Nicaragua y las agresiones híbridas

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Qué ha sucedido en Haití, qué se mueve en Cuba, por qué Nicaragua vuelve de nuevo a ser objetivo de polémica en la prensa internacional. La respuesta está en los documentos del Pentágono. Julian Assange nos lo ha contado todo en detalle y hoy es víctima del terrorismo imperialista. Mientras en Fort Benning, en el Instituto del Hemisferio Occidental, antigua Escuela de las Américas, siguen formando a los militares golpistas en la doctrina Reagan de la guerra irregular.

La misma que pone a Haití como estudio de caso y modelo ejemplar de exitoso golpe blando por el que Estados Unidos se presentó a la Opinión Pública mundial como mediador ante Raoul Cedras cuando en verdad fue el promotor del derrocamiento de Aristide. Y en esas seguimos, lamentablemente para Nicaragua, laboratorio de la doctrina de contrainsurgencia desde los años ochenta y hoy campo de despliegue de la llamada guerra híbrida.  Como en el caso de Cuba su posición geopolítica es estratégica y considerada dentro del perímetro de alta seguridad por su natural conexión, como con el canal de Panamá, entre el Atlántico y el Pacífico, sin contar, como en el caso de Brasil, las reservas acuíferas.

Si el siglo XX Estados Unidos promovió las guerras imperialistas por el petróleo, los asesores del Departamento de Estado estadounidense definen en este milenio los conflictos en virtud de la posesión del bien preciado del agua. Como siempre es una cuestión no solo ideológica, en la lucha contra el sandinismo, sino material. Por ello, en este contexto, desde 2018, y aún antes, como ya sucediera en la guerra sucia de la contra en los años ochenta, el gobierno de Daniel Ortega ha padecido innumerables dificultades por la acción permanente de las fuerzas colaboracionistas internas que apoya el imperialismo.

Pese a todo el gobierno sandinista ha logrado notables éxitos en materia de economía social, en la gestión del propio covid, notablemente superior en países progresistas como Cuba, respecto a los casos de gobiernos neoliberales como Ecuador o Colombia. La apuesta por la soberanía, la colaboración sur-sur y el apoyo a pequeños y medianos productores con políticas activas de inclusión y participación ciudadana explican el amplio respaldo de la población al proyecto de Sandino en el país, así como el fracaso de la intervención golpista que ha promovido con violencia la oposición derechista y un saldo de más de 200 muertos. Pese a ello la guerra irregular, la llamada guerra híbrida no cesa, pues, como en su origen la guerra de baja intensidad, el objetivo no es tanto militar como cultural, derrotar, en el frente ideológico, la voluntad de independencia y de transformación de los amplios sectores populares que apoyan como antaño el sandinismo.

El planteamiento de este tipo de ataques es generar desconfianza en el sistema democrático, político y administrativo del país e intentar socavar su cohesión social para legitimar la restauración conservadora como ya se hiciera con la victoria de Violeta Chamorro tras el asedio y guerra abierta y permanente de la ultraderecha estadounidense y sus aliados en lo que constituyera una condena internacional del gobierno Reagan por el Irangate.

Hoy los modos de intervención no son abiertamente militares pero el objetivo y modus operandi es en esencia el mismo. Brian Fleming define la guerra híbrida como la síntesis de varios tipos de guerra: guerra convencional, guerra asimétrica, guerra irregular, guerra no lineal, ciberguerra, guerra compuesta, entre otras. En definitiva, un tipo de guerra irrestricta en la que no hay límites porque todo vale. De ahí a la impresentable calificación de El País de Nicaragua como el gulag centroamericano (proclama de propaganda ya usada en tiempos de la Contra en la prensa internacional al amparo de la Casa Blanca con la colaboración de Felipe González que ha seguido los mismos pasos en Venezuela) hay un paso.

En este sentido, cabe situar la campaña de desinformación sobre el país en el contexto, como advierte Maurice Lemoine, de la hoja de ruta de la oposición «Nica» que ha comenzado a denunciar una «farsa electoral» por adelantado. El mismo guión que en Bolivia, antes Brasil o Ecuador a pesar de que todas las encuestas dan como ganador al actual jefe de Estado, incluida la nada sospechosa agencia de investigación Gallup. Desde este punto de vista, el objetivo del golpe blando de derrocar a Ortega no es otro que liquidar el sandinismo, como antaño con Hugo Chávez o como sabemos desde hace décadas en la guerra sostenida contra Castro.

Es una ley conocida de la propaganda, personalizar, demonizar al enemigo, para abstraer la inobjetable razón moral que es la inmoralidad imperialista de revertir los cambios y avances que hasta The Economist reconoce y por el que Ortega ganó, y ganará, ampliamente las elecciones revalidando el apoyo popular al proyecto de cambio que representa, de ahí la campaña mediática cuestionando con anticipación lo que la democracia refrendará.

Es previsible por ello que, en el manejo del tiempo de respuesta variable, un aprendizaje de la experiencia aplicada con motivo del tratado de Esquipulas y la guerra de baja intensidad, se intensifiquen los ataques y la campaña de aislamiento del gobierno de Nicaragua auspiciado desde la Casa Blanca usando para ello métodos y operativos encubiertos que justifiquen ante la opinión pública internacional la remoción de un gobierno molesto para los intereses del imperio. En esta guerra, el rol de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), y la Unión Nacional Azul y Blanca (UNAB), así como la supuesta izquierda que no tuvo rubor en apoyar a la derecha electoralmente y hasta la intervención en el país, no es más que la de colaboracionistas y peones del imperialismo.

