAMSCI y autores como Mauro MARINI. Pueden imaginar mi estupefacción. A lo largo de mi carrera académica, en las diversas responsabilidades institucionales he tenido que responder a todo tipo de preguntas, pero en este caso he de reconocer que no daba crédito a lo preguntado. En los estantes figuraban volúmenes de WEBER, AARON, BERLIN, incluso de periodistas opositores al gobierno de la revolución ciudadana. Pero ciertamente en respuesta al cuestionamiento inquisitorial indiqué que la apuesta de la Dirección de CIESPAL es, indudablemente, impulsar el pensamiento crítico latinoamericano más allá, y más acá, del marxismo.
Este es un legado irrenunciable, un patrimonio simbólico y el legado intelectual que nos identifica y distingue. Ahora bien, tal cuestionamiento no es casual. A mi modo de ver, es sintomático de un malestar en la cultura política. En nuestros países, tenemos un serio problema: la incapacidad de las fuerzas conservadoras, y de la prensa de oposición, de pensar y abrir canales de diálogo. No era una librería marxista, pero si hubiera sido así. ¿No está en su derecho un instituto de pensamiento impulsar una iniciativa de este tipo? O, como cuestionara décadas atrás RAMONET, ¿sólo es posible el pensamiento único del dogma neoliberal? Dudo que el joven periodista hubiera leído algo de literatura marxista. Digo más, dudo que haya tenido un cultivo de diversas fuentes de pensamiento cuando se formulan preguntas de tal naturaleza. Dudo, en fin, que entienda que el diálogo es una condición existencial, que conozca la historia de CIESPAL y que haya leído los preceptos de KAPUŚCIŃSKI que todo periodista ha de respetar.
Pues no hay buena información sin leer y pensar con los filósofos de la sospecha, sin la debida distancia crítica. Dudo, en definitiva, que sepa escuchar y dudar. Principios básicos que ha de asumir y ejercer como norma todo universitario, periodista e intelectual. Una pena, en fin. Seguiremos aprendiendo no obstante.