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Mediafare
Quienes somos militantes del principio esperanza nunca renunciamos a la pedagogía democrática, así que me van a permitir que les recomiende una lectura: el drama didáctico La excepción y la regla (1930) de Bertolt Brecht, una propuesta más que oportuna en nuestro tiempo para observar el mundo y la actualidad con otros ojos, y que desconfíen del acto más trivial y en apariencia sencillo, que examinen, sobre todo, lo que parezca habitual. Sugerimos, ante la coyuntura que nos carcome, que expresamente no acepten lo habitual como una cosa natural. Pues en tiempos de desorden sangriento (como en Gaza), de confusión organizada (como en la Argentina de Milei) de arbitrariedad consciente de muchos magistrados, de humanidad deshumanizada, NADA DEBE PARECER NATURAL, NADA DEBE PARECER IMPOSIBLE DE CAMBIAR. Más aún en el espacio mediatizado de nuestra democracia de baja intensidad, donde las sentencias se televisan y los jueces son protagonistas del papel cuché.
Lo que ocurre en la justicia y la cueva mediática de este país no es lo que debiera ocurrir, empezando por la propia composición de los actores. Un estudio realizado no hace muchos años indicaba que las dos profesiones más endogámicas en España son la de los jueces y profesores universitarios. Doy fe que es así. En la universidad, que un hijo de obreros, como es el caso, llegue a catedrático es cosa improbable (apenas un 0,000001 por ciento). Una excepción. La regla es la que es. Igual sucede con las mujeres, y por eso aprobamos en el Congreso una ley frente al techo de cristal que, en el poder judicial es más que notorio. En la moción de VOX sobre la independencia de la Justicia, fuimos taxativos, la carrera judicial está reservada a familias selectas con poder adquisitivo para financiar las oposiciones, heredando así de padres a hijos una función pública que resulta en el modus operandi privativa. Hablamos de una justicia de otro tiempo, clasista, machista y xenófoba, un poder del Estado injusto e ineficiente que solo opera con diligencia y velocidad en casos de lawfare, por lo general contra la izquierda, dirigentes sindicales y movimientos antagonistas. La vindicación de la independencia en la justicia, como en los medios, debería mover a risa si no fuera por la seria amenaza que dinámicas como el mediafare tiene para nuestra débil democracia, cuya institucionalidad se ve tensionada por la pendencia, esto es, en tiempos de Vox, por el eterno retorno de la contienda, la riña, el altercado, la bronca y la reyerta.
España no es diferente, como sueñan los herederos de Franco. El pueblo de esta tierra asolada por una casta castiza y rentista demanda justicia democrática y medios justos, no palanganeros de la internacional corporativa a lo Vicente Vallés. La gente exige un entorno mediático y judicial sin puertas traseras ni intromisiones que vulneran derechos. Un ecosistema informativo imparcial y de calidad. Leyes que protejan a la ciudadanía de extralimitaciones a lo Ama Rosa Quintana o Carlos Herrera en favor de quienes mandan en este país. La gente común quiere libertad de expresión y asociación, no leyes mordaza, y menos jueces mediatizados y cooptados en manifestación contra normas no tramitadas por el poder legislativo con clara voluntad destituyente. En suma, la sociedad española mira al futuro y aspira a la justicia de los Derechos Humanos, la justicia de la reparación y proporcionalidad, la que reconoce que sin libertad de expresión no es posible la convivencia pacífica, que sin Julian Assange o Pablo González en libertad no hay democracia. Por ello es tiempo de pedir la paz y la palabra, una justicia y medios de comunicación no de los pocos que hablan de reglas pero cultivan la excepción en forma de doctrina Botín, sino una justicia e información política que, respetando el debido secreto profesional, no practique el lawfare alterando los tiempos y procedimientos según coyuntura política mientras se confunde la garantía de inmunidad judicial con la impunidad del rey emirato.
En juego está la dignidad y justicia para todos, siempre y cuando periodistas y agentes sociales asumamos la lección que nos dejara Brecht:
Consideren extraño lo que no lo es.
Tomen por inexplicable lo habitual.
Siéntanse perplejos ante lo cotidiano
Traten de hallar un remedio frente al abuso
Pero, sobre todo, no olviden que la regla es el abuso.