Estos “guardianes de la libertad2, “los adalides de la democracia”, terminarán sin embargo fragmentándose, como en Venezuela, porque los Chamorro y sus arietes de la OEA como Almagro no tienen un proyecto de país, sino negocios varios que más pronto que tarde terminan por entrar en crisis y en el divisionismo propio de quienes proyectan para el istmo lo ya vivido en otros territorios como Libia u Honduras. El guión es ya más que conocido y documentado y comprende desde sanciones, amenazas, acusaciones infundadas, perjuicio interno y externo, ciberataques, guerra psicológica sustentada en la manipulación y tergiversación  mediática y redes sociales, el uso de la criminalidad común o la operación conjugada con determinados países, encabezados por Estados Unidos y una amplia batería de recursos propios de la retórica imperial bien detallados por Carlos Midence en su último ensayo sobre las relaciones de Estados Unidos con Nuestramérica. Como desde el siglo XIX, Estados Unidos utiliza tanto la presión bilateral a los países o instituciones que se han prestado históricamente a sus designios como formas de intervención y agresión militar en la continua ocupación de lo que considera su patio trasero, empezando a tal fin por el estrangulamiento de fondos internacionales de cooperación y continuando con el sabotaje y la financiación de la contra de ONGs.

Sobre ellas ya advirtió el politólogo James Petras en la medida que constituyen el frente cultural de la guerra ideológica, como venimos observando desde las operaciones de paz de la administración Clinton. La intervención por razones humanitarias sea en Kosovo o como ahora se propone en Cuba es un clásico del discurso de la injerencia imperialista. Así, hoy de nuevo, como en Venezuela, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); la Fundación para la Nueva Democracia (NED), creada en 1983 por Reagan para sustituir a la CIA en la organización de acciones «no armadas» en los tiempos de la Contra; Freedom House o la Open Society de George Soros financian, forman, coordinan y dan sostenimiento a la supuesta «sociedad civil» que quieren democratizar, imaginamos que como en Colombia, el país.

En la última década, se han destinado más de 80 millones de dólares a esta labor beneficiando a actores políticos como la Fundación Chamorro con las que se han ramificado las bases mediáticas internas del imperialismo : la Fundación ha estado alimentando los canales de televisión 10, 11 y 12, Vos TV, Radio Corporación, Radio Show Café con Voz, así como las plataformas digitales 100% Noticias, Artículo 66, Nicaragua Investiga, Nicaragua Actual, BacanalNica y Despacho 505, entre otros. Mientras proliferan en la prensa internacional acusaciones falsas valiéndose de la estructura concentrada de poder informativo en una suerte de golpismo mediático que hemos documentado ampliamente en nuestro estudio “Golpes mediáticos. Teoría y análisis de casos en América Latina” (CIESPAL, Quito, 2016).

La más reciente es la campaña sobre los arrestos ordenados por el ministerio público nicaragüense a sujetos que han intentado desestabilizar, promover sanciones e implorar, a los mismos Estados Unidos, que perpetre una invasión militar al país ignorando que, como en la invasión al Capitolio, hay una Ley de Seguridad Nacional que aplicar y que en algunos casos, pese a lo dicho por la prensa no eran ni candidatos como se ha querido vender en los medios.

Nada dicen los medios sin embargo sobre el financiamiento que Estados Unidos les ha entregado a actores locales para desestabilizar el país. No sé si los profesionales de la información y los guardianes de la libertad han asumido que quien revele tales realidades ocultas a la opinión pública correrán la misma suerte que Assange. El caso es que es obvio y comprobable para cualquier atento analista que no trabaje subvencionado por las generosas fundaciones privadas al servicio del imperio que la tónica de la guerra híbrida utilizada pretende desviar el cauce de las investigaciones y la aplicación del marco jurídico reproduciendo sin límites la falsedad mediante fake news, postverdades, relatos ilusorios, el adecuado framing y las no-noticias, las verdaderas bases mediáticas de las fuerzas especiales de desestabilización del sandinismo.En el mundo al revés, la detención de golpistas es un ataque a la democracia, y el derrocamiento de presidentes electos como Evo Morales la norma deseable para la restauración incuestionable del sistema. Un simple análisis del discurso comparado sobre la cobertura de la prensa internacional de la Santa Alianza en torno a las masacres y responsables del golpe en Bolivia y las recientes detenciones en Nicaragua,  dejaría en evidencia las contradicciones de los medios mercantilistas en el empeño por instalar una realidad con la que legitimar lo que en verdad siempre ha procurado el imperialismo.

El talón de Aquiles que revela este proyecto de agresión es como siempre el hilo rojo de la historia y la circulación del dinero, en este caso la financiación de las fundaciones, ONGs y agencias que han sido Caballos de Troya, Cipayos, que han actuado a la sombra de los designios del imperio para revertir las conquistas históricas de soberanía y dignidad del pueblo, que, sabemos, tiene más inteligencia que lo que piensan los estrategas del Pentágono.

