Seminario «La Televisión y sus Desafíos»: presidente del CNTV propone avanzar hacia una regulación más robusta en lo digital para la protección de las audiencias e infancia

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El Consejo Nacional de Televisión, en colaboración con universidades públicas y privadas, y con el apoyo de la oficina regional de la UNESCO, inauguró esta mañana un seminario para analizar los retos y transformaciones de la televisión en la era digital.
“La televisión no va a desaparecer y en Europa ya se están planteando marcos regulatorios en este nuevo orden de múltiples plataformas”, señaló Francisco Sierra, académico y diputado español.
La directora ejecutiva de TVN, Susana García, hizo hincapié en la importancia de la televisión en el tiempo porque representa la identidad local y porque sus contenidos ya se pueden ver en todas las plataformas.

Miércoles 28 de agosto de 2024 – Esta mañana, el presidente del Consejo Nacional de Televisión, Mauricio Muñoz, inauguró el seminario “La Televisión y sus Desafíos”, junto a la rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés y el jefe de educación de la Oficina Regional de Unesco para América Latina y el Caribe, Valtencir M.Méndez. Las tres autoridades resaltaron la importancia de la televisión como medio de información confiable.

La Rectora Devés destacó el ánimo de cooperación interinstitucional en la organización del seminario, “en un contexto educativo donde muchas veces parecen primar las diferencias en un marco de competencia”. En sus palabras, señaló que “la responsabilidad social de la televisión debe seguir siendo un tema de debate relevante, pues sus contenidos tienen efectos individuales y también efectos sociales”. En ese sentido, la Rectora indicó que “para la Universidad de Chile, representada en este encuentro por académicos y académicas de la Facultad de Comunicación e Imagen, la televisión es un medio fundamental de vinculación con la sociedad. Por eso nos hemos esforzado para poner en marcha nuestra señal abierta digital, Uchile TV, que abarca todo el territorio nacional y, por tanto, representa una gran responsabilidad”.

“La televisión no va a desaparecer solo sufre un proceso de transformación debido a la disminución de audiencias y de avisaje por la irrupción de las plataformas. El desafío es la sinergía con las OTT para la emisión de sus contenidos”, recalcó el presidente del CNTV.

La primera charla del seminario estuvo a cargo del destacado catedrático y diputado español, Francisco Sierra, quien se refirió a los dilemas y alternativas del audiovisual en la cuarta revolución industrial. “La alternativa de la tele de pago y en abierto más que ser proveedores de ficción y programas de entretenimiento han de apostar por la innovación como proveedores de servicios integrados. De soluciones tecnológicas, de aplicaciones, de recursos. Un desplazamiento que avance de la smartv a la dialigtv, del HD al internet de las cosas, de la distribución de oferta audiovisual a la generación de procesos creativos”.

Una regulación más fortalecida

Durante la jornada, una de las principales reflexiones se dio en torno a la regulación en este nuevo escenario digital y a los avances de la Unión Europea, donde los países miembros tienen una normativa regulatoria en todos los frentes del internet.

Referente a este tema expuso el consultor del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia, Gabriel Levy. “Hoy si un hijo coge el celular, entra a la red de X de Elon Musk, puede ver cualquier tipo de pornografía simplemente con usar la palabra de la pornografía que quiere ver a las 10 de la mañana, a las 5 de la tarde, a las 6 de la mañana, a cualquier hora del día sin que existan los mínimos controles de protección parental. Y lo mismo puede ocurrir con contenido sensible, xenofóbico, racista en TikTok. Eso no ocurre con la televisión chilena. La televisión chilena protege a las audiencias de eso. La televisión chilena garantiza la inclusión de las personas”

Los asistentes tuvieron la oportunidad de participar en cinco mesas de discusión y cuatro charlas magistrales impartidas por académicos y académicas y representantes de la industria.

En las mesas destacó la participación de representantes de la industria como la presidenta del Directorio de Canal 13, Carolina Altschwager; la directora ejecutiva de TVN, Susana García; el VP, GM Paramount Chile y el CEO Chilevisión, Iñaki Vicente; y la Presidenta de la Asociación Regional de Canales de Televisión (ARCATEL), Natalia Araya. Además de académicos y académicas provenientes de las universidades organizadoras.

