«La censura por Twitter deja en evidencia la falsa idea de un cuarto poder»

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La cobertura de la guerra entre Ucrania y Rusia se ha visto envuelta en actos de censura y persecución. En entrevista con ARGMedios, el periodista y catedrático Francisco Sierra Caballero aporta elementos para pensar una comunicación desde el Sur.

“La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad” es una frase atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson en el contexto de la Primera Guerra Mundial, y hoy vuelve a cobrar vigencia en medio de la guerra en Ucrania.

Tal parece que la verdad está herida de muerte desde hace mucho tiempo y la revolución digital no ha cumplido las expectativas de mayor democratización; por el contrario, se ha profundizado la concentración mediática y el control de la información.

La guerra también se juega en el plano de la información, y la cobertura del conflicto bélico entre Rusia, Ucrania y la OTAN ha evidenciado la crisis de los medios de comunicación. En entrevista con ARGMedios, el periodista y catedrático Francisco Sierra Caballero aporta elementos para entender la concentración mediática, la falta de democratización de internet y algunas salidas posibles desde el Sur.

Julián Inzaugarat: La revolución digital tenía entre sus objetivos democratizar la sociedad, ¿se ha cumplido ese presagio?  

Francisco Sierra Caballero: No se está dando la democratización social a partir de la revolución digital, lo hemos vivido con la pandemia del COVID-19.

La concentración de poder se ha ido dando con mayor intensidad. Los procesos intensivos del neoliberalismo de concentración forman parte de la economía política de los medios y eso genera mayor concentración, en este caso de la economía de plataformas. La cuarta reforma industrial, lejos de garantizar la democratización, se manifiesta como una paradoja: una red descentralizada que permite a cada nodo (receptor) ser productor de contenido a cambio de perder derechos y de mayor concentración de la información, que se ha evidenciado en golpes mediáticos a través de operaciones en Facebook y Twitter.

JI: ¿Esa situación se da porque son empresas privadas que defienden intereses específicos? 

FSC: Las redes en general son empresas privadas, con mucha concentración en pocas manos, y en algunos casos —como el grupo Facebook/Meta— en un monopolio. Estos grupos colaboran activamente con el complejo militar del Pentágono.

Hay un proceso en marcha de neofeudalismo tecnológico porque en vez de una red global tenemos, por un lado, redes asiáticas, por otro lado, Estados Unidos y, por otro lado, Rusia. Volvemos a una desconexión de las redes de información, muy lejos de lo que podría llamarse una democratización y con peligro para las libertades públicas con los sistemas de videovigilancia.

JI: ¿Cómo impacta esta situación en la cobertura de una guerra como la que estamos viviendo? 

FSC: Los medios son dispositivos de reducción de complejidad. La polarización es una lógica de los medios de comunicación de reducir la complejidad. En un conflicto de clara complejidad bélica el reduccionismo de esa complejidad es mayor, y termina estableciendo que cualquier matiz a la intervención de la OTAN, al rol de Putín o del gobierno de Zelenski es un posicionamiento de un lado o del otro. No se acepta un análisis crítico.

También hay que situar el proceso de privatización de la industria periodística, se ha llegado a un nivel de concentración alto pero también de precarización de los periodistas. Los profesionales no están cubriendo, las corresponsalías están cerrando, la crisis que ha introducido internet ha llevado en picada a los medios. En ese escenario, es evidente que la cobertura de un conflicto internacional va a ser más reduccionista que antes.

JI: Varios periodistas críticos han sufrido la etiqueta de «afiliados al gobierno Ruso» que impone Twitter en sus perfiles ¿Cómo explicamos estas etiquetas? ¿Es «marcar» periodistas que rompen con el discurso occidental?

FSC: Esta situación es consecuencia de la política estadounidense que viene de la época de Reagan: la política de matar al mensajero y desarrollar la estrategia de medios empotrados. Hay formas de eliminar al mensajero como en Colombia, a través de asesinatos, o simbólicamente a partir de descalificarlos. La democracia de audiencia o el populismo mediático genera como consecuencias la polarización en los medios y coberturas acríticas, sin análisis.