Nicaragua, en medio de tanto asedio surgido de los centros de poder colonial/imperial que, por diversas razones no soportan que países como éste defiendan su soberanía, resiste para avanzar y retomar el hilo histórico que, en su caso, marcó Sandino. Toda la maquinaria de propaganda es insuficiente para revertir la voluntad insumisa de un pueblo libre, por más que arrecie la campaña de desprestigio y manipulación en medios internacionales. Como describe Luis Buñuel en La edad de oro, los medios son como un escorpión que esconde en sus terminales el veneno del combate y la información, y en este terreno nos encontramos para el caso de Nicaragua. Toca ahora, desde la libertad e independencia, contar la verdad de las crónicas vertidas por la guerra híbrida imperial. Es una cuestión de dignidad y de Derechos Humanos.

Nicaragua y las agresiones híbridas

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Qué ha sucedido en Haití, qué se mueve en Cuba, por qué Nicaragua vuelve de nuevo a ser objetivo de polémica en la prensa internacional. La respuesta está en los documentos del Pentágono. Julian Assange nos lo ha contado todo en detalle y hoy es víctima del terrorismo imperialista. Mientras en Fort Benning, en el Instituto del Hemisferio Occidental, antigua Escuela de las Américas, siguen formando a los militares golpistas en la doctrina Reagan de la guerra irregular.

La misma que pone a Haití como estudio de caso y modelo ejemplar de exitoso golpe blando por el que Estados Unidos se presentó a la Opinión Pública mundial como mediador ante Raoul Cedras cuando en verdad fue el promotor del derrocamiento de Aristide. Y en esas seguimos, lamentablemente para Nicaragua, laboratorio de la doctrina de contrainsurgencia desde los años ochenta y hoy campo de despliegue de la llamada guerra híbrida.  Como en el caso de Cuba su posición geopolítica es estratégica y considerada dentro del perímetro de alta seguridad por su natural conexión, como con el canal de Panamá, entre el Atlántico y el Pacífico, sin contar, como en el caso de Brasil, las reservas acuíferas.

Si el siglo XX Estados Unidos promovió las guerras imperialistas por el petróleo, los asesores del Departamento de Estado estadounidense definen en este milenio los conflictos en virtud de la posesión del bien preciado del agua. Como siempre es una cuestión no solo ideológica, en la lucha contra el sandinismo, sino material. Por ello, en este contexto, desde 2018, y aún antes, como ya sucediera en la guerra sucia de la contra en los años ochenta, el gobierno de Daniel Ortega ha padecido innumerables dificultades por la acción permanente de las fuerzas colaboracionistas internas que apoya el imperialismo.

Pese a todo el gobierno sandinista ha logrado notables éxitos en materia de economía social, en la gestión del propio covid, notablemente superior en países progresistas como Cuba, respecto a los casos de gobiernos neoliberales como Ecuador o Colombia. La apuesta por la soberanía, la colaboración sur-sur y el apoyo a pequeños y medianos productores con políticas activas de inclusión y participación ciudadana explican el amplio respaldo de la población al proyecto de Sandino en el país, así como el fracaso de la intervención golpista que ha promovido con violencia la oposición derechista y un saldo de más de 200 muertos. Pese a ello la guerra irregular, la llamada guerra híbrida no cesa, pues, como en su origen la guerra de baja intensidad, el objetivo no es tanto militar como cultural, derrotar, en el frente ideológico, la voluntad de independencia y de transformación de los amplios sectores populares que apoyan como antaño el sandinismo.

El planteamiento de este tipo de ataques es generar desconfianza en el sistema democrático, político y administrativo del país e intentar socavar su cohesión social para legitimar la restauración conservadora como ya se hiciera con la victoria de Violeta Chamorro tras el asedio y guerra abierta y permanente de la ultraderecha estadounidense y sus aliados en lo que constituyera una condena internacional del gobierno Reagan por el Irangate.

Hoy los modos de intervención no son abiertamente militares pero el objetivo y modus operandi es en esencia el mismo. Brian Fleming define la guerra híbrida como la síntesis de varios tipos de guerra: guerra convencional, guerra asimétrica, guerra irregular, guerra no lineal, ciberguerra, guerra compuesta, entre otras. En definitiva, un tipo de guerra irrestricta en la que no hay límites porque todo vale. De ahí a la impresentable calificación de El País de Nicaragua como el gulag centroamericano (proclama de propaganda ya usada en tiempos de la Contra en la prensa internacional al amparo de la Casa Blanca con la colaboración de Felipe González que ha seguido los mismos pasos en Venezuela) hay un paso.

En este sentido, cabe situar la campaña de desinformación sobre el país en el contexto, como advierte Maurice Lemoine, de la hoja de ruta de la oposición «Nica» que ha comenzado a denunciar una «farsa electoral» por adelantado. El mismo guión que en Bolivia, antes Brasil o Ecuador a pesar de que todas las encuestas dan como ganador al actual jefe de Estado, incluida la nada sospechosa agencia de investigación Gallup. Desde este punto de vista, el objetivo del golpe blando de derrocar a Ortega no es otro que liquidar el sandinismo, como antaño con Hugo Chávez o como sabemos desde hace décadas en la guerra sostenida contra Castro.

