A lo largo de una productiva vida creativa, uno puede tener el privilegio de compartir conversación y conocimiento con prodigiosos intelectuales, académicos brillantes, talentosos y dedicados docentes, fascinantes escritores y, en ocasiones, a veces, en excepcionales ocasiones, si tienes suerte, uno puede encontrarse, más allá, en el Olimpo de Sócrates, maestros excepcionales. Aquellos que, de forma natural, a lo Curro Romero, por verónicas, comparten el saber sobre la praxis, dando pases a la vida, sin miedo torero, iluminando los recovecos de lo cotidiano entre letras heridas.
Este es el caso de mi amigo y sin embargo colega Antonio López Hidalgo, un referente que ha formado legiones de periodistas, dentro y fuera de las aulas de la Facultad de Comunicación de Sevilla. Magisterio que se fragua, como todo aprendizaje socrático, a fuego lento, leyendo y aprendiendo de los grandes, como el gran Gabo, doblemente protagonista de Acerca del mundo, editado por Fénix Editora (Sevilla, 2021).
En palabras de la profesora Luisa Aramburu, que hace un exhaustivo análisis de la vida y obra del autor, estamos ante “un virtuoso de la escritura que ha hecho de la pluma un instrumento fabuloso para contar buenas historias, tanto como para recrear la vida”. Y en ello, como reconoce María Jesús Casals, catedrática de Periodismo, López Hidalgo es bueno, excelente, tanto en lo que hace, como en lo que escribe, pregunta o dice.
Aunque no quiera reconocerlo, no sería buen narrador sin su capacidad de relato oral, de miles de anécdotas que los amigos compartimos a diario. Ello solo es posible por la disciplina, la misma que le llevó a mantener el blog El Radar, escribiendo con un método y rigor espartanos, combinando el placer de contar con el gusto inagotable de la lectura. No sé en qué orden podríamos clasificar ambas pasiones. Intuyo que más la segunda, aunque en verdad nadie que ame leer, puede dejar de escribir, contar o pensar en relatos. Es como respirar: una función natural, o naturalizada.
Y López Hidalgo bien sabe de eso. Por eso logra aproximarnos el mundo que late, una suerte de cuaderno de bitácora de España, una radiografía, con registro versátil, escrito con el arte curtido de lector voraz y creatividad desbordante, fruto de una imaginación fecunda, alimentada entre líneas de los mejores escritores del mundo, y por la atenta escucha en bares, barrios y tabernas, al cabo de la calle que diríamos. Pues, bien lo sabemos, sin escucha activa nadie puede ser un buen periodista.
Sin el principio humanista de que nada de lo humano me es ajeno, un articulista no puede ejercer bien el oficio. Antonio López los ha cultivado desde joven, con su tata, y ya como académico releyendo a José María Carretero o arriesgando la pluma al filo de la vida en El Correo de Andalucía. De Diario Córdoba y Antena 3 Radio en la capital de El Califa a El Correo de Andalucía o estos artículos, el periodista y escritor talentoso que es no cesa y ha ido depurando su poética o estilo fraguado en la belleza de la vida.
Ejemplo de creatividad es el dominio de la titulación, tema sobre el que escribiera un ensayo de referencia. En esta compilación de artículos, repasando el índice, podemos encontrar titulares como “España se ha quedado sin bragas”; “¿Atracamos o fundamos un banco?”; “La policía no escucha” o “Cada rabo con su cereza”.
Tanto en El Radar como en la serie Diario de un periodista cansado escrita para Andalucía Digital, el volumen es un rico ramillete de ingeniosos aportes, aceradas críticas y contundentes descripciones de la vida y de sus avatares. Del oxímoron a tropos del juego y del exceso, el maestro López Hidalgo logra que el lector ría, se conmueva, tienda a encabronarse o navegar por los ríos de la memoria y la melancolía, mostrando el envés de la vida del revés, del mundo invertido.
Un tiempo en el que, cito al autor, “los matrimonios se están modernizando a marchas forzadas”, y proliferan “epidemias que se contagian sin remisión posible, una de ellas la del pesimismo”, mientras en España la banca siempre gana gracias a un sistema hipotecario propio de Fernando VII a la espera de confiar en El Guerrero del Antifaz para luchar contra el rescate de Bankia cuando la infamia es el orden del dominio o, paradoja de las paradojas, el Sumo Pontífice nos descubre que los Reyes Magos vienen de Huelva confirmando, nos guiña el autor, que “la historia de las Sagradas Escrituras se parece a las investigaciones llevadas a cabo sobre el bandolerismo en Andalucía, que hablan de una banda que trabajaba en la sartén de Andalucía conocida como Los Siete Niños de Écija, que ni eran siete, ni eran niños, ni eran de Écija”. Hablamos, claro está, de un libro, en fin, contra incautos.