JI: ¿Cómo podemos explicar que una red social tenga poder de censura? Incluso pensando en la censura hacia el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump

FSC: La censura por Twitter deja en evidencia la falsa idea de un cuarto poder. Es un mito de la democracia liberal que frente al poder Ejecutivo, Judicial y Legislativo está la prensa como mediador. Un poder entre el Estado y la sociedad civil.Esa idea de cuarto poder no explica que ese poder mediático forma parte del mismo poder económico y oligárquico que controla los medios de comunicación, marca agenda y defiende los intereses de ese sector. Ahora la política se ejerce directamente desde el poder mediático. En algunos países hay un monopolio, en otros un duopolio, pero en cualquier caso hay una concentración del poder informativo que marca la agenda.

Llama la atención que ahora sean Twitter o Facebook quienes filtran las noticias que llegan a nuestras pantallas, y que puedan lograr que no tengamos acceso a la información. Eso es preocupante, que el acceso a la información esté en manos de grandes multinacionales. Estos imperios mediáticos pueden silenciar a un presidente como Donald Trump o hacer que prospere un golpe de Estado como en Bolivia, contra Evo.

JI: Situación similar sucedió con Russia Today (RT) y Sputnik, propiedad del Estado Ruso. ¿La libertad de expresión ha fracasado o siempre ha sido funcional a los intereses de las potencias occidentales? 

FSC: Es necesario empezar a cuestionar la visión mítica y obsoleta de la libertad de expresión liberal. En plena era de la comunicación, seguir apostando por la primera enmienda de los Estados Unidos como modelo adecuado para la libertad de expresión es propio de liberales trasnochados del siglo XIX.

Para garantizar la libertad de expresión es necesario contar con medios públicos, medios comunitarios, políticas activas que eviten los monopolios, regulación que haga transparente la financiación, políticas que permitan el derecho a acceso a la información. Esto es contrario a todo lo que plantean los liberales, que lo primero que hacen es censurar a medios molestos a sus intereses belicistas.

Llama la atención que la Unión Europea apueste por la prohibición, por un Estado de vigilancia y de control en las redes, y a la vez abogue por los valores occidentales y democráticos de libertad de expresión, como los derechos del hombre y los ciudadanos. Desde el siglo XVII a nuestros días tenemos miles de ejemplos de esos defensores liberales, son los primeros autoritarios que expulsan y censuran las voces plurales, impiden medios progresistas, limitan las voces subalternas e imponen una voz única siempre en manos de los poderosos.

JI: Es contradictorio como las potencias europeas pueden justificar la censura a estos medios de comunicación e intervenir otros países acusándolos de violar la libertad de expresión. ¿Cómo justifican estas censuras? 

FSC: Muchas entrevistas tuve que dar sobre cómo en la Unión Europea se censura a Russia Today, y en Latinoamérica se critica a gobiernos como el de Venezuela.

A mí me gusta poner un ejemplo paradigmático en Latinoamérica como es Colombia, el país donde hay más asesinatos, persecución y violación de los derechos humanos de todo el continente. El ejercicio del periodismo allí —junto con México— es una profesión de riesgo. Colombia es el ejemplo más lesivo para el ejercicio profesional y para la censura de los medios. Otro ejemplo es Chile: en este país el monopolio de El Mercurio colaboró con la dictadura en la ocultación de asesinatos de militantes. Ese es el modelo que en la prensa impera a nivel internacional.

JI: Las fake news también han sido moneda corriente durante la cobertura de distintos conflictos. ¿Cumplen un rol en esta guerra? ¿Es responsabilidad de las plataformas como Twitter, Facebook detenerlas o debe haber intervención estatal sobre estas operaciones? 

FSC: Evidentemente, en la cobertura de guerra opera la lógica de la propaganda desde todas las partes. El periodista debería tomar distancia y la capacidad de contrastar y verificar las informaciones. Pero esto no es así por la precariedad de la práctica periodística, por la falta de corresponsalías y la mala calidad de producción fruto de la lógica capitalista y rentista.

Las plataformas como Facebook tienen responsabilidades por las fake news y los Estados deben exigirles mayor responsabilidad cuando afecta al orden público o cuando, directamente, pone en riesgo la economía y el desarrollo del país. Estas plataformas no son solo arietes del complejo militar del Pentágono, sino que operan para procesos especulativos, como hacía el Financial Times en la década del 90.

