El Modelo de Propaganda y el control de los medios

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A finales de la década de los 80 del siglo XX, Edward S. Herman y Noam Chomsky dieron a conocer su Modelo de Propaganda —un modelo teórico que explica cómo las élites y los grandes conglomerados de comunicación «fabrican el consentimiento de la opinión pública» (manufacturing consent) a través del sistema de medios para imponer su visión del mundo y el mantenimiento del statu quo de esas mismas élites.

Hoy el Modelo de Propaganda sigue siendo vigente pero precisa de reformulaciones que lo adapten al actual ecosistema digital impuesto tras la revolución tenológica.

El Modelo de Propaganda y el control de los medios reúne aportaciones teóricas y analíticas de investigadores españoles, latinoamericanos y anglosajones en torno al control internacional de los flujos de comunicación y el control del pensamiento en la era digital, bajo el prisma de los mecanismos de filtrado informativo contemplados por el Modelo de Propaganda, así como posibles actualizaciones del mismo.

El Modelo de Propaganda y el control de los medios actualiza y pone en valor el legado intelectual de Edward S. Herman, un pensador comprometido con los derechos humanos y la democracia informativa —referente inequívoco en la crítica de la economía política del periodismo y en la denuncia de la red de exportación del terror del complejo industrial-militar del Pentágono.

Medios golpistas

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Hace meses, en esta misma columna, alertaba sobre la disyuntiva Comunicación o Barbarie. La civilización –citábamos a James Petras- en el grado maduro de desarrollo del capitalismo, es un sistema híbrido. Formalmente, civilizada, en el fondo, impone el abismo de la barbarie que hoy despliega VOX en forma de legitimación de la lógica de la destrucción creativa. El reciente golpe de Estado en Bolivia certifica esta iluminación anticipatoria, no solo por la emergencia del neofascismo en Europa y América, sino, para el caso que nos ocupa, también por la vigencia de un sistema informativo que atenta contra los Derechos Humanos: ocultando la tortura y eliminación de opositores (caso de Mercurio en Chile), promoviendo el linchamiento mediático (con el lawfare) y fungiendo como vanguardia de los golpes blandos (caso Paraguay o Brasil). De los telepredicadores de la era Reagan, que financiaron la guerra sucia contra Nicaragua, a la plaga evangelista que asola Brasil o promueve la guerra contrainsurgente en Chiapas amenazando a los teólogos de la liberación, los medios son hoy el principal baluarte de la restauración conservadora. Para ello cuentan con un amplio ejército de intelectuales orgánicos y portavoces de la Santa Alianza. Si algo ha dejado en evidencia la cobertura del golpe contra el MAS, es la importancia de los colaboracionistas, intelectuales posmos que se ponen de perfil, niegan lo evidente y justifican la barbarie por razones, bienvenido el oxímoron, de legitimidad democrática. A la unánime negación del golpe de medios como RTVE o Canal Sur, por no mencionar al duopolio televisivo con intereses en el país, cabe añadir la perpleja actitud de los asalariados del crimen cristofascista en el país andino. Como analizara Marx en El 18 Brumario, hablamos de un tropel de pregoneros del Capital global que comparte “el espíritu de componendas llevado al fanatismo, por miedo a la lucha, por cansancio, por consideraciones de parentesco hacia los sueldos del Estado, tan entrañables para ellos, especulando con las vacantes de ministros, por ese mezquino egoísmo con que el burgués corriente se inclina siempre a sacrificar a este o al otro motivo privado el interés general de su clase”. Así, los colaboracionistas, sólo trabajan hoy, como ayer, para sí mismos como tontos útiles al servicio del partido del orden en la lucha contra toda forma de socialismo democràtico, esto es, en contra de campesinos, indígenas, trabajadores de la minería y grupos subalternos. Mientras los medios amplifican en pantalla las imágenes del desastre en Chile, Ecuador, o Colombia mostrando los rasgos de un mundo en descomposición, cosa que en manera alguna puede confundirse con una situación revolucionaria; en cierto modo, cito literal a Francisco Ayala, es todo lo contrario, pues revolución implica movimiento histórico determinado por una tensión de fuerzas sociales, dialéctica real, mientras que los hechos sociales del presente corresponden a una sociedad desintegrada y encharcada donde todo es confuso, los movimientos son ciegos, los conceptos se han vaciado de significación y las palabras, corrompidas y deformes, degradadas al papel de insultos, oscuras, torpes y sumarias como gritos intrahumanos, que muestran una grotesca inutilidad para lo que es su función específica: entenderse. En esta lógica, la función vicaria de los medios golpistas es entretenernos, sumar voces a la ceremonia de la confusión para impedir que la gente se mueva, que el sistema quiebre por la vindicación de la vida. Triste función para el periodismo, hoy empeñado en el ardid de la falsedad y el colaboracionismo. ¿Alguna vez se exigirá responsabilidades por atentar contra los derechos fundamentales?