Un texto que recupera en forma de libro el pulso de la historia, lo que nos ha pasado, lo que el acertado analista observa y lo que hemos de pensar o suspender en el tiempo de forma reflexiva y con distancia para aprender de la experiencia acerca del mundo.
En sus páginas, si se sumergen, van a encontrar personalidades, personajes, paisajes de costumbres por escrutar o ver desde nuevos ángulos de visión, cultivando el arte del Periodismo y la Literatura, todo ello con una exquisita riqueza léxica y diversidad semántica fruto de la escritura de frontera y desborde que caracteriza su estilo para el quiebre del lector, toda una poética en la que siempre se dibuja una sonrisa de ternura, porque, como sabemos, es revolucionaria.
Por sus páginas pueden encontrar a Brecht, John Lennon y George Harrison, Dylan y Antonio Machín; Iñaki Gabilondo, Paco Roca y El Roto; Juan Goytisolo, el Papa Benedicto XVI, Cospedal, Al Capone, el PP y la monarquía, no necesariamente juntos, aunque se les supone; escritores de fuste como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez o Sándor Marái; cantantes como Georges Moustaki, Ozzy Osbourne o Janis Joplin, entre Cicerón, Sábato, Trostky e, inevitablemente, Ramón Mercader, Leila Guerreiro, Elena Poniatowska y el gran Gabo, además de Juan Cruz o Vargas Llosa; líderes políticos como Mandela, Gadafi o Gandhi.
En fin, la lista es interminable, como sus amigos, que aparecen en sus páginas, desde Serrato a su fiel escudero de aventuras periodísticas, Miguel Ángel León, sin olvidar a Jes Jiménez Segura, María José Ufarte o el propio editor de Andalucía Digital, Juan Pablo Bellido.
Y paisajes, con sus paisanos figurados, de Montilla a Isla Mayor, de Sierra Morena a Pichincha, del Cotopaxi al Coto de Doñana. Espacios, curiosamente, no colonizados, reminiscencia de su querencia por el campo. Quizás porque López, como alguna de las autoras de su preferencia, sea un periodista salvaje, un lector pertinaz de la realidad, un articulista crítico, entre socarrón, irónico y melancólico. Pero no alejado de las preocupaciones profesionales.
En Acerca del mundo pueden encontrar agudas reflexiones, en términos de metaperiodismo, como cuando afirma que uno podría seguir una lista interminable de consideraciones, a propósito de Rajoy, aunque el espacio de Internet es un universo infinito y la capacidad lectora de los internautas, limitada.
“Así que, para que nadie lea y molestar con argumentos tan obvios y cifras tan claras en estos tiempos, tan turbios, mejor nos preguntamos qué hubiera pasado si el presidente del Gobierno hubiera evitado de otro modo el supuesto naufragio” mientras se ocultaba tras una pantalla de plasma.
O cuando defiende el oficio recordando que los periodistas, aunque parecieran una especie en extinción, colaboraron con su tinta y su sangre, con su compromiso y sus pleitos, como el que viviera el protagonista en la investigación de El sindicato clandestino de la Guardia Civil, a que este país fuese mejor, contra la lógica de todo Manual Inútil de Comunicación propia de los asesores del expresidente popular, empeñado en convocar “a los periodistas a ruedas de prensa sin preguntas; a ruedas de prensa sin respuestas; a ruedas de prensa sin preguntas y sin respuestas; a ruedas de prensa con pantalla de plasma (…); a ruedas de prensa de él pero sin él; a vetar las cámaras de televisión en los mítines electorales; a difundir videocomunicados y a transmitir discursos por circuitos cerrados de televisión”.
Un tiempo, en fin, de cerco al periodismo que el autor no deja de denunciar vindicando, desde el compromiso, como en su ensayo contra la precariedad de los informadores, el derecho a la información y la autonomía periodística.
No podía ser de otra manera. A lo largo de su obra, Antonio López Hidalgo ha sido constante, como en este libro de artículos. Su voluntad de desplegar una escritura irónica hilvanada con la potencia de la imaginación para reír, para soñar, para gozar y deleitarse, para vivir, en suma, porque el periodismo como la literatura, no es una metáfora, es pura vida: principio, esperanza…
Y Antonio López nos lo recuerda en su retrato de las entretelas de la experiencia vital. Al fin y al cabo, es lo que corresponde a un senequista, a un humanista cordobés de Montilla. Lean el libro y verán. O, en caso contrario –consejo de López–, busquen un amante que les despiste por un instante de la realidad.