Y en las charlas magistrales, además del catedrático y diputado español, Francisco Sierra Caballero, con la charla internacional, “El futuro de la televisión: Derivas, dilemas y alternativas del audiovisual en la cuarta revolución industrial”; del periodista Juan Carlos Valdivia, y su charla “35 Años de TV: Pasado y Futuro”; de la cineasta Alicia Scherson con “La universidad como motor creativo de la televisión: del Canal 9 a UCHILE TV”; y del influencer y generador de contenidos, Marcelo Von Gierke, más conocido cómo Barón Von Vonstar.

Comunicación, educación y medios universitarios, articulación estratégica para el hacer

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El panel que se presenta a continuación es fruto de un conversatorio sostenido como parte de la investigación doctoral de uno de los autores. En una era marcadamente globalizada, desde políticas públicas que tienen aceleradamente que buscar subvertir los efectos tan nocivos y estructurantes del neoliberalismo, las ciencias sociales están conminadas a repensar su contribución, aguzar su esfera de acción social, así como las universidades y los espacios educativos en general. En estas páginas se dan cita un importante grupo de expertos que aunque de disímil procedencia geográfica y formación cognitiva, interpelan los mismos desafíos y reubican a la comunicación como encargo estratégico para las sociedades latinoamericanas. Reflexionar en el caso Ecuador es apenas el pretexto de convocatoria para que importantes comunicólogos y catedráticos vertebren sus valoraciones sobre tópicos tan escasamente abordados desde la literatura gris y la producción científica indexada como la relación entre medios universitarios y educación a nivel social y comunitario en nuestros países; vínculos y deudas con el desarrollo local; agentes y actores a pulsar en una gestión mancomunada y multiactoral, partiendo de las realidades de sus propios países.

Política florentina

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En España no domina la política florentina sino la de Florentino, una cultura política obscena, muy del universo del estraperlo, submundo del que proceden nuestros grandes prohombres de la patria, hechos a sí mismos de los despojos del esclavismo y el genocidio de Paquita la Culona.

Hablamos de personajes dickensianos, feudales, con puro en la mano, y olor a lejía o Barón Dandy, una escenografía cuyo hedor y toxicidad hace cada día más irrespirable el entorno, incluso imposible el disfrute del opio de las masas de un deporte tan popular y maravilloso como es el fútbol.

Los recientes escándalos sobre compra de arbitrajes por el Fútbol Club Barcelona inaugura un capítulo más en la serie de terror protagonizada por el cucañista Pérez en sus sueños imperiales de la Superliga, una suerte de trasunto del absolutismo monárquico con el proscenio del régimen del 78 de por medio.

Así las cosas, da grima pensar en lo que el fútbol se ha convertido como espectáculo de masas, alimentado por los juegos de barrio en campos de tierra, en clubes de amigos y espacios de fraternidad, ahora que solo quedan restos del naufragio en manos del capital y de los mercaderes de las ilusiones vanas que, por querer, no quieren ni jugar, salvo al Monopoly.

A nadie hasta ahora se le ha ocurrido, por cierto, un juego de mesa similar con los clubes de la Liga y los cromos, tipo ficha policial, en el que además de los jugadores aparezcan los presidentes de club y otros interlocutores del presidente del Madrid, como los del monarca huido, los jeques autócratas, los oligarcas rusos (antaño muy apreciados por el camaleónico crupier de la bolsa y la construcción) y otra ralea que vive por encima de nuestras posibilidades urbi et orbi. Sería un éxito en el mercado.

Ahora que todo se compra y se vende, hasta la maternidad, no está de más poner al día los entretenimientos del personal. Es el espíritu de nuestro tiempo, más aún en un país en manos de Producciones Hijos de Puta, como el divertido sketch que hizo célebre el gran Peter Capusotto. Véanlo, para entender el camelo que nos proyectan en la Smartv.

Aquí no tenemos humoristas tan finos políticamente hablando y, los que hemos tenido, han sido perseguidos hasta la extenuación. Bien lo sabía el gran Gila. Pero bueno, no nos dispersemos. Veníamos aquí a hablar de Florentino y de la televisión que sufrimos, como El Chiringuito de Jugones (título premonitorio de los que nos venden la moto).

Y en tiempo de la polémica con el Barça, nos parece que conviene advertir a los lectores de un aviso para navegantes: las corruptelas del fútbol, empezando por su opacidad fiscal y la especulación de los derechos de imagen, es la misma que echamos en falta como norma de debida transparencia en la publicidad institucional, de la que se benefician los medios del duopolio y los chiringuitos de la Iglesia catódica, además de otros tenderetes mediáticos de la extrema derecha, herederos del atado y bien atado.