Es una ley conocida de la propaganda, personalizar, demonizar al enemigo, para abstraer la inobjetable razón moral que es la inmoralidad imperialista de revertir los cambios y avances que hasta The Economist reconoce y por el que Ortega ganó, y ganará, ampliamente las elecciones revalidando el apoyo popular al proyecto de cambio que representa, de ahí la campaña mediática cuestionando con anticipación lo que la democracia refrendará.

    Es previsible por ello que, en el manejo del tiempo de respuesta variable, un aprendizaje de la experiencia aplicada con motivo del tratado de Esquipulas y la guerra de baja intensidad, se intensifiquen los ataques y la campaña de aislamiento del gobierno de Nicaragua auspiciado desde la Casa Blanca usando para ello métodos y operativos encubiertos que justifiquen ante la opinión pública internacional la remoción de un gobierno molesto para los intereses del imperio. En esta guerra, el rol de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), y la Unión Nacional Azul y Blanca (UNAB), así como la supuesta izquierda que no tuvo rubor en apoyar a la derecha electoralmente y hasta la intervención en el país, no es más que la de colaboracionistas y peones del imperialismo.

Estos “guardianes de la libertad2, “los adalides de la democracia”, terminarán sin embargo fragmentándose, como en Venezuela, porque los Chamorro y sus arietes de la OEA como Almagro no tienen un proyecto de país, sino negocios varios que más pronto que tarde terminan por entrar en crisis y en el divisionismo propio de quienes proyectan para el istmo lo ya vivido en otros territorios como Libia u Honduras. El guión es ya más que conocido y documentado y comprende desde sanciones, amenazas, acusaciones infundadas, perjuicio interno y externo, ciberataques, guerra psicológica sustentada en la manipulación y tergiversación  mediática y redes sociales, el uso de la criminalidad común o la operación conjugada con determinados países, encabezados por Estados Unidos y una amplia batería de recursos propios de la retórica imperial bien detallados por Carlos Midence en su último ensayo sobre las relaciones de Estados Unidos con Nuestramérica. Como desde el siglo XIX, Estados Unidos utiliza tanto la presión bilateral a los países o instituciones que se han prestado históricamente a sus designios como formas de intervención y agresión militar en la continua ocupación de lo que considera su patio trasero, empezando a tal fin por el estrangulamiento de fondos internacionales de cooperación y continuando con el sabotaje y la financiación de la contra de ONGs.

Sobre ellas ya advirtió el politólogo James Petras en la medida que constituyen el frente cultural de la guerra ideológica, como venimos observando desde las operaciones de paz de la administración Clinton. La intervención por razones humanitarias sea en Kosovo o como ahora se propone en Cuba es un clásico del discurso de la injerencia imperialista. Así, hoy de nuevo, como en Venezuela, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); la Fundación para la Nueva Democracia (NED), creada en 1983 por Reagan para sustituir a la CIA en la organización de acciones «no armadas» en los tiempos de la Contra; Freedom House o la Open Society de George Soros financian, forman, coordinan y dan sostenimiento a la supuesta «sociedad civil» que quieren democratizar, imaginamos que como en Colombia, el país.

En la última década, se han destinado más de 80 millones de dólares a esta labor beneficiando a actores políticos como la Fundación Chamorro con las que se han ramificado las bases mediáticas internas del imperialismo : la Fundación ha estado alimentando los canales de televisión 10, 11 y 12, Vos TV, Radio Corporación, Radio Show Café con Voz, así como las plataformas digitales 100% Noticias, Artículo 66, Nicaragua Investiga, Nicaragua Actual, BacanalNica y Despacho 505, entre otros. Mientras proliferan en la prensa internacional acusaciones falsas valiéndose de la estructura concentrada de poder informativo en una suerte de golpismo mediático que hemos documentado ampliamente en nuestro estudio “Golpes mediáticos. Teoría y análisis de casos en América Latina” (CIESPAL, Quito, 2016).

La más reciente es la campaña sobre los arrestos ordenados por el ministerio público nicaragüense a sujetos que han intentado desestabilizar, promover sanciones e implorar, a los mismos Estados Unidos, que perpetre una invasión militar al país ignorando que, como en la invasión al Capitolio, hay una Ley de Seguridad Nacional que aplicar y que en algunos casos, pese a lo dicho por la prensa no eran ni candidatos como se ha querido vender en los medios.

Nada dicen los medios sin embargo sobre el financiamiento que Estados Unidos les ha entregado a actores locales para desestabilizar el país. No sé si los profesionales de la información y los guardianes de la libertad han asumido que quien revele tales realidades ocultas a la opinión pública correrán la misma suerte que Assange. El caso es que es obvio y comprobable para cualquier atento analista que no trabaje subvencionado por las generosas fundaciones privadas al servicio del imperio que la tónica de la guerra híbrida utilizada pretende desviar el cauce de las investigaciones y la aplicación del marco jurídico reproduciendo sin límites la falsedad mediante fake news, postverdades, relatos ilusorios, el adecuado framing y las no-noticias, las verdaderas bases mediáticas de las fuerzas especiales de desestabilización del sandinismo.En el mundo al revés, la detención de golpistas es un ataque a la democracia, y el derrocamiento de presidentes electos como Evo Morales la norma deseable para la restauración incuestionable del sistema. Un simple análisis del discurso comparado sobre la cobertura de la prensa internacional de la Santa Alianza en torno a las masacres y responsables del golpe en Bolivia y las recientes detenciones en Nicaragua,  dejaría en evidencia las contradicciones de los medios mercantilistas en el empeño por instalar una realidad con la que legitimar lo que en verdad siempre ha procurado el imperialismo.

