Dice con razón de la cloaca digital el bueno de Felipe, Alcaraz, no González (que se sepa ágrafo, y puede que indigente intelectual), que en nuestros días el relato se impone al conocimiento. El constructo narrativo en torno a la inversión saudí en nuestra principal operadora de telecomunicaciones es un ejemplo de cómo se clama al cielo, cuando en los templos del parque bursátil oran al Dios Capital, mientras los mandarines del establishment ruegan a Bruselas garantías para la protección cuando llevan desde Maastricht socavando toda soberanía tecnológica, entregando en suma nuestros sectores estratégicos a inversores extranjeros: del canal de las mama chicho y los testaferros de Berlusconi y el amigo de Aznar, Villalonga, al rey emirato y los autores intelectuales del asesinato de periodistas incómodos. Todo vale en función del poderoso caballero Don Dinero. Así que menos decir y más hacer, salvo que quieran pasar por trileros morales de un patriotismo impostado, que más pronto que tarde queda en evidencia por ser mero juego de trampantojos. No están solos en esta ceremonia de la confusión, en Bruselas también están más que habituados, como cuando, por ejemplo, durante la pandemia la Comisión apeló a la soberanía tecnológica para terminar comprando armamento de Estados Unidos, hipotecados como andan con el complejo Silicon Valley del Pentágono. Así que lo de Timofónica es, como el nombre indica, el juego de la estampita discursiva.
En este como en otros temas del monopolio de los GAFAM hace tiempo que sabemos que no se trata de un problema de impotencia fiscal, ni de falta de herramientas jurídicas, sino de clara y manifiesta ausencia de voluntad política. De ahí la prevalencia de la razón de la fuerza de la Casa Blanca, la extraterritorialidad, y la genuflexión ante los golpistas del siglo XXI como Musk que siguen defendiendo la consideración de la ganancia como referencia en el debate sobre los monopolios en lugar de la posición dominante y la estructura de mercado o la facturación real. Con la panoplia de que Bruselas quiere penalizar el éxito, siguen con el cuento y las cuentas de la acumulación por desposesión. Bien es sabida la historia de UBER. Pero en la UE somos más papistas que el papa. En plena emergencia de los BRICS, llama la atención el plegamiento a los intereses de Washington y sus aliados, Arabia Saudí entre otros, mientras la iniciativa australiana de exigir un pago al gigante americano por apropiación indebida de las noticias de la industria periodística demuestra que otra política de comunicación es posible para acabar con la subalternidad y la dependencia en el sector de las telecomunicaciones. Tras la crisis de la entrada de capital de los amigos del rey emirato, es tiempo de defender nuestro ecosistema y servicios públicos estratégicos y orientar las directrices de entidades como AEDE, la patronal de los editores de diarios en España, que llevan tiempo dudando entre el keynesiainsmo y las ayudas públicas por su natural tendencia a conseguir recursos del Estado, vía publicidad institucional, en coherencia con la lógica histórica en España del fondo de reptiles como norma, cuando, en realidad, la cuestión de fondo, en la actual coyuntura política, es regular o no en favor de los intereses generales, siguiendo el espíritu de la Constitución.
Así que, aviso para navegantes, o nos ponemos en serio a construir un país para las mayorías o no esperen la tabla de salvación de Bruselas, porque la Comisión Europea va a seguir de perfil en defensa de los intereses ajenos a nuestro espacio común pese a que constata a diario el incumplimiento de las normas comunitarias de empresas hegemónicas como Google y META, cuyas prácticas irregulares continúan en la línea del acuerdo JEDI BLUE. Cabe pues preguntarse qué transición digital vamos a definir en la UE si servicios como Meta Audience Networks u Open Bridding Programm van a dominar, con sus sistemas expertos, el tráfico de anuncios y, por consiguiente, la economía digital del Norte (Silicon Valley) a la periferia y sur que somos nosotros. No olviden este detalle cuando las próximas navidades pidan a los reyes de oriente, que vienen de Arabia Saudí, sus Google Glases para aumentar la realidad que nos inventan o para virtualizar la vida que nos están robando. La inmersión tiene siempre un problema vital: el oxígeno. Sin respirar ni vivir fuera de la pantalla corremos el peligro de morir ahogados, de sumergirnos en la nada. Ello sin hablar de la huella ecológica y la insostenibilidad de los recursos naturales que pretenden arrancar a golpe de Estado de Bolivia y Argentina. Parece que la Ecología Política del Siglo XXI va a ser básicamente una Ecología de la Comunicación contra los bribones que nos roban en forma de regata organizada nuestros recursos, nuestro sistema común de intercambio y hasta, da la sensación, al menos trabajan para ello, también nuestra esperanza de un futuro mejor.