De ello poco o nada se habla en la prensa deportiva, siempre surfeando por la actualidad y la estéril polémica sin sentido, mientras pasan las cosas de verdad importantes. Por ejemplo, la pérdida de más de 2.000 millones de los clubes de Money League, según la consultora Deloitte, y la crisis estructural de la mayoría de los equipos de Segunda y Primera en nuestro país, lo que da cuenta de una tendencia que cambiará este deporte-espectáculo, esperemos que para volver a lo que fueron los clubes: asociaciones deportivas y no sociedades anónimas.

Si lo que importan son los colores del equipo de nuestros amores, sobra el verde dólar y los traficantes de sueños; están de más los usureros de la pasión y los portamaletines del Santiago Bernabéu. No necesitamos los monaguillos de tertulia y misa diaria, ni los macarras de la moral.

Sobran los García Ferreras y la santa compaña, que es la alianza de la inquisición del capital, cuando tanto precisamos de pasiones alegres, tardes de transistor y tertulias tabernarias sobre el partido del domingo, hoy diario. Nos sobra, en fin, lo que hay cuando falta lo que quiere la gente común: básicamente, que no la engañen, jugar y vivir. Y que nos dejen en paz. Justo lo contrario a lo que hoy es noticia a voz en grito en espacios como los de Pedrerol.

En la cultura del chiringuito, la conexión Villarejo con Ana Rosa Quintana es nuestra final de la democracia diaria, nuestro Partido de las Estrellas que, al contrario que la Champions, nunca lo veremos en los canales en vivo y en directo, porque siempre es en diferido.

Cosas de nuestra política de baja intensidad, muy proclive al modo barroco de la teatrocracia en el que el exhibicionismo y el espectáculo –del palco del Santiago Bernabéu a la Sexta– en el fondo no es otra cosa que el reinado del discurso cínico y la ausencia de la crítica postpolítica, esto es, la falta de la mediación, la ausencia de distancia y reflexividad y, en definitiva, la privatización del dominio público y el imperio de la violencia simbólica, incluido el linchamiento mediático contra dirigentes de Unidas Podemos o las campañas en redes de perfiles anónimos a fin de fomentar la agresividad y el amedrentamiento de quienes representan una amenaza al orden impuesto desde el confort impune de los amos de la información, con el señor Pérez a la cabeza, que asiste complaciente, desde el Olimpo, a los avatares del destino que ha prefigurado para los mortales.

Pobre aspirante tonto a Luis XVI. No sabe que la revolución nunca se ve venir desde Versalles, ni por televisión, y rara vez se logra avizorar. No sabemos dónde y cuándo tendrá lugar, pero con seguridad será en abierto, sin pago por visión, porque existe el porn riot y la pornografía de los disturbios. Y las multitudes enfurecidas ya se ha extendido, de París a Madrid, esperamos que en clave verde esperanza. Porque ya de los grises de los palcos y del estraperlo tenemos empacho hace años.

Una mesa sobre la ficción local en la primera jornada del Seminario Internacional Obitel

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En el marco de la jornada inaugural de la 17ma. edición del Seminario Internacional de Observatorio Iberoamericano de la Ficción (Obitel) que hoy y mañana se realiza en el Centro Cultural Kirchner (CCK) con la participación de 11 países de Iberoamérica, este mediodía destacó la charla «Encuentro con representantes de la Industria de la ficción en Argentina».

De la disertación coordinada por Ornela Carboni de la Universidad Nacional de Quilmes, participaron Alejandra Darín (Asociación Argentina de Actores), Guillermo Tello (Multisectorial Audiovisual), Paula Arruda (Consejo Federal de TV Pública) y Sergio Vainman (Argentores).

A modo de balance del intercambio planteado, Carboni alertó acerca de “la falta de continuidad en políticas públicas y lo que es necesario saldar en las cuestiones de accesibilidad” y llamó a que canales de expresión gratuitos y abiertos como Cine.ar y Cont.ar “sean conocidos y difundidos”.

“Uniendo las exposiciones de todos creo que estamos dejando espacios al no producir nuestras ficciones y con ello estamos regalando capital económico y también capital simbólico”, resumió Carboni.

La apuesta del seminario propuesto es debatir acerca de la situación de la ficción televisiva en tiempos de pandemia, con el aval que da a Obitel el realizar y publicar estudios anuales de la industria iberoamericana y promover la formación de productores y creadores del área de ficción televisiva.