El talón de Aquiles que revela este proyecto de agresión es como siempre el hilo rojo de la historia y la circulación del dinero, en este caso la financiación de las fundaciones, ONGs y agencias que han sido Caballos de Troya, Cipayos, que han actuado a la sombra de los designios del imperio para revertir las conquistas históricas de soberanía y dignidad del pueblo, que, sabemos, tiene más inteligencia que lo que piensan los estrategas del Pentágono.

Nicaragua, en medio de tanto asedio surgido de los centros de poder colonial/imperial que, por diversas razones no soportan que países como éste defiendan su soberanía, resiste para avanzar y retomar el hilo histórico que, en su caso, marcó Sandino. Toda la maquinaria de propaganda es insuficiente para revertir la voluntad insumisa de un pueblo libre, por más que arrecie la campaña de desprestigio y manipulación en medios internacionales. Como describe Luis Buñuel en La edad de oro, los medios son como un escorpión que esconde en sus terminales el veneno del combate y la información, y en este terreno nos encontramos para el caso de Nicaragua. Toca ahora, desde la libertad e independencia, contar la verdad de las crónicas vertidas por la guerra híbrida imperial. Es una cuestión de dignidad y de Derechos Humanos.

Ofrece Francisco Sierra Caballero conferencia magistral en La Habana

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La emergencia de nuevos procesos de participación local y global han redefinido el contexto social, aseguró el catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla Francisco Sierra Caballero, quien impartió este jueves una conferencia magistral durante el evento Martí Comunicador”, organizado por la Asociación Cubana de Comunicadores de Cuba (ACCS).

El nuevo netactivismo del derecho a la ciudad hace que el ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno sean concebidos como la construcción no solo de procesos de inclusión y deliberación ciudadana, sino sobre todo como un proceso de lucha y apropiación por recursos difusos como Internet, aseguró en conferencia magistral que tuvo lugar en el Memorial José Martí, de La Habana.

Sierra Caballero presentó diez tesis sobre los cambios que se están produciendo en la sociedad contemporánea de la mano de las nuevas tecnologías, que “han transformado el mundo y la visión que se tiene de él”.

Desde un punto de vista optimista, dijo, puede decirse que llegaron para desplazar la concepción de que el pueblo es una masa inerte, acrítica, incapaz de lograr un cambio radical en su entorno.

El escenario de hoy difiere de antaño. Ya no estamos en tiempos de la industria masiva de comunicación hegemónica, de un modelo unilateral, unidireccional, centralizado, basado en la división del trabajo, en el que no tomamos en cuenta al receptor, aseguró

Añadió que hoy cualquier ciudadano, teniendo como única herramienta un celular en su mano, es capaz de reflejar su realidad más cercana. Algunos teóricos insisten en un discurso pesimista, que afirma que el Periodismo ha muerto con el auge de las tecnologías, y el impulso de las redes sociales. No es cierto. El periodismo está más vivo que nunca.

¿Qué transformaciones traen consigo el acceso masivo a las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación? ¿Qué uso está haciendo la gente común de los símbolos, cómo construyen su experiencia a través de las redes? ¿Cómo la gente se encuentra, se solidariza, se intercambia y organiza?

La reciente oleada de protestas en América Latina, Europa y Asia es un claro ejemplo. Situó en el eje del debate el papel de las redes sociales desde el punto de vista del activismo digital, los movimientos en red, la construcción de la tecnopolítica o del ciberactivismo como una nueva realidad.

Son el caso del 15M, en España; los Chalecos Amarillos, en Francia; el movimiento «Yo soy 132», en México, la Revolución de los Pingüinos, en Chile; o los sucesos contrarrevolucionarios que tuvieron lugar durante la elección del referendo constitucional de Bolivia en el 2016.

“Estos ejemplos evidencian que en las Redes sociales se está construyendo un espacio público distinto –afirmó Sierra-.  Desde una perspectiva materialista podríamos considerar como una nueva alternativa a la comunicación de los canales institucionales clásicos, o medios convencionales”.

En cada caso lo importante ha sido la ocupación del espacio público, como fue el caso del movimiento 15M en España. No era tan relevante generar una movilización en las redes sociales, sino ocupar la plaza física, en este caso la Puerta del Sol, en Madrid.  La interpenetración entre lo físico y lo virtual es una de las características del nuevo entorno virtual.

Por otro lado, el activismo digital implica un debate sobre cómo se construyen hoy esos frentes digitales, terreno que no se aborda en profundidad en nuestras universidades.

Aseguró Sierra Caballaero que en España actualmente no hay ningún estudio, ni un grupo de investigación en nuestro campo, que aborde el uso por los jóvenes de las nuevas tecnologías. “Si no están viendo televisión, ni leyendo la prensa, como se ha comprobado, ¿qué hacen? No conocemos qué sucede, tanto en el ámbito doméstico, como en las organizaciones”.

Entre los retos de la universidades frente a esta situación adelantó que “las fuerzas de progreso, como académicos e intelectuales, deben empezar a pensar las transformaciones que están por venir en el mundo dependerán de las nuevas tecnologías, altísimamente concentrada en unos pocos territorios y empresas. Unos pocos están estableciendo protocolos normativos. Es un terreno que han colonizado”.