Hay que intervenir y regular desde los organismos públicos. Se están desarrollando iniciativas —lamentablemente no públicas, sino privadas— que se dedican a desmentir los bulos. Es importante que los poderes públicos tengan instancias de sanción para las malas prácticas y las fake news, que la mayoría de ellas viene desde los medios y periodistas, y no desde las redes.

JI: ¿El tratamiento mediático sobre los refugiados es parte de la propaganda belicista? 

FSC: Ese tratamiento mediático forma parte de la propaganda de guerra. Es una propaganda que apela a las emociones, a los efectos devastadores que sufren las principales víctimas de todo conflicto. Se han aplicado en Kosovo, en Afganistán, en Siria y en varias más.

El tratamiento de los refugiados tiene un objetivo fundamental y es justificar la guerra, alinear y posicionar frente al enemigo malvado, destructor y que está hundiendo en la miseria a millones de seres humanos. Es un uso instrumental de la población civil que en los manuales de guerra están tipificados en dos sentidos: dar lástima y empatía para posicionarse a favor de la intervención militar, y en segundo lugar, como una herramienta para generar miedo y así controlar la opinión pública e inmovilizar a la población que pudiese protestar desde posiciones pacifistas.

JI: ¿Es necesario romper con el monopolio de Facebook y Twitter para democratizar la comunicación? 

FSC: Es necesario romper con el monopolio de Facebook y Twitter para democratizar la comunicación, sin ninguna duda. Hay movimientos como el Foro Social de Internet que venimos reivindicando una gobernanza multilateral, democrática y supranacional. Es necesario regular y es falso lo que aboga el propietario de Facebook que no se pueda regular internet. Cualquier actividad humana se puede regularizar y democratizar.

La garantía de la democracia de la comunicación son políticas activas de información y comunicación, por lo tanto, son necesarias leyes que regulen estas redes, desde políticas fiscales hasta políticas de responsabilidad sobre lo que se publica en ellas. No se va a poder democratizar la comunicación si no se desconcentran estas grandes plataformas que concentran el 90% de la información que consume diariamente la población mundial. Es importante decir que internet es patrimonio común de la humanidad, y las redes son un derecho fundamental de la comunicación.

JI: Desde tu grupo de investigación plantean un concepto llamado “Comunicología del Sur, desde el Sur y para el Sur” ¿Podrías profundizar sobre ese concepto?

FSC: Es un proyecto que implica varios retos. Uno de ellos implica pensar el giro descolonial desde la perspectiva de liberación en Latinoamérica, en la línea de otros intelectuales como Aníbal Quijano y Enrique Dussel que pensaron la descolonización del saber-poder de otros dispositivos. Sin embargo, en lo comunicacional, no se había dado.

Claramente, este proyecto, promueve esa discusión en los movimientos sociales y plantea reformular esa experiencia rica, plural, potente de comunicación comunitaria. El lema de Telesur “Nuestro Norte es el Sur” implica que la visión geopolítica no es territorial, sino epistemológica: desde dónde pensamos, desde dónde imaginamos la comunicación. Eso es pensarlo desde el sur y desde abajo, desde las clases populares.

Hay ejemplos como Rodolfo Walsh y muchos luchadores que estuvieron trabajando en nuevas pautas sobre un buen periodismo de investigación. Ese trabajo de praxis y de compromiso social se ha ido perdiendo. En nuestro grupo de investigación venimos abogando por un compromiso intelectual de los trabajadores de la cultura, del periodismo, y más en este periodo de disyuntiva de la humanidad que nos jugamos todo.

Economía Política de la Comunicación. Teoría y Metodología

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La Economía Política de la Comunicación es una corriente de pensamiento —central para comprender el desarrollo de los estudios de comunicación— cuyo compromiso ineludible consiste en abordar el amplio campo de la producción simbólica que determina las actuales formas de vida colectiva desde una visión materialista de la teoría de la mediación.
Economía Política de la Comunicación. Teoría y Metodología ofrece herramientas conceptuales que permiten sistematizar las categorías básicas, los conceptos originarios actualizados al tiempo presente, así como las metodologías que esta corriente aplica en aras de una crítica de la mediación social y de la comunicación como dominio.
Así, de la mano de algunos de los principales investigadores reunidos en torno a la Ulepicc (la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura), este libro tiene por objeto dar cuenta del estado del arte y del pensamiento más avanzado en la materia a fin de formular una crítica teórica bien fundamentada y cubrir una importante laguna bibliográfica sobre metodologías de análisis de la realidad comunicativa circundante.

