El mejor oficio del mundo, pobre Gabo, no es el periodismo. Este es el tiempo de los taxidermistas. Un futuro laboral garantizado en la era de la imagen congelada. Y es una pena, sobre todo por los defensores de los derechos de los animales, pero hay en este país una querencia por las mascotas disecadas que ralla el fetichismo perverso del tributo o culto a la muerte. De la censura de El Jueves por la parodia de la cópula real a la necrofilia hay solo un paso en un país en el que la desviación es la norma y lo normal resulta una anomalía histórica, al menos en el contexto europeo. Así. el arreglo o colocación (taxis) que nos indujeron a golpe (nunca mejor dicho, 23F mediante) de titular en la epidermis social (dermis) define un oficio propio de la necropolítica, por no decir de la coprofilia, de la pura sinrazón cuando tratan de revivir como eterno presente, dando apariencia de legitimidad, animando una figura obsoleta, formalizando, en fin, la exposición, visibilidad y conservación de una institución, la monarquía, que ya no merece más concesiones ni licencias históricas, si consideramos el latrocinio de los borbones a lo largo de la vida de la corona en la piel de toro. Llama la atención, eso sí, resulta más que hilarante, ver cómo los gacetilleros a sueldo del IBEX35 descubren hoy lo ya sabido en la Corte. Con el oficio propio del arte de la fijación, extraen todo el agua retenida en la figura y salan la piel para evitar la descomposición a fuerza de repetir que Juan Carlos I tiene un legado, una piel que bien merece ser rehidratada y conservada, según opinan, poniendo en remojo, con una hemeroteca ya trucada por el conocido silencio del cerco mediático sobre las corruptelas del régimen – llámese Casa Real o Botín – los servicios a la patria del Borbón. Así, una vez en remojo, fija y dada esplendor, como la RAE, empiezan a ejecutar el piquelado mientras la piel se desnaturaliza mediante salado y acidulado para, finalmente, curtir, engrasar y mantener firme una figura, una máscara, como si se congelara la imagen en el tiempo, como la técnica de liofilización, si bien me parece que, en la era de la cultura zombie, se tiende más a la cripto-taxidermia, proyectando en la arena pública por los medios una suerte de criatura mitológica de seres, Felipe VI incluido, inexistentes y de nula o escasa proyección como fantasía para consumo de los súbditos. Mientras, en los medios, proliferan adoradores de la imagen que siguen con el culto a los muñecos del museo de cera, sin saber que tan pronto ardan las calles quedarán sin imagen a la que adorar. Lleva razón el Vicepresidente Segundo, Pablo Iglesias. La nueva generación de ciudadanos españoles hace tiempo que piensa en modo republicano, por tiempo y justicia plebeya. Ellos harán la política de la vida, animalistas que son, frente al culto a los muertos y la política zombie. Lo demás es puro entretenimiento, más propio de coleccionistas de objetos inservibles, o perdidos, y de ufólogos del periodismo que nos informan del avistamiento de objetos volantes no identificados mientras sigue el flujo de capitales de Ginebra a los Emiratos, de Panamá al Caribe, de Holanda a Londres, en esta zozobra de hundimiento del régimen más propia de la literatura de terror. El miedo, sin duda, está cambiando de bando. Lean si no en las calles lo que acontece. Como bien reza en la pizarra de la taberna La Paka de Huelva, las paredes son la imprenta de los pueblos. Aviso para navegantes en el noventa aniversario de Mundo Obrero, el medio más vivo y vivificador frente a los exquisitos cadáveres que habitan en el espacio mediático de este reino del vasallaje y la taxidermia.
Un país de taxidermistas
Medio: Mundo Obrero
Autor: Francisco Sierra Caballero
Fecha publicación: 26/09/2020