Hablar del Caribe y Andalucía, de Al Andalus y el Caribe es acometer un objeto problemático y controvertido de transculturación que, a nuestro modo de ver, más allá de una lectura etnohistórica, exige una aproximación, además de geográfica, social y económica, una hermenéutica diatópica de lo común, una mirada de identificación desde el sur, desde la voluntad subjetiva de interlocución y diálogo. Más aún si se trata de pensar las posibles líneas o estrategias políticas de cooperación sub e interestatal. Pues Andalucía, como el Caribe, es sobre todo un territorio constituido culturalmente. Ambas disponen por supuesto de una riqueza sin par por su naturaleza, y conformación histórica, pero más allá aún de los destinos que determina la geopolítica y el territorio, ambas se distinguen por rasgos culturales que nos hablan de puentes, puertas y vínculos. Que nos sitúan en la pista de un pensamiento para la cooperación. . . Hablamos, por supuesto, entre otras notas distintivas de la sociabilidad, del humor, de la pasión, como también de la música, del ritmo, y la fiesta, de la religión y, por supuesto, en general, y como rasgo característicos de nuestras culturas que cohabitan, de una cultura material comunitaria que supera toda comparación posible con otras culturas a lo largo y ancho de nuestro mundo.
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