Nueva RTVE

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Toda coyuntura política se define por el azar y por la necesaria determinación de lo posible, incluso cuando uno piensa que todo está perdido. Es el caso de RTVE. Para quienes confiamos en el concurso público y sufrimos el boicot de la comisión mixta, en manos del PP, la falta de criterio de los letrados y la campaña mediática en contra de parte de la prensa mercantilista, que solo imagina los medios públicos en extinción, ver iniciar una nueva etapa con la renovación del Consejo de Administración y la designación de su Presidente es motivo de cierta ilusión y esperanza. Más que nada, quizás por la presión moral existente tras el trabajo que hicimos el Comité de Expertos, este consejo, creo que no me equivoco al afirmarlo, es el más cualificado de su historia. Tanto su Presidente, acreditado académico de la UAB, como consejeros de larga trayectoria profesional, como Roberto Lakidain o el propio director de Mundo Obrero, no solo conocen los entresijos de RTVE desde dentro sino que además han pensado, escrito y luchado por una televisión de todos y para todos. Aún no siendo el ideal esperado cuando nos involucramos en la defensa del concurso público, podemos afirmar que se inicia una nueva etapa de lo público en RTVE.

La principal tarea que tienen por delante los consejeros será precisamente hacer pedagogía de la comunicación sobre la naturaleza del servicio audiovisual, un tema que pocas veces ocupa a las autoridades locales y autonómicas. Si bien no hace mucho el gobierno canario, por ejemplo, apostaba por introducir en la escuela la libre actividad complementaria de videojuegos para ampliar la experiencia cultural, con clara voluntad didáctica al pensar nuestro universo de las pantallas. En el trasfondo, late y perdura el debate de los años sesenta sobre la llamada escuela paralela. El poder corrosivo de los medios audiovisuales y la industria cultural en su competencia con el monopolio histórico de la información y del conocimiento que siempre tuvo la escuela moderna es hoy una tarea insoslayable. Y es esperanzador que sea precisamente Pérez Tornero quien lidere este reto, tanto como ha escrito y pensado sobre Comunicación Educativa y competencias digitales, más allá de La aventura del saber.

Somos de la idea de que la hipótesis de partida de cierta visión apocalíptica sobre los medios y la desestructuración de la función del aparato de la educación pública moderna solo se trasciende con más educación dentro y fuera del aula. Una pedagogía democrática sobre la mediación social no puede partir de una visión fatalista propia de cierto funcionalismo de izquierdas. Más bien al contrario, de acuerdo con Mattelart, la comunicación alternativa, que en verdad se pretenda o aspire a ser alterative, pasa por una estrategia constructivista de interacción con la actual base tecnológica y el modelo dominante de comunicación.

El falso dilema planteado por el sistema educativo sobre la llamada escuela paralela procede, de acuerdo con Aníbal Ford, de un análisis errado basado en el paradigma logocéntrico de la lógica escritural. Los Estados modernos, señala el ensayista argentino, han organizado su estructura en torno a las jerarquìas de la escritura como única fuente y forma de representación, desplazando otros modos como la cultura oral o el lenguaje de las imágenes. De alguna manera nuestro patrón cultural ha ocluido otros modos de hacer e intercambiar información. La kinésica, la proxémica, el cuerpo y las emociones han estado largo tiempo relegados en la escuela moderna. Y este ámbito es donde se construye la experiencia significativa del mundo de los educandos.