Actualmente el observatorio está formado por investigadores universitarios y especialistas internacionales de televisión de 11 países, interesados en la promoción de la producción, circulación de programas y estudios de la recepción en el espacio audiovisual iberoamericano.

Mañana, durante la segunda jornada del evento, el académico de la Universidad de Sevilla, Francisco Sierra Caballero, hablará sobre “Capitalismo de Plataformas y producción cultural postfordista”.

Luego, tendrá lugar el Encuentro Federal de Observatorios Audiovisuales del que participan Julio Bertolotti (Observatorio Incaa); Alejandra Pía Nicolosi (Universidad Nacional de Quilmes); Paula Robledo (Observatorio Audiovisual Córdoba); Mónica Cohendoz (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires); Esteban Zunino (Universidad Nacional de Cuyo) y Christian Dodaro (Defensoría del Público).

El evento cerrará con el panel “Narrativas de la ficción para plataformas desde Argentina” a cargo de Gustavo Aprea (Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de las Artes) y Cristina Siragusa (Universidad de Villa María y Universidad del Comahue). (Télam)

La metamorfosis

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Acabo de concluir la tercera temporada de la serie Narcos. Trepidante, con un guión cuidado y una magistral interpretación actoral de todo el reparto, sin altibajos ni secundarios de relleno que no dan el ancho. Impecable factura de una fórmula narrativa que tiene éxito básicamente porque muestra la realidad cruda tal cual es: desde la violencia entre bandas narcotraficantes a la corrupción del PRI Estado o el feminicidio de Ciudad Juárez. Una producción que nos muestra la vida cotidiana de nuestro México lindo y querido.

Quienes hemos vivido y amamos esta segunda patria bien sabemos que lo narrado es una ficción veraz que muestra subrepticiamente, sin querer queriendo, la vida cotidiana de los de abajo, los sin nadie, e incluso la estética que en los ochenta y noventa se impuso como norma en Tijuana o Cali.

Hablamos, como en Sin tetas no hay paraíso, del cambio del cuerpo y los modos y usos, una metamorfosis que convirtiera a la mujer en valor de cambio y el valor de cambio en flujo que todo mudaba con el dólar y el perico como actores protagonistas de las formas reinantes.

Algo similar a lo que observamos con el colapso del capitalismo que estamos viviendo. O, si prefieren, en el mundo al revés, la emergencia y dominio en la esfera pública de las formas subalternas de expresión. Así, el “Sleazecore” es la última tendencia estética de esta era neobarroca que asume el estilo delincuencial del narcotráfico imitando a Pablo Escobar cuando los magnates del Capital y el FMI habitan en Alcalá Meco.

De Justin Bieber a Miami Vice, el antihéroe marginal se impone como modelo de referencia, del tatuaje carcelario y la cultura plebeya al trap y el reagetton. Así, el estilo maximalista de Jeremy Scott tiene ecos de las series de Netflix. El imaginario contrabandista empieza a invadir la cultura pop, con lo que ello implica como forma dominante. Y se proyecta en formatos como Mujeres, Hombres y Viceversa, un modelo de referencia de canis y chonis que tienen su predicamento en los jóvenes sin esperanza que emulan la distopía de Black Mirror en la forma-concurso del éxito a partir de tratar de marcar una diferencia que es la indiferencia de lo mismo como eterno retorno.

Más allá del imperativo del discurso patriarcal y falocéntrico, lo que prima en la cultura de La Isla de las Tentaciones no es tanto la desigualdad de género como la igualación por el principio de universal equivalencia del reino de la fantasía, de la imagen.

El sentido de este formato es la lógica de la forma mercancía. El mercado de los afectos es el eterno retorno de la circulación de canis y chonis condenados a rolear porque el principio real de la circulación no es otro que la falsa promesa de ser diferentes, de ser distinguidos, aplazando el sueño dorado de quedar fijo en el reino del Olimpo catódico propio del escaparate mediático.

Esta deriva afecta por igual a la información rosa, los reality shows o los cantantes de moda a lo Tangana. Como anticiparan Los ilegales, son macarras, son horteras y van a toda hostia por la carretera, probablemente para estrellarse, porque la oferta supera a la demanda. Hay mucho cani suelto dispuesto a su minuto de gloria («porque yo me lo merezco» sería la expresión apropiada del nuevo individualismo quinqui).