No es casual que las nuevas generaciones estén cada vez más despolitizadas.

Invitó a aprender de esos movimientos vinculados al netactivismo. “Son prueba de que hay un nuevo imaginario de la emancipación y una nueva era de la cultura política. Estudiemos estos fenómenos, fortalezcamos los lazos transformadores de la gente que se ha apropiado de las tecnologías”.

El Dr. Francisco Sierra Caballero es catedrático de Teoría de la Comunicación e investigador del Instituto Universitario de Estudios sobre América Latina (IEAL), donde dirige el Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (www.compoliticas.org).

También, es editor de la Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación (REDES.COM) (www.revista-redes.com), experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Unión Europea, y ha impartido clases y conferencias como profesor invitado en prestigiosas universidades y centros de investigación de España, Portugal, Francia, Italia, y América Latina.

Fundador de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AEIC), ha sido Decano de la Facultad de Comunicación (2005-2010) y Secretario del Departamento de Periodismo. En la actualidad, es Presidente de ULEPICC (www.ulepicc.org).

Sierra Caballero: La complicidad de las plataformas tecnológicas con el gobierno de EE.UU es absoluta

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Desde que en 1993 culminó los estudios superiores en la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Sierra Caballero comenzó a trazar una carrera que deviene uno de los principales referentes en el campo académico y profesional de la comunicación a nivel internacional, con tantos reconocimientos, cargos y responsabilidades que de esbozarlos en este inicio ponderarían, cuanto más, un resumen maltrecho de su prolífica trayectoria.

Nuestro entrevistado es experto en Sociología del Consumo e Investigación de Mercados, en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Unión Europea y especialista en Metodologías de la Participación. Actualmente, forma parte del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura y es Presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Comunicación.

Aunque ha impartido clases y conferencias como profesor invitado en prestigiosas universidades de España, Portugal, Francia e Italia; en América Latina también ha desarrollado una profusa actividad que incluye su rol como Director General del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal) hasta el 2017, evaluador y cargo académico del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile, la Secretaría de Educación Pública del Gobierno de México, la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social, la Asociación Iberoamericana de Comunicación y la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe.

El Coloquio sobre Martí, convocado anualmente por la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales y desarrollado entre los días 23 y 24 de enero, tuvo como invitado especial al Dr. Francisco Sierra, quien ofreció dos conferencias magistrales: “Comunicación, política y cambio social en la galaxia de Internet” y “Teoría marxista y la revolución digital”.

Usted fue director general de Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, con sede en Quito, una institución creada por la UNESCO para defender los derechos en la región. ¿Cuál es la situación de Ciespal ahora con el gobierno de Lenin Moreno?

Después de la década ganada lo que se ha vivido en algunos países, especialmente en el caso de Ecuador, es una vuelta a la receta neoliberal. Eso se ha traducido en una serie de medidas que ha llevado a derogar dos artículos sustanciales de la Ley orgánica de comunicación; vender dentro de la tradición de Lenin Moreno a Julián Assange que había sido una apuesta en política internacional, sobre todo del canciller Ricardo Patiño, y en el caso de Ciespal, cumplir una labor de cobertura de las realidades neoliberales y represivas del Estado para justificar una política con la que la mayoría de la población no está de acuerdo.

Como estoy desvinculado no tengo bien claro cuál puede ser el futuro de Ciespal, pero temo, incluso, por la propia supresión de ese organismo internacional vinculado a Unesco, para convertirse en un centro más del Estado y el gobierno. Eso sería un final muy triste para un centro que ha sido de radiación de pensamiento crítico en comunicación en América Latina.

Evidentemente, el programa de gobierno de Lenin Moreno no apuesta por los medios públicos, ni defiende las políticas activas de comunicación. Está volviendo al modelo anterior que va a hundir a Ecuador desde el punto de vista del talento humano y la formación de competencias.

Muchos investigadores hablan de una carrera armamentista en el ámbito digital que tiene a América Latina como polígono de pruebas, un ejemplo son las más de cien mil cuentas falsas creadas para legitimar el golpe de Estado en Bolivia. ¿Cuáles son sus consideraciones acerca de esa situación?

No se trata de que América Latina sea un laboratorio de proyecto imperial o geopolítico de reestructuración de la hegemonía. Donald Trump ha empezado por una zona de influencia, pero la ciberguerra no inicia, ni es algo novedoso ahora en América Latina; es un proceso que se ha ensayado dentro del propio territorio de Estados Unidos, que se está ensayando, si hablamos de ciberguerra, como principal eje de disputa, en el conflicto con China, aunque todos apunten a Rusia.

En mi libro La guerra de la información: Estados Unidos y el imperialismo en América Latina (2017), hay un recorrido histórico para el caso de América Latina. Lo que ha variado y reformulado es la doctrina de seguridad de Estados Unidos (EE.UU). Desde los documentos de Santa Fe, con Ronald Reagan, se comenzó a reformular la necesidad de hacer una estrategia menos militar y más ideológica. Ahí ya se concibe la guerra como una cuestión de ideología, de hegemonía, de disputa. Esa doctrina varió a partir de los trabajos de Gene Sharp sobre los golpes blandos, que incorporan la dimensión de las redes sociales donde se juega la disputa de la hegemonía, aunque en algunos casos han fracasado estrepitosamente como en Venezuela y Cuba.