Democratización de la comunicación

Una vía factible de educomunicación pasa en este sentido por articular proyectos de remediación pedagógica basada en las alianzas entre los educadores y los movimientos sociales y profesionales de la comunicación. Existen historias notables en esta línea. Por poner un ejemplo, CENECA en Chile o Calandria en Perú. En España han sido menos pero, bajo la influencia de la teología de la liberación y de la pedagogía latinoamericana de los medios, propuestas de los noventa como ECOE en el barrio de Vallecas vienen demostrando que los puentes entre medios y educación son posibles. Aunque las experiencias de comunicación educativa al servicio del desarrollo han sido episódicas en nuestro país, hay capital cultural acumulado que, hoy que se insiste de nuevo en los males de los móviles, las tabletas y los dispositivos en red, convendría actualizar frente a la metafísica de la autenticidad, característica de una filosofía elitista, sea del culturalismo o de la tradición ilustrada, supuestamente crítica, de la industria cultural. En juego está la democracia y las posibilidades de un cambio de calado en nuestro ecosistema cultural. Y no olvidemos que no es posible cambio social alguno sin asumir a la vez la voluntad de construir, haciendo democracia, en el proceso de formalización de nuevas institucionalidades y procesos de mediación. He aquí la cuestión de nuestros días y pesares. La pedagogía de la comunicación vinculada a los movimientos sociales, a los frentes y luchas culturales de la ciudadanía. en la medida que posibilita diálogos y aprendizajes más fluidos y permanentes construyendo relaciones que enriquezcan a la opinión publica, podrá garantizar, a futuro, en este sentido, una democratización de los medios y mediaciones sociales hoy dominantes. La defensa de medios de educación no es otra cosa, en fin, que vindicar la democratización de la comunicación, asumir el compromiso activo con un nuevo modelo de articulación social sostenido en el diálogo, el intercambio, la autonomía y el poder popular. Y para que ello sea posible precisamos el liderazgo de RTVE y, en general, de los medios públicos. Muchos citan la referencia de la BBC pero pocos hablan de esa voluntad gramsciana de educar y transformar. Esperamos que la nueva dirección de RTVE no olvide esto. Más que nada para evitar lo escrito por Vázquez Montalbán en Cambiar la vida, cambiar la historia.

Infodemia

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En la literatura y en los estudios de Comunicación es conocida y aceptada, por lo general, la definición de la “ética” como el ámbito relativo al “conjunto de rasgos y modos de comportamiento” siguiendo el canon del Diccionario de la Real Academia que, en su última versión, incorpora la palabra “ethos” como “conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad”, quizás por influencia del filósofo de la modernidad (Kant) y la concepción del imperativo categórico que, en buena medida, ha ocupado los intereses y debates a este respecto en el campo.

Poco común es, paradójicamente, asumir en cambio la dimensión comunal que asocia este ámbito de reflexividad con la necesidad de cierta predisposición a hacer el bien o, genealógicamente, referir esta noción al significado originario de guarida, refugio o morada, lugar donde habitamos, más allá de Aristóteles.

En el tiempo que vivimos parece, sin embargo, más conveniente, en la Comunicología y otras Ciencias Sociales y Humanas, partir de esta última noción, pues en nuestro tiempo, de crisis civilizatoria y transición a nuevos paradigmas, se torna urgente pensar las ecologías de vida, repensar el oikos.

De hecho, la humanidad se enfrenta hoy a la necesidad de reformular la cultura, el modo de ser y carácter, como hábito, morada o refugio, en la indisoluble unidad histórico-material del sujeto-mundo y sus formas de construir las ecologías de vida desde el campo lábil y conflictivo de las mediaciones.

Esta es la tesis que propone el gran pensador Bolívar Echevarría y que conviene releer en diálogo con la actualidad para comprender, en el contexto más amplio de transformaciones históricas, el sentido de la exigencia, la autonomía y la responsabilidad social en los medios que brillan por su ausencia, sin límites, en Mediaset y Atresmedia, en Canal Sur y en la prensa del régimen.

El espectáculo de pornografía sentimental como el caso Rocío Carrasco, las derivas de La Isla de las Tentaciones o el continuo blanqueamiento del fascismo dan cuenta de una toxicidad sin precedentes que nos emplaza, por necesidad, a pensar el medio ambiente social que se deteriora con la infodemia.

La hipótesis de partida es básica, y no por ello recurrente. Si la política es el arte de lo posible y la ética de la comunicación el ámbito normativo que hace posible la vida en común, no hay transformación posible sin una articulación compleja e integral de los mundos de vida y la morada del sujeto de derechos, sea profesional de la información o ciudadano expuesto a la continua pornografía de la mercancía que captura la pura vida.