El caso es que esta tendencia apunta el dominio de la pulsión plebeya a nivel formal, aunque dominada por el mito de Robinson Crusoe, desconectada de lo social, de las posibilidades políticas de los retazos y detritus de la historia. Así que conviene empezar a vindicar con esta estética de lo marginal y una alternativa de lo común.

Cuando las iglesias se vacían y los museos se llenan, es tiempo de asumir el culto a una estética sucia o por qué no defender lo cerdo y constituirnos en piara, como nos dicen en el Norte, más aún cuando funciona tan bien el ibérico y el Museo del Jamón.

Mientras nos contentamos con empezar a perrear con Bad Bunny, conviene empezar a mirar las formas que aparecen, al menos para eludir los peligros de una metamorfosis sin poder real de transformación, por mucho que lo piensen algunos. Yo, por mi parte, me comprometo a asumir ese compromiso.

Mi amiga Maka, que ha sido madre recientemente, siempre me critica por ser tan formal (no crean que solo en el universo académico o en el estilo clásico de vida, sino incluso a la hora de escribir). Es capaz de impugnar mi modo traje o quitarme la corbata si me descuido entre cerveza y cerveza en Tramallol.

Ella ya me solicitó «menos chaqueta y más chandalismo». Así que hacemos nuestra su proclama. Si hace tiempo vindicamos la fiambrera obrera, lo de Hugo Chávez fue premonitorio. Debiera haber exigido derechos de autoría por el uso del chándal a las firmas de moda o los cantantes de éxito. ¿Sabrán los figurantes de Mujeres y Hombres y Viceversa este antecedente? Me temo que no. No leen, solo escuchan y miran la pantalla, y no para leer precisamente el periódico. Cosas de la metamorfosis que dan que pensar.

Osborne, el toro

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Dejó escrito Goethe que nadie es más esclavo que aquellos que falsamente creen ser libres. En nuestro país, esta sentencia debiera estar escrita a sangre y fuego en el espacio público. Más que nada porque, parafraseando a Pedro Lemebel, hay que tener miedo torero en una cultura política en la que las embestidas de personajes televisivos como del que nos ocupamos en esta columna son habituales en nuestros hogares. Y, de un tiempo a esta parte, constituye, diríase, la norma oficial y el sentido común en el espacio público.

Desde este punto de vista, Mi casa es la tuya es más que la república independiente de nuestra casa: es el caballo de Troya del neofascismo o el rayo que no cesa de la oligarquía bárbara, propietaria de un país donde, como la Casa de Alba, se reproduce la colonialidad del saber poder del espejo mediático, convirtiendo el país en un erial para el cultivo de la nulidad y la conversión del público en ilotas o esclavos de la nada.

Y es que actores políticos como el chistoso caballero representan, por antonomasia, el antiandalucismo, haciendo honor a su estirpe y origen británico y a su cultura colonizadora. Sí, las genealogías sirven para algo. Por ejemplo, para saber que su familia y abolengo tienen su origen en el proceso de colonización de familias inglesas que, atraídos por el comercio de ultramar con América, se instalaron en Andalucía para exportar los vinos andaluces. Vean la historia de Domecq, Terry o Byass.

Ya es paradójico que el icono del toro resulte ser una añagaza publicitaria de una familia bodeguera británica. Vamos, que nos tienen engañados, como el emérito, con el discurso de ser campechano, o la Duquesa de Alba, proyectada en los medios como cercana y popular mientras amplía su riqueza con la lógica de acumulación por desposesión y las subvenciones de la UE.

No sé ustedes, pero si de divertirse se trata, mejor Ozzy Osbourne, que más que transgresor es un arlequín digno de este tiempo. Nada que ver con el señorito bodeguero dado a voxiferar sentencias más propias de un señor feudal que de un personaje público digno de ser escuchado.

Los millones de audiencia no tienen por qué padecer el sentido común de un discurso destinado a hundir en la miseria a la mayoría y financiado con dinero público en medios como Canal Sur. Pero vivimos en el mundo al revés y en él no impera precisamente la razón.

En términos de Henry Giroux, se ha iniciado el macartismo propio de la cultura zombie, una cruzada que socava la democracia por exigencias del pogromo neoliberal singular del reino de España, el capitalismo de amiguetes, que ríase de Paquito el Chocolatero –perdón, del «Generalísssssimo»–.