En Bolivia funcionó y hay que recordar que funcionó no solo ahora con el golpe de Estado, sino con el referendo de 2016. Los medios, al unísono y en alianza con las redes, tuvieron un relato sobre la falsa paternidad de Evo Morales, sobre corrupción no demostrada. En el actual golpe diversos estudios han demostrado la proliferación de cuentas falsas y ese es el ámbito que complementa la estrategia del golpe blando. Todo eso está teorizado en los documentos de Santa Fe: se trata de la buscar un inobjetable objetivo moral por parte de las fuerzas imperialistas.

Hoy con las redes sociales funciona aún más la Ley de la espiral de silencio (aquellas opiniones más sobrerrepresentadas tienden a imponerse aunque sean minoritarias), porque también existe el efecto burbuja, es decir el aislamiento psicológico y social de los individuos, que suelen conectarse con amigos o redes con los que comparten una única visión.

La doctrina de los golpes blandos se inició, justamente, en América Latina, en los años 80, cuando la ultraderecha estadounidense decidió elaborar una nueva estrategia política de intervención que se experimentó en Centroamérica y en Nicaragua con la guerra sucia contra la revolución sandinista y que se va perfeccionando hasta hoy.

¿Es posible desatar acciones de manipulación en red sin la complicidad de las plataformas digitales?

La complicidad es absoluta y ese papel ha sido muy claro, por ejemplo, cuando comenzaron las movilizaciones en Brasil en defensa del Partido de los Trabajadores, el partido de Lula y de Dilma, se aplicaron diversos apagones informativos, no circulaba información. Facebook, Twitter, las grandes empresas como lo han sido Microsoft, Apple, como lo fue IBM en el golpe de Salvador Allende, siempre han colaborado con el Pentágono y el Departamento de Defensa. Eso no ha variado.

Hoy con las nuevas empresas, el llamado capitalismo de las plataformas digitales es efusivo colaborador del gobierno de EEII. Esa colaboración se manifiesta en que el flujo no circula, tal como ha sucedido en Ecuador con el caso de Julián Assange, en el que Facebook y Twitter han procurado eliminar cuentas de las fuerzas progresistas para evitar el intercambio. Han sido activos colaboradores tanto para generar procesos de proinsurgencia o contra la insurgencia con el propósito de evitar la movilización ciudadana que vaya en contra de los intereses geopolíticos y estratégicos de EE.UU.

Se ha construido una nueva arquitectura de la información y la comunicación en la que participan ya no solo los medios tradicionales, sino también los influencers y los nuevos medios sociales, ¿cuál es a su juicio el papel de estos actores en la democracia y el balance informacional de la sociedad actual?

Los youtubers son, en general, un fenómeno de una nueva cultura digital, que coincide con un discurso neoliberal de lo que se llama el emprendedorismo; ser un empresario de sí mismo es la máxima utopía liberal- conservadora. Hay youtubers con una línea crítica, nosotros en España, tenemos varios vinculados al Partido Comunista que cumplen una labor de sensibilización, sea para la igualdad de género, para la cooperación internacional con el pueblo saharaui, para defender los derechos de los trabajadores, pero normalmente los youtubers proliferan con ideologías conservadoras y sobre todo reproducen ese discurso que se hizo célebre cuando se aprobó la estrategia de Sociedad de la Información de los Estados Unidos: cualquier usuario puede construir su futuro a través del acceso y la conexión a Internet.

Eso es falso, y ahora tenemos un gran problema. En España, por ejemplo, tenemos una alta tasa de fracaso escolar, de abandono de los estudios, pues existe una generación que piensa que a través de un canal en YouTube pueden llegar a ganar millones; es como la vieja utopía de ser toreros. Ese elemento desde el punto de vista social, político y cultural yo lo calificaría como una realidad negativa.

La labor de los grandes medios o los medios convencionales es francamente preocupante, por tres factores. En primer lugar, las nuevas generaciones, por lo menos en Europa y en Estados Unidos, ya no consumen los medios periodísticos tradicionales. En segundo lugar, su posición ha sido acusar de que en las redes solo circulan las falsas noticias, pero lo cierto es que los principales difusores de las falsas noticias son las grandes agencias. En España, la profesión menos valorada, después de político, es la del periodista. Las personas no tienen confianza en los medios de comunicación, porque ahora tienen acceso a la información y al escrutinio público, pueden contrastar o hacer un contrapunto entre lo que dicen los medios y lo que dicen otras redes.

Hay una pérdida paulatina de las audiencias. Las jóvenes generaciones que están en las redes ya no consumen medios periodísticos. Mientras esto sucede, la interpretación de los grandes directores es que la gratuidad está poniendo en crisis a los medios. Eso no es verdad, sino que los medios no han cumplido su función. Siguen trabajando en la lógica, parafraseando a Manuel Castells, de un punto de emisión (medios de masas) cuando se conviven con múltiples puntos (masificación de los medios). Cada punto puede ser receptor, usuario o ciudadano, o un medio, incluso los periodistas de los propios medios son una fuente y un medio de comunicación por sí mismo. Realmente lo que está muriendo es el modelo masivo que se desarrolló en Estados Unidos y Europa, en el que había una opinión pública homogénea y el periodista era el intermediario cultural.