La calidad democrática y el periodismo de excelencia exigen un trabajo sobre el universo axiológico de la ecología de vida en tiempos de la prensa rosa. Pero sucede que los estudios sobre la naturaleza informacional de la sociedad contemporánea dibujan en nuestro tiempo un escenario contradictorio, cuyo gobierno por las máquinas y sistemas de información, lejos de facilitar un conocimiento detallado de los procesos de desarrollo, favorece, en la práctica, la asunción de un pensamiento sobredeterminado por un “metarrelato posmoderno”, incapaz de otra cosa que la denuncia de los proyectos de movilización y democratización del conocimiento y de los medios de información y expresión cultural autónomos.

Véase el informe estadounidense de ataques a la prensa en España cuando denunciamos que lo que hoy domina en nuestro ecosistema informativo, lejos de ser normal, democráticamente hablando, es una anomalía salvaje, un despropósito que se traduce en el minado de las bases cívicas de toda convivencia republicana, objeto, por cierto, de denuncia por la UE como cuando en los medios se dedican a titular continuas falsedades en el despliegue del lawfare que es la guerra de clases por otros medios, no precisamente democráticos y éticamente aceptables.

Si Matías Prats y los comunicadores han perdido la vergüenza siendo publicitarios del capital, poco podemos hablar de deontología en esta suerte de informadores comisionistas. Lo de la Gürtel en el periodismo patrio es el colaboracionismo nazi con Ley Mordaza de por medio, pero de esto, los guardianes de la libertad poco dicen. Ni están ni se les espera.

Lo grave es que, con ello, la atmósfera se torna irrespirable, un entorno invivible, contaminado, radioactivo y guerracivilista promovido desde el poder financiero y el gran capital con un único objetivo: la restauración del régimen y la contención de todo principio esperanza para, como escribiera Vázquez Montalbán, cambiar la vida y mudar la historia, el relato de lo que es y puede ser.

La desrealización del mundo cotidiano y la pérdida material de las formas de anclaje de la experiencia por efecto de la colonización de los simulacros mediáticos terminan como resultado por bloquear el imaginario político-ideológico emancipatorio en un proceso de mixtificación de las nuevas formas de dominio flexible, que de raíz niegan toda posibilidad de otra forma de espacio público en común, pese a la pertinencia y necesidad de este ejercicio intelectual y de compromiso histórico en un tiempo como el presente, marcado por el proceso intensivo de globalización, cuyo desarrollo se está traduciendo en diversas formas de crisis cultural y des-concierto de las comunidades locales, paralelamente al proceso de descentralización de las instituciones económicas, políticas e informativas.

No ha de sorprendernos, pues, que quienes se alimentan de La Isla de las Tentaciones, Sálvame o el Café con Susanna Griso campen a sus anchas en las plazas públicas de Madrid vindicando el incumplimiento de las normas, a lo Aznar –dicho sea de paso–, que nadie le puede decir a qué velocidad ha de conducir su vehículo de alta gama, para eso es español muy español, como M.R.

En otras palabras, nuestros medios, periodistas y estadistas fast food más que liberales son ultramontanos, un problema de salud pública que invita a la reflexión y, desde luego, a intervenir por el bien común, por la democracia y por la convivencia de todos.

Este es el horizonte de progreso inmediato que hemos de acometer ante la deficiente y contaminada ecología de la comunicación. Las discusiones en curso sobre el papel de la comunicación y los sistemas informativos permanecen, sin embargo, anclados en la visión absolutista y autoritaria del franquismo sociológico en contra de toda articulación social de diferentes actores y agentes sociales ante el conjunto de problemas que enfrenta el país.

Y ello invita a pesar que parece notorio que el ethos requiere política e imaginación comunicológica que libere las energías y haga habitables las ecologías de vida en esta piel de toro. Desde este punto de vista, podemos afirmar que el desarrollo comunicacional en España constituye, a este respecto, un problema estratégico si hemos de salir del actual bloqueo y crisis institucional, especialmente cuando, como reza el documento audiovisual de Rocío Carrasco, hay que contar la verdad para vivir, pese a que los medios mercantilistas más bien mienten porque son vivos, como dicen los quiteños: pura viveza criolla.