El revisionismo histórico, la política del miedo, la normalización de la censura, la masculinización de la esfera pública, el supremacismo WASP (en clave nacionalcatólica para el caso de España) dan cuenta de un frente cultural por pensar, más allá del sistema educativo, considerando el grado de deterioro del espacio público.

Etnicismo, destrucción ecológica, aporofobia, racismo y concentración de la riqueza conforman las líneas de una distopía aterradora, a la par que desternillante, que enmascara la realidad y el precio de la luz (no solo de las eléctricas) en la toma de conciencia de una amenaza real que, esperamos, no alcancemos a confrontar demasiado tarde.

Conviene cuanto antes, como recomendara Gilroy, hacer lo político más pedagógico y lo pedagógico más político, empezando por el espacio catódico o mediático donde tendremos que coger el toro por los cuernos. Pues, como nos ilustrara Alfonso Sastre en una de sus piezas magistrales, más cornadas da el hambre y estos fulleros de moral distraída solo saben embestir.

Así son las cosas y así se las hemos contado, aunque no aparezca en el NODO diario del duopolio televisivo.

El colapso

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El exceso de información marca la dictadura tecnológica de lo inmediato prefabricado. Ello plantea problemas y amenazas varias a propósito de la industria de la intimidad y hace necesario el derecho al olvido digital, cuando no una nueva política de la esperanza en tiempos de distopía y renuncia a la construcción histórica. De hecho, hoy nuestras pantallas nublan la visión política, incluso de la izquierda, proclive, como es esta economía de la distracción, al nihilismo y la voluntad negacionista, que no al pensamiento negativo. De hecho, la tecnopolítica es crecientemente paranoica. Estudios de la Universidad de Cambridge así lo corroboran. En Gran Bretaña, por ejemplo, el 60% de la población cree en la teoría de la conspiración como principal causa explicativa de los acontecimientos políticos locales, sin más orientación que el desnortamiento generalizado. Quizás por ello la propia industria cultural nos muestra en pantalla lo que apenas empezamos a intuir: la crisis terminal de la civilización capitalista. Series como la producción francesa de Canal+, distribuida por FILMIN, ilustran en este sentido la coyuntura crítica de lo que está por venir. Del supermercado y el desabastecimiento, a la huida a los territorios vacíos y la vuelta al estado natural, estamos en el terreno, como advirtiera Anguita, de la disyuntiva: Socialismo o Barbarie.

La miniserie de ocho pequeños capítulos de plano secuencia más que innovar en las formas adapta en la temporalidad y el verismo de la captura de la cámara el desasosiego que viven hoy los espectadores: sea en un supermercado o en una estación de servicio, sufriendo en una residencia o en el retorno a la arcadia perdida del campo de la crisis energética y el colapso de la cultura petrolera, urgidos los personales por el trueque de productos básicos de necesidad y el desborde vivido en pandemias de la sanidad pública. Un relato, en fin, actual y no tanto proyectivo en la medida que logra fungir, más que como espejo negro, a modo de la ciencia ficción y las cajas negras de nuestra civilización, como fiel reflejo no del porvenir sino del vivir y transcurrir humanos hoy presentes. Especialmente ilustrativo, se lo recomiendo, el capítulo dedicado al debate televisivo entre ministra y líder radical sobre las soluciones al colapso para comprender el modo de ridiculización de las perspectivas transformadoras ante la crisis energética y de sostenibilidad del planeta que prima en los medios de ideología dominante. Con singular magisterio, el episodio evoca la dificultad de ir más allá de los tópicos del modo bienpensante de la deliberación que el medio y la deriva periodística de tertulianos y líderes de opinión imponen en forma de políticas irrefutables, según la lógica TINA. Como dijera Chomsky, decir en televisión que Estados Unidos es la principal amenaza terrorista del mundo es difícil sostenerlo ante el dominio del slogan y el tiempo encapsulado de los mínimos bits de información que el medio permite, reproduciendo así las ideas dominantes que la gente común interioriza.

