ICOM 24. Cuba debate

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Estupefacto, miro la pantalla y no doy crédito. RTVE informa del derrocamiento del presidente Bashar Al Assad calificando a organizaciones terroristas como HTS grupos rebeldes, sin más. Por supuesto sin contexto, asumiendo la narrativa sionista, pese a la inequívoca clasificación de la ONU, la propia UE y EE.UU respecto a estos actores en la región. Me equivoco de tiempo o de país, no sé si estamos en plena guerra fría o en Washington, porque si la cobertura de Ucrania ya resultaba una ucronía delirante en la que la propaganda más que tóxica llegó al paroxismo de la censura, con restricciones a la prensa y ONGs como nuevo frente enemigo, hoy la era Trump tiene en la televisión pública una suerte de sucedáneo de Fox News, con un sistema mediático además hiperconcentrado, duopólico de facto. Pero la falta de libertades solo se atribuye al eje del mal, a Moscú o Bielorusia, nunca a la Comisión Europea que auspiciara la censura de RT y Sputnik, según los preceptos de los apologetas del imperio que nos han mostrado a lo largo de la historia que los derechos, como el de la comunicación, son solo un panegírico listo para matar(nos). Menos mal que nos quedan faros como Cuba, más allá de la proclama Patria o Muerte. Del bravo pueblo de la isla, como de Alfaro o Sandino, tanto como del Che y Fidel, aprendimos que la disyuntiva es clara: Socialismo o Barbarie. O si prefieren: Soberanía Informativa o Guerra de Propaganda Imperialista. Y en estos términos fuimos convocados por la Facultad de Comunicación de La Habana a ICOM 24, un congreso ya referente del pensamiento emancipador en comunicación de la región, donde periodistas, medios y académicos pensamos la IA, la geopolítica mundial de la información o los nuevos retos de producción y organización cultural de la cuarta revolución industrial. La agenda de trabajo definida en este encuentro, celebrado en el Palacio de Convenciones donde el Movimiento de Países no Alineados diera forma al proyecto del NOMIC en su momento, marca una hoja de ruta para nuevas alianzas y estrategias del Sur Global dirigida a garantizar la soberanía informativa, la libertad y los derechos comunes que los medios globales del capitalismo de plataformas socavan y vulneran por activa, con el golpismo en los países rebeldes, o de forma pasiva, extendiendo el manto y relato de la siliconización que el extractivismo de datos, recursos y talentos coopta y captura a diario en todo el mundo.

En juego está la diversidad, el desarrollo, la autonomía social, la justicia cognitiva y, en suma, la democracia. Por ello, muchos de los ponentes pensaron contracorriente alternativas de futuro, figuras y espacios de esperanza sin olvidar de dónde venimos. Cultivar la memoria es necesario para no repetir la historia como farsa. En la inauguración del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, el ICAIC recuperó por ejemplo la obra pionera de animación de Juan Padrón, un histórico de la cultura cómic. Están de aniversario, y como hizo el PCE en su centenario, animado por la camarada Reme, un joven onubense tuvo a bien contar en viñetas la lucha histórica del partido en la provincia de Huelva, con una narrativa más propia de la Generación Z. En los últimos tiempos, lo que no cuentan los diarios lo narran los libros de periodismo cómic, o El Roto en editoriales históricas. El noveno arte, la novela gráfica, como es más correcto denominarla, ha experimentado de hecho un impulso inusitado con la narrativa de Joe Sacco sobre Gaza, que luego otros han seguido emulando en lo que ya es una consistente estela y éxito editorial más allá de la industria Disney y el universo Marvel. En estas mismas páginas, en el suplemento de El Mono Azul, Casimiro Castaño daba cuenta de cómo se puede contar la memoria democrática de forma creativa y pedagógica.

Trascendiendo la hibridación de géneros y la experimentación de formatos, la comunicación móvil depende de textos, y de contextos, de tramas discursivas potentes y poderosas como La Dame Blanche. Con el boom de las plataformas vivimos en fin el retorno a la narrativa y al guionista como eje central de la producción mediática. De Fariña a Secuestrados en Georgia vamos hacia un audiovisual que, entre la innovación y los nuevos desarrollos en el consumo cultural, se torna clásico y con historias reales y más vivas que nunca, quizás porque nadie echa cuenta y precisamos de nuevo de cuentos para que a Netflix le salgan las cuentas. En este tránsito de la ficción se vuelve al periodismo para literaturizar el audiovisual en una suerte de docuficción. Y en esta trama, Cuba debate, conoce bien lo real maravilloso, Vampiros en La Habana mediante, y cultiva el barroco a lo Carpentier, construyendo nuevos imaginarios para un mundo en cambio y una comunicación decolonial que se resiste a ser mera opereta de Hollywood y sus dispositivos de dominio. Leyeron los escritos de Martí, y saben bien que la radio del mismo nombre en Miami, como los GAFAM, es más de lo mismo. Los investigadores en información y comunicación reunidos en La Habana bien lo demostramos con datos y con razón, pero hay además que hacer un esfuerzo democrático suplementario y articular frentes culturales liberadores en tiempos del capitalismo de vigilancia: por el futuro de la humanidad y la propia subsistencia del planeta: del Congo a Valencia, de Sevilla a La Habana, de Madrid a Pekín.