Y el tercer factor es que no tenemos claro cómo van a resurgir los medios en la era de las redes. Sin embargo, hay un buen momento para el periodismo narrativo en América Latina por su alta calidad. Está el soporte de las revistas, el formato libro, hay otras posibilidades de narrar historias en el espacio latinoamericano.

¿Qué papel tienen los medios de comunicación en la visibilidad de fenómenos de resistencia como en el caso de Chile?

Nefasto. En Chile, hemos defendido la necesidad de una Ley de comunicación, pues aún el sistema de comunicación chileno es el de la dictadura, pero esa necesidad aún no está madura. Chile está en un descrédito similar al que estamos viviendo en España. Los medios no recogen la realidad del pueblo chileno, por eso todo el pueblo está en la calle demandando la necesidad de democratización de los medios. El poder fáctico neoliberal de Chile terminará teniendo el descrédito total de la población.

Ya lo perdieron con la movilización de los estudiantes. Los estudiantes comenzaron con una movilización minoritaria para exigir la gratuidad de la educación y así lograron mantener durante más de tres o cuatro años movilizaciones continuas que lograron el respaldo del 70 o el 80 por ciento de la opinión pública. Ningún otro movimiento en la historia de Chile, ni pre democrática, ni durante la dictadura, había logrado tal respaldo.

Todo está cambiando, pero los medios siguen criminalizando la protesta, cerrando el enfoque. Quien conozca Chile y sepa lo que gana un médico, cuáles son los niveles de endeudamiento que tiene una hipoteca o simplemente estudiar una carrera universitaria, sabe que ya no solo las capas populares son quienes sufren, sino las capas medias. Y han dicho basta.

¿En qué estado se encuentran las leyes de comunicación en América Latina?

Hemos tenido un balance de grandes avances en la época ganada y de retrocesos muy rápidos. Falta pensar más en términos de teorías normativas para evitar lo que ha sucedido en Argentina, donde un movimiento tan fuerte de apoyo a la Ley de los 21 puntos, la Ley de Comunicación del gobierno de Kirchner, se desmontó totalmente en un año -arrasaron con los medios públicos, las defensorías de las medios- y se volvió atrás con procesos de regulación y control, favoreciendo el crecimiento de los monopolios del grupo Clarín. También necesitamos aprender desde la práctica para crear una institucionalidad que no mude con el cambio de gobierno.

Esa institucionalidad ha sido reversible tan rápido por la carencia de instancias internacionales, que ante una violación flagrante de derechos básicos, tomen medidas. De ahí que tenemos que aprender a crear sistemas más robustos jurídicamente para que esas políticas públicas no desaparezcan.

¿Cuáles son las vulnerabilidades de América Latina en el escenario digital y por qué podemos hablar de colonialismo tecnológico?

Podemos hablar de colonialismo tecnológico en primer lugar porque no hay soberanía tecnológica. La dependencia se ha mantenido, pues las instancias de regulación permanecen en manos de las corporaciones y de los intereses de EE.UU. Una vía para eliminarla puede ser reivindicando que esas competencias las asuma la UNESCO para poder reformular el sistema internacional de comunicación, de lo contrario América Latina puede reproducir el discurso falaz de que, a través de la tecnología, va a lograr su desarrollo. Es todo lo contrario: a través de la tecnología se incide más en su desarrollo cultural, informativo y, también, económico. A nivel internacional los organismos que regulan el sistema tienen una visión tecnocrática e instrumental que impide cualquier ámbito de democracia.

En América Latina, a pesar de que hemos adelantado mucho en las dos o tres últimas décadas, hace falta concientizar a la población. Los gobiernos y agentes progresistas deben entender que el primer eje de acción en el ámbito de digital es recuperar lo tradicional-ideológico y lo periodístico.

Quien fuera presidente de la UPEC y uno de los participantes en los debates de la UNESCO por la democratización de la información (NOMIC), Ernesto Vera, se lamentaba de que “mientras la mentira está organizada, la verdad está dispersa”. ¿Qué hacer desde la izquierda latinoamericana, en materia de políticas públicas, para enfrentar las estrategias de manipulación con la inteligencia artificial y la big data, sobre lo cual no parece existir compresión en el progresismo?

Uno de los fracasos que tuve como director de Ciespal fue intentar convencer en la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) de hacer una política de comunicación. El modelo que diseñó UNASUR daba escasas posibilidades al Secretario General para la autonomía política. Intentamos algo con un proyecto de anillo de conexión liderado por Venezuela, para que esa infraestructura no dependiera de EE.UU. Ese proyecto, hasta que estuve de presidente, no avanzó, paralizado por el bloqueo de países con posición conservadora como Colombia y Paraguay. Es necesario darle prioridad al frente cultural e ideológico, que las políticas de comunicación sean más articuladas y que pasen por el acierto que tuvo Hugo Chávez, de crear grandes medios y plataformas. Para eso necesitamos empezar desde la propia infraestructura, es decir, una red que no pase por Washington, quien domina de manera monopólica la red.

La cuestión es entender la política de comunicación no como un fenómeno del periodismo, sino como el eje central para el desarrollo económico y social de los pueblos de América Latina.