Filmar el capital

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Publicado por Mundo Obrero

Octubre 2018

 

El reto de toda mediación informativa crítica es pensar el acontecimiento, lo ordinario y extraordinario de la vida humana que hace posible lo común considerando la relevancia de los imaginarios de la modernidad que atraviesa y produce el fetichismo de la mercancía en forma de imágenes. Se ha popularizado, sin embargo, que la revolución no será televisiva.Desde Eisenstein, sabemos que no es posible revolución alguna sin una política de lo sensible. Si el Capital necesita una forma superficial y perceptible, algo similar podríamos decir de la imagen para todo proyecto antagonista. Por ello Kluge procuró articular un proyecto de guerrilla contra el espectáculo enlatado del imaginario mediático dominante. Si los cuerpos y formas de vida están atravesadas por la figuración espectral del capital, capturar su imagen y jugar a los memes no es cosa baladí. El conocimiento de las constelaciones visuales nos permite de Eisenstein y Brecht a Barthes o Zizek subvertir el mundo al revés, que diría Galeano. Ahora, no podemos olvidar que el cine, como escribe Hirose, acumula imágenes ordinarias para producir singularidades, en tanto que máquina de extracción. Si, como escribiera Marx, la máquina y la producción produce un objeto para el sujeto, igualmente produce un sujeto, como mercancía, para el objeto o medio de representación. Un ejemplo evidente de ello es el juego del Capital Ficticio. El capitalismo financiero se manifiesta en la retórica del fragmento de acuerdo a la cultura mosaico. El régimen de visibilidad opera así por separación, entre otras del sujeto y su trabajo, y del sujeto y su espacio. La propia contemplación, advierte Slachevsky, es una condición de la existencia que anula la praxis y convierte en ajeno aquello que se observa. El espectador termina así inane, inmerso en un espectáculo total que proyecta la potencia de la técnica de mediación. En palabras de Jameson, el capital financiero origina un juego de entidades monetarias que no necesitan ni la producción (como lo hace el Capital) ni el consumo (como lo hace el dinero): que, como el ciberespacio, puede vivir en grado sumo de su propio metabolismo interno y circular, sin referencia alguna a un tipo anterior de contenido. Esta es la razón de ser del autismo en la comunicación posmoderna como principal característica de la cultura neoliberal. Los fragmentos de imágenes de un lenguaje estereotípico posmoderno sugieren – escribe Jameson– un nuevo ámbito cultural que es independiente del antiguo mundo red porque ya ha colonizado el mundo real, de modo que no tiene un exterior en términos del cual, siguiendo a Foucault, puede encontrársele faltante. Conviene por ello retornar a Adorno y su idea de explorar el contexto de ilusión de las imágenes prefabricadas.Del análisis de los espectros y ficciones del capital depende, qué duda cabe, nuestro futuro. Y para ello quizás la forma más adecuada es la parodia.Nuestro tiempo, advierte Didi-Hubermann, está dominado por la iconofagia y la tendencia a la sobreproducción de imágenes. Si la era del capital y sus imágenes es la del imperio del cliché, el momento, según Deleuze, que se impone como parodia para dar continuidad al proceso de valorización ante la caída de la tasa de ganancia, es preciso ver cómo filmar la historia como promesa o esperanza.En fin, creo que es hora de revisar a Godard (2000) y su particular interpretación del origen de este siglo XXI. Nunca está demás volver a los clásicos.

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