La Casa Borbón televisada

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La vida no deja de sorprendernos, y no precisamente en el Telediario. Si la revolución nunca va a ser televisada, la televisión por lógica no nos va a llamar la atención, aunque presente el informativo la Reina de España, que ya es de chiste este gusto por lo plebeyo tan común en los borbones. Campechanía lo llaman. Algunos otros lo definiríamos de otro modo, desde Fernando VII a Felipito, pero aquí, como en el XIX, hay que vérselas con la censura e incluso con el desacato, por no hablar de la Ley Mordaza, que sostiene al régimen monárquico del tardofranquismo.

Ver las imágenes de la huelga general por la sentencia contra altos cargos de la Generalitat, presentando RTVE a neonazis como defensores de la unidad de España, y el primer discurso de la heredera al trono en los Premios Princesa de Asturias produce cuando menos sonrojo.

Desde el inicio de su primer reinado, la Casa de Borbón ha sido la plaga mayor sobre la piel de toro, gobernado por la gran propiedad territorial, con sus curas y sus lacayos, hoy todos en el mundo IBEX 35. Hablamos naturalmente de una monarquía parlamentaria peculiar, sostenida sobre la gran propiedad del suelo, con coquetería feudal y orgullo de casta, que procura guardar las formas antiguas del reino de la desesperanza, hoy, a fuer de cambios de época, completamente aburguesada por el desarrollo de la sociedad moderna al grado de admitir el espíritu jesuita y hasta las traducciones de la Escuela de Frankfurt del mandarín de la cultura de la Casa de Alba.

Pero tan pronto uno deja la visión de lejos que nubla la vista, y explora con lupa de cerca las miserias de la Casa Borbón, pronto se le quitan las ilusiones y devaneos, en forma de desengaño, sobre la supuesta modernidad. Ni con jeans resisten la prueba del algodón.

La mierda llega hasta el dormitorio. No hay limpiador multiusos que pueda lustrar lo que siglos de historia y muertos acumulan en esta casa real. Pero esto no es objeto de discusión en los medios, pese a que en esencia el régimen parlamentario se distingue –sea monárquico, como en Inglaterra, o republicano como en Francia– por discutir incluso la forma de Estado.

A propósito, tengo varias anécdotas sobre el discurso de ¡Vivan las caenas! Una de índole académica sobre el papel del Monarca en el 23F, en un posgrado sobre Comunicación y Defensa. Trataba de mostrar a los alumnos, craso error, que en la guerra psicológica lo que se muestra o aparenta no es, y lo que es no suele aparecer en pantalla.

Así, el caso del supuesto rol de salvador de la democracia del monarca Juan Carlos I, por todos conocidos como Juanico el Corto, sin ironía, lo que se cuenta no es lo que tuvo lugar. Pero la representación de una mala comedia como la del golpe de Estado sirvió para apuntalar una monarquía que nadie quería, salvo los herederos del franquismo, como es natural.

La situación vivida fue similar a la contada, como sainete, por Marx en El 18 Brumario. Pero se ha mantenido como cuento chino por más de cuatro décadas. Todavía hace poco tiempo cuando a Jordi Évole se le ocurrió hacer un falso documental, la prensa del régimen reaccionó con gran visceralidad. Cómo se le ocurría hacer ficción realista para reveler la realidad de la ficción que nos contaron.

Paradojas del mundo al revés: un partido como el PSOE representa el orden y el llamado constitucionalismo abandera una Santa Alianza replicando un discurso, parafraseando a Marx, de monosilábicos en tribuna, la prensa y los canales de representación.

Insulsos como los acertijos cuya solución se sabe de antemano, la consigna es la de siempre: respeto a nuestra democracia de baja intensidad, y se repite siempre, el tema es siempre el mismo, el fallo está siempre preparado presentando como progreso el burdo liberalismo que nos arruina hasta decir basta al trasmutar como socialista la reforma financiera de la troika y el FMI.

Y en esas estamos, con el autoritarismo y unos medios públicos controlados mientras el Grupo Planeta y el lobby italiano, el duopolio mediático, carga contra los manifestantes, aíslan las fuerzas de progreso y proclaman, una vez más, que la mayor libertad es la que no existe y la guerra es la paz universal. Cosas de Orwell que suceden en Cataluña y en el reino de España.

Solo nos queda confiar que ahora que por fin se busca acabar con el reino del puterío con políticas contra la explotación sexual, la esclavitud del siglo XXI, se amplíen las medidas para atajar la trata de seres humanos combatiendo la explotación del régimen del 78, y la gran casa de lenocinio en que se ha convertido el reino de España. No olviden que lo último que se pierde es la esperanza, aunque el Telediario insista en lo contrario.

Conferencia «Gestión de la Comunicación y la Información en catástrofes. Rol de los Medios de Comunicación» dirigido a los comunicadores de la Asamblea Nacional