En la era del ocio fordizado, del turismo de masas, del Golden Visa y la economía uberizada, la amenaza del tiempo y espacio comunicacional colonizado ha de hacernos pensar qué está en juego en esta serie neorrealista en términos de medios y mediaciones para una alternativa sostenible de vida en el planeta. Y que, en clave nacional, da que pensar cuando sabemos que, según el Instituto Reuters, el 58% de los españoles usan las redes sociales como la principal fuente de información, siendo el resto de consumo básicamente de televisión, del duopolio audiovisual, lo que reduce el margen de criticidad de la ciudadanía ante los mensajes consumidos según la lógica de producción del consentimiento. Transformar el mundo que habitamos es luchar contra esta economía política del tiempo informativo aceleracionista y mercantil que concibe el minuto y el prime time como acumulación de oro y capital. En juego está el sentido de la comunicación como hábitat, como refugio común para entendernos y saber vivir frente a la forma vampírica de los aprendices de sepultureros que apenas balbucean cuando la deriva del colapso se avecina. No otra función tienen los apologetas de lo imposible salvo inducir el pánico moral y resistir toda emergencia social. No por casualidad la productora de El Colapso lleva por nombre Les parasites. Paradojas de la cultura mediática.

Telestesia

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Los tiempos de la pandemia son propios de la cultura del avatar y de la distancia, que no, con permiso de Brecht, del necesario distanciamiento, pues ésta es una era de la segregación y el aislamiento social, difícil de confrontar para los que siempre nos declaramos enemigos de Robinson Crusoe. Un tiempo, en fin, en el que el teletrabajo nos impide pensar en la riqueza y el interés general tanto como en los productos tóxicos que nos circundan desde Wall Street. Pero no viene al caso cuestionar aquí el confinamiento y su universo semántico, sino más bien pensar el sentido del momento histórico que vivimos en el que se trata de afirmar la negación del antagonismo. El Gran Hermano tecnovisual, advierte Bifo, es la máquina de ver de lejos que aproxima el orden y captura todo fenómeno y acontecimiento en la rejilla de programación en forma de escaleta. La proliferación de pantallas ubicuas no cambia sustancialmente esta función performativa de vigilia y castigo. La hipótesis de William Gibson sobre el ciberespacio no hace sino intensificar la relación mente-cuerpo en el mundo de imágenes que se multiplican con la iconofagia y que colonizan nuestra sensibilidad. Dice el bueno de Felipe Alcaraz que solo nos ayudan a seguir las pintadas en los muros, y lleva razón. Nuestra experiencia y sentimiento del mundo como posibilidad ha de inspirarse más allá del espectáculo de la apocalipsis que han programado en las pantallas, si ha de cultivar el principio esperanza. Por ello en la guerra bacteriológica actual bien deberíamos pensar en el dominio del avatar: el reino de la vicisitud contrario al desarrollo y la buena marcha del mundo y, al tiempo, el universo de la identidad virtual proyectada como una sofisticada y masoquista cultura del juego de dominio impuesto en forma de una suerte de esclavitud.

La telestesia es, bien lo sabemos, del orden y reino de la apariencia, del tiempo sin reflexión, de una vida permanentemente pospuesta a la incandescencia, antaño de las 625 líneas, hoy de las 1250 o de la realidad virtual, vida mixtificada en forma de plasma. El aislamiento físico y simbólico de este capitalismo tóxico se conforma así como experiencia dominante de la guerra a distancia, de la necropolítica que reproduce lo visto, en virtud del principio de quien se mueve no sale en pantalla. En este escenario la televisión y nuestros dispositivos móviles configuran una vida cotidiana regida por la ley de hierro del efecto burbuja. La paradoja es que mientras Mediaset nos produce pánico la gente conversa en YOUTUBE, más que buscar INFLUENCERS y FOLLOWERS, y experimentan el vermut digital, así como formas creativas de sentir frente a la anestesia de la telestesia. En suma, si la esencia de este orden es abolir las contradicciones de la vida en estado puro de ebullición, parece que la crisis está siendo una oportunidad para pensarnos y trascender ciertas mediatizaciones, las propias de un orden que reina por separación del flujo, del tiempo y del espacio y de la apariencia respecto de la esencia al dominar una lógica vectorial en la que informar es dividir frente al comunicar como materialismo del encuentro. Por ello la lógica del don no es propia de las redes, sino de los enredos de toda comunidad, con sus fiestas y rituales. La información compartida se define por principio por ser relación liberada de la forma mercancía pero en la era mediática la lucha por la liberación del código es cuando menos lenta desde la invención de la imprenta hasta nuestros días. Rige aún, y por tiempo, una política de sustitución del objeto de deseo por la imagen. La transformación reificada del sujeto devaluado en su soberanía como actor creativo. Pero, como decimos, es cuestión de tiempo. El plasma no todo resiste. Venceremos y saldremos a las alamedas a